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miércoles, 3 de agosto de 2011

CAda cual atiende su juego Rito y magia en los juegos infantiles

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ArribaAbajo2. Rito y magia en los juegos infantiles

Los cuentos maravillosos, de hadas, encantamientos, rescatan temas y motivos, imágenes primordiales14, elementos propulsores de la narración, errantes en uno y otro cuento, constituyendo unidades mínimas, micronarraciones. Estos motivos, imágenes esenciales, construyen el nivel de lo imaginario enlazando con estratos profundos de la interioridad de la persona. Tienen las imágenes / motivos un valor literario simbólico para ellas mismas; y, aunque engarzadas en la trama permanezcan aparentemente relegadas, replegadas, arrastradas por el desarrollo de la narración, estructuran el nivel simbólico. En la lírica tradicional infantil, en los juegos de corro, sorteo, comba, la acción narrativa se convierte en acción-ritmo, acción movimiento. Las imágenes / motivos, persisten, sintetizadas, aún más células primarias, envueltas, llevadas por impulsos rítmicos, cantinelas encantatorias, gestos, es decir, por la ceremonia simbólica ritual del juego. En los corros, los niños cantan, danzan,motivos míticos, cuando recuerdan el madrugar del Conde Olinos a las orillas del mar...


Mientras el caballo bebe - él canta dulce cantar



los peces del mar - se paraban a escuchar.



La reina mora escuchaba su coplar.



- Mira hija cómo cantan las sirenitas del mar.




El canto circular de las niñas convoca el Motivo del poder del canto. La música, la palabra cantada, las más magnetizadoras melodías, enloquecen a los hombres del mar cuando escuchan el canto de las sirenas, naufragan irremediablemente atraídos por ellas. El poder del canto es tal, que el mítico Orfeo mantiene en quietud a la naturaleza, doblegada a su voz; por su mágico sonido accede al mundo de los muertos e intenta rescatar a Eurídice, su bien amada. Nada puede sustraerse a su música, excepto la duda deshacedora de hechizos. Orfeo regresa del Más Allá, pero Eurídice, su amada, se difumina en el reino de las tinieblas.
El mito de Orfeo, el mito de las Sirenas, arcaicas y no perdidas creencias, se repliegan en el símbolo, sintetizado en el motivo del poder del canto, del romance del Conde Olinos, en los juegos de corro.
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Reverencias, movimientos, gestos, palabras, ritmos, cantinelas, son actos rituales. Y el rito contiene, condensa lo simbólico, se constituye en mito expresado. Por el rito, re-presentación de lo mítico, por las sucesivas alusiones, analogías, renueva el hombre su presencia en el universo, restablece la alianza, y también implora, indaga su destino. Los ritos han perdido el nexo con lo sagrado, su función arquetípica, quedando sin embargo la presencia del símbolo, patente en las creencias del folklore.
Con esto no quiero afirmar que cada vez que la infancia juega sea posible recordar, reconocer significaciones; pero a través del rito del juego infantil, aun sin descifrarlos, nos es dado percibir la fuerza de otra presencia, el entramado de un mensaje plurivalente. Hallamos la secreta fisura para poder deslizarnos a una percepción diferente, del tiempo por ejemplo, como indudablemente lo vivíamos en la infancia. El diferenciado tiempo del jugar, las leyes del tiempo concentrado, reproducen elementos mágicos de tiempo detenido, espacio mágico donde se adentra la comprensión de otra realidad. Evidentemente el niño no sabe, pero por la interpretación simbólica del mundo, por su imaginación, comprende:
«Esta facultad imaginativa sólo se da en la infancia en toda su activa e incontrolada plenitud. Por consiguiente debemos comenzar a estudiar la vida imaginativa del niño, a fin de facilitar la comprensión de la mucho más compleja, y también menos libre, imaginación mítica y artística en general»15.

(Otto Rank: El mito del nacimiento del héroe)
               

ArribaAbajoRitos mágicos: la invocación lunar

En las prácticas mágicas, el pensamiento, la palabra, están ligados a un objeto que es la cosa misma invocada. En el niño, las prácticas mágicas, objetos / pensamiento / palabra / acción, son constantes.
Con estos elementos simultáneos, el niño se apodera de la realidad exterior intentando modificarla.
Piaget establece diferencias entre las prácticas mágicas del niño y su animismo.
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«Los dos grupos de fenómenos se tocan de cerca. Por esto los niños creen que el sol los sigue. Cuando conceden espontaneidad al sol que los sigue es animismo. Cuando creen hacer avanzar al sol es participación y magia. No hay que decir, pues, que estas creencias están muy próximas».16

(Piaget: La representación del mundo en el niño)
               

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Guardianes de prácticas mágicas arcaicas, los juegos infantiles actualizan, ya por invocación, ya por protección, ya por mandato, la estrecha alianza con el juego simbólico.
En el érase que se era, cuando se desliza la magia en la niñez perdida, la llegada del verano abría la posesión del paisaje, la naturaleza, la búsqueda de hierbas para tragar a gusto, la exploración de los insospechados escondrijos de bichos, lagartijas; atrapar luciérnagas que encendieran inéditas luces y caminos; jugar entre sombras, intentar descifrar el misterio de la desaparición y aparición de los signos celestes.
La luna ejercía -sigue ejerciendo- un misterio insondable. Ella, la protectora, la dispensadora. Esperar que se alzara llena, roja e imposible, ascendiendo hasta el blancor total, entre estrellas y nubes...; la Cruz del Sur brillando como sólo la Cruz del Sur puede deslumbrar en la memoria, y entonces iniciar su invocación, bien medidos los pasos de un resplandeciente rito. Una moneda de cobre en la palma extendida, inmóviles frente a la cegadora blancura; implorar...
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«Mamita luna, dame pan y fortuna...»

No, no llegaría la súplica a la luna, si la intensidad no estuviera quieta allí en la mano, la melopea inacabable, el hieratismo, superados los escalofríos del temor por tan poderosa presencia, el silencio por testigo, la alternancia de palma extendida, salmodia-silencios. Dueños de absoluta certidumbre: la multiplicación mágica de la moneda, signo revelador de haber sido escuchados.
En las invocaciones infantiles recogidas de otras infancias se reitera la petición, la invocación mágica a la luna, como dadora de riquezas, multiplicación, nutrición.
  • Luna luna dame cobre / que tengo visita y estoy pobre.
  • Luna dame pan / que tus hijos no me dan,   —32→   
    y comen queso, comen pan / pero a mí no me dan.
  • Luna lunera cascabelera / los ojos azules la cara morena.
    Lunita hermosa / como crecen tus cuartos / crece mi bolsa.
  • Luna lunera cascabelera / los siete perritos a la cabecera.
Siete noches repitiendo tres veces la invocación lunar, saludando con una inclinación de cabeza a cada verso recitado; siete noches inclinándose a la luna, con la palabra metida en el misterio; siete noches, gestos y voz ajustados, ritual preciso cuando el niño anhelaba saberse protegido, regalado17.
¿Por qué la luna tendrá tan extremados poderes, si a veces veía en su redondez albar extrañas formas, rostros, guiños, que me llenaban de espanto? ¿Cómo hacía ella para acrecentar los menguados tesoros y peticiones tan reiteradas? ¿Por qué, me decía, era preciso buscar su luz y lograr que destellara la moneda en la palma con extraños fulgores?
  • «Razón (es) que nos diga por qué (los muchachos) enseñan a su hermana la luna, cuando es nueva, la bolsa, que parece es género de aplauso, y el mostrársela es como ponerla bajo su protección.
  • Puede ser porque la haga crecer, como ella va creciendo.»

(Rodrigo Caro: Días geniales...)18
               

Rodrigo Caro confirma cierta elemental asociación; la luna se hunde, desaparece, renace, crece, como la Fortuna. El simbolismo de la luna es complejo y teje una red de analogías, incluyendo sentidos opuestos. Si es Madre de cosas vivas, otorgadora de fecundidad, también es «el primer muerto (y muchas creencias) hacen de la luna el país de los muertos», recuerda Mircea Eliade19.
La luna puede robar el alma de los niños, dejarlos sin razón, extraerles la vida, pero es la señora de la «fertilidad», la creación periódica, la vida inagotable. El mito lunar implanta el ritmo de nacimiento, crecimiento, desaparición, resurrección, distribuye ciclos, rige las mareas, la fertilidad femenina; el cambio de luna, sus cercos, presagian lluvias, acrecienta, y esta red asociativa se desplaza hacia otros significados. Un caso ejemplificador: El Cuerno de la Fortuna.
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«Indudablemente el cuerno bovino se convirtió en símbolo lunar por su parecido con la media luna»20.

Regreso a la imagen del niño y su mano suplicante, preguntándose, superados los atisbos de terror, inundado de luz, misterio, qué cosa movediza sería la Fortuna, evidentemente sólo Una, ya que así lo decía la canción:
Quien dirá que no es una - la rueda de la Fortuna.



ArribaAbajoLuna, reina de la luz y la sombra

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Por las comarcas levantinas los niños juegan una mágica persecución en noches de luna llena. Un niño en la claridad, los otros desde las sombras, invaden el espacio iluminado diciendo:


Em ric, em ric



Em la teva lluneta estic.21




Si el niño-lunar alcanza a cualquier niño-sombra, éste quedará en el lugar de aquél. El niño-lunar no puede, por reglas del juego, pisar la sombra, perteneciente al otro bando.
¿No percibimos en este juego singular el simbolismo dual de la luna deslizándose de la luz a la oscuridad, de la presencia vivida al sombrío espacio de su desaparición?
¿No rezuma simbolismo esta representación en dos bandos de jugadores, de los significados opuestos, aludido por Mircea Eliade, de la Madre-Luna? ¿No presentimos en la desnuda esencialidad de este juego una honda huella de supervivencias arcaicas?
«Es verdad que me da que pensar esa ceremonia...», dice la antigua voz de Rodrigo Caro.
«...el que más puede, cautiva al otro y lo lleva a su banda. Lo mismo hacen en un juego que llaman sonsoluna, teniendo la sombra unos y otros la luna por jurisdicción y andan diciendo sonsoluna».22

(Rodrigo Caro: Días geniales o lúdricos)
               


  
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Aproximadamente por los años de 1767, en una de las copias del manuscrito de Días geniales..., de la Biblioteca Colombina (el manuscrito original está perdido), el copista escribió muchas notas a los juegos y «referencias de la vida intelectual y cotidiana de la segunda mitad del siglo XVIII»23. El anónimo copista en el juego deSonsoluna anota:
«Oi al jugar este juego, guarda cada vanda su límite y los de la sombra, pisando la luna, dicen a los otros en tu luna patuna estoy y aquellos corren tras ellos a cogerlos, y siéndolos les dan la pena que les ha impuesto»24.

Azorín, recordando su infancia de principios de siglo, llama a este juego La lunita (ver pág. 141)25.
Sugerente imagen la de niños huyendo de la sombra para entrar en la luz. El niño-luz espera rozamiento, pesca del que esté en la sombra, para dejarlo a plena luz, y él, cumplido el ciclo, traspone el límite hacia la oscuridad.
Intensa imagen la de perseguir, huir, sombras, luz, en cálidas noches de verano, a luna llena, movimiento, espacio emoción, arcaicos símbolos reactualizados, palpitantes en el universo lúdico, ritual de la infancia.


ArribaAbajoLa red simbólica

Y es el símbolo, la red de símbolos percibidos en los niveles psíquicos, afectivos, sensoriales, dinámicos, lo que mantiene su prolongación en el espacio-tiempo de tantas infancias jugadas. Atraviesan siglos y culturas simplemente porque siguen vivos en el subconsciente, en la dinámica corporal, en la imaginación. ¿Y no son elementos esenciales, núcleos generadores de la creación literaria? Nada importa saber o no saber sobre el culto de Selene, la diosa lunar, porque desde la infancia la red de símbolos nos apresa a través de la luminosidad y navegación de emociones, en palabras referidas a la presencia-ausencia lunar. Porque más allá de la emoción de la naturaleza hay otras dimensiones. Las ocultas redes simbólicas...
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«...que algunos ya no lo vean, o no conserven más que el simbolismo infantil, no invalida la estructura del símbolo. Porque el simbolismo es independiente del hecho de que sea o no comprendido, conserva su consistencia a despecho de toda degradación, y la conserva incluso cuando ya ha sido olvidado»26,

puntualiza con exactitud Mircea Eliade. Esta consistencia del símbolo es lo que permite la supervivencia del saludo rítmico lunar-solar en tantas latitudes, por pertenencia a ligazones, estadios profundos de pensamiento; y su relación en la configuración del mundo real-mundo imaginario, mundos poéticos...


¡Ay luna que reluces



toda la noche me alumbras!




(del Cancionero, siglo XVI)
               



¡Luna llena, luna llena



tan oronda, tan redonda



en esta noche serena



de marzo, panal de luz



que labran blancas abejas!




(Antonio Machado)
               

Salta a la memoria el envés misterioso, oscuro de la luna, la robadora de niños, muerte, en el Romance de la luna, luna, de Federico García Lorca...27


Por el cielo va la luna



con un niño de la mano.




Nada es uno sin su contrario, al juego-culto lunar, corresponde el culto-rito solar. Lo femenino y lo masculino, plata y oro, luz más luz, se reflejan en estas dos imágenes lorquianas.


La luna vino a la fragua



con su polisón de nardos.


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El sol, capitán redondo,



lleva un chaleco de raso...




Federico García Lorca traduce en estas imágenes la levedad de una luna extremadamente femenina, surgiendo del álbum de moda de fin de siglo, olorosa blancura floral, gestualidad antigua, misterio en puntillas. El sol rotundo, viril, seductor, es decir, poderoso, deslumbra en su entorchado uniforme, arrasante raso tornasolado, capitán de los tercios..., señor capitán.
Lorca mueve al sol y a la luna, visualizados en teatrales personajes de principios de siglo28.


ArribaAbajoSal, sol, sólito...

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¿Desde cuándo los niños españoles cantan esta canción?


Sal, sol, sólito



y caliéntame un poquito



para hoy y mañana



para toda la semana.




(Castilla)
               



Sol solet



véngame a veure



que tengo fred.




(Cataluña)
               

Gonzalo Correas, el gran humanista de Salamanca, recopiló, probablemente en las primeras décadas de 1600, esta cancioncilla y otras variantes de la canción saludo, canción invocación, al Padre Sol29.



Sal, sol, sólito



y estáte aquí un poquito



hoy y mañana



y toda la semana.


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Aquí vienen las monjas



cargadas de toronjas



no pueden pasar



por el río de la mar.




Pasa una, pasan dos



pasa la Madre de Dios



con su caballito blanco



que relumbra todo el campo.




Aquí viene Periquito



con un cantarito



de agua caliente



que me espanta a mí y a toda la gente.




(Correas: Vocabulario de refranes...)
               

Correas recoge la variante, como cancioncilla íntegra, de los cuatro primeros versos, y es la que hoy pervive en la memoria popular. Aunque no hemos encontrado una versión «completa», como la recogida por Correas, de invocación solar, sí comprobamos, una vez más, el mecanismo de la tradición oral, que funde textos, hace fórmulas de uno y otro verso, cambia las funciones, desplaza el texto a juegos diferentes, mantiene la red de símbolos.
Como retahíla de sorteo recogemos esta versión:


A/ Ya vienen las monjas



llenas de toronjas



con su caballito blanco



adornando todo el campo.



Campo mayor.



Campo menor.



Que ha dicho el perro



que le pongan fuego.



A la lata y al latero



la Niña del merendero.




(Granada, 1978)
               


  
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En canciones para columpio (B) y en juegos para atajar la calle (C) reaparecen los versos viajeros:
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B/ Con llaves de oro



para abrir el coro,



con llaves de metal



para abrir el hospital.



Pasa una, pasan dos,



pasa la Madre de Dios



con su caballito blanco,



retumbando el campo,



campo mayor



de san Salvador,




Llamaremos a Perico,



que toque el pitico,




(Murcia, núm. 182 de Antología)
               



C/ Que no pase nadie



ni mi santa madre



caballo blanco



que reluce por el campo



campo chiquito



campo mayor.




(Cuenca, núm. 192 de Antología)
               

A primera lectura, en los versos señalados de estas letrillas la invocación solar ha desaparecido. ¿Ha desaparecido totalmente? ¿No será más correcto decir que se ha desplazado en una red simbólica?
El sol es dador de luz, calor, fuego, alegría, fuerza, vida, renacimiento continuo, riqueza, oro...30 En suma, un momento de exaltación y plenitud, amor. Deslumbrante como la fantasía del amor que deslumbra.
En la imagen poética de estas letras, el símbolo solar sigue radiante, ahora desplazado en luminosa irradiación del caballito blanco / adornando / retumbando / que reluce en todo paisaje. Campo mayor-campo menor. Cabalga la luz. Y el sol deja sus llaves de oro para abrir el coro, para ver pasar a la Madre de Dios. Una imagen aureolada (Correas, y núms. 182 y 192). Pasa una, pasan dos... ¿Pasan las monjas, las toronjas, pasan? Releo la versión de Correas y la versión A. Condensado, ceñido estilo del motivo tradicional: lo femenino avanza con ese punto de sol concentrado que es la toronja, la naranja.
Un viejo cuento conduce la analogía. En Las tres naranjas del amor, dentro de cada naranja que le entregaban al joven príncipe, moraba una niña. La elegida.
El motivo de la naranja, símbolo de lo femenino y el amor, ofrenda, petición, está ampliamente difundido en la poesía tradicional... Dos breves ejemplos31:


Cuando los enamorados



enraman a sus amores



unos con dulces naranjas






Naranja dulce / limón partido



dame un abrazo / que yo te pido.




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En la cancioncilla antigua, las monjas, aunque cargadas de toronjas, no pueden pasar por el río de la mar (o tal vez por eso mismo). Y, sin embargo, Pasa una, pasan dos, llenan con su dorada promesa todo el campo. Constelación de imágenes, la red simbólica solar traspone siglos, reapareciendo en el surrealista Vals en las ramas32:


La monja



cantaba dentro de la toronja.




Así escuchó García Lorca la femenina voz oculta de la naranja, y vio en el Romancero gitano asomarse


Por los ojos de la monja



galopan dos caballistas.


. . . . . . . . . . . . . . .

¡Oh qué llanura empinada




con veinte soles arriba!




¡Qué ríos puestos de pie




vislumbran su fantasía!





  
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Constelación que se extiende desde las imágenes tradicionales a la poesía contemporánea de García Lorca, de Rafael Alberti, transformándose en invocación, deslumbramiento solar, exaltación y plenitud amorosa en la bellísima Canción de Alberti
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Abrió la flor del cardón



y el campo se iluminó.




Los caballos se encendieron.



Todo se encendió.




Las vacas de luz pacían



pastizales de fulgor.




Del río brotaban barcas



de sol.




De mi corazón, ardiendo



otro corazón33.






ArribaAbajoRitos de adivinación y azar

Frente a un devenir, a un destino que le es insondable, la sucesión a veces pavorosa de los días sin objeto, el hombre ha intentado escudriñar, desvelar su futuro, su fortuna. Oráculos, adivinos y echadores de suerte, anticipadores del porvenir, no son una invención de tiempos pretéritos.
El azar de la propia existencia se ha emparentado con la atracción poderosa del azar en el juego (dados, barajas, apuestas...).
Tirar cara o cruz, habas, tabas, piedrecillas, práctica para adelantar lo no venido. En los grandes rituales adivinatorios, el futuro era descifrado, leído, según la disposición, relación de piedras lanzadas, tres o cinco, desvelándose futuras incertidumbres, ya que el camino quedaba trazado, señalados los acontecimientos inesperados-esperados.
Echar suertes, jugar a la suerte, lejos ya desconcierto y temor, llega al universo infantil, con expectativa del afortunado o   —41→   desafortunado, prendidos ya en la emoción del azar, llámese chinas, vico, guá, canicas, payanas, hoyelos... Ganar o perder, sobresaltos y expectación, sufrimiento por la esquiva fortuna, pares o nones, chapas, cerillas, alfileres, cromos, constelación del juego, resplandeciente habilidad prodigiosa, picardía de la trampa, penar de perdedor, triunfo siempre tornadizo.
Las chinas
Increíbles juegos de habilidad de las manos al lanzar las cinco piedrecillas al aire, recoger dos, dejar tres, dejar cuatro, girar palma y dorso, construir puentes, huellas y giros de tejos al aire, cinco, cuatro, dos, uno, todo, cálculo exacto de tiempo-espacio, velocidad, juegos de birlibirloque. Y se pierde porque alguna piedra se escapa, o toca lo que no debe, o no llega con precisión a la que está en el aire. Un largo ritual con la palabra mágica que dibuja un ritmo.



Enadas



coladas



cocidas



asadas.




Endosas



hermosas



entresos



Teresas.




En cuatras



arroz, patatas.



¿Plantar o poner?



Planto



levanto



las flores



del campo



zapatito blanco34.




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ArribaAbajoEl trompo: el vértigo del movimiento y forma

Un pequeño objeto cónico, de madera, con un clavo o púa, en el que se enrolla una cuerda para lanzarlo y hacerlo girar; también se mantiene el movimiento con azotes de un látigo.
La habilidad, la destreza necesaria para su manejo, la competencia entre dos trompos danzarines, dan a este juego de muchachos una evidente modalidad: dominio motriz, corporal, precisión, medición tónica de gesto, concentración en el movimiento, vigilancia avizora, ya que la duración-velocidad del movimiento de la peonza requiere ser mantenido, guiado, regulado.
- Forma-movimiento, espacio-tiempo
Trompo, juguete tradicional, verticalidad lograda en el continuo giro sobre su eje. Rotación sobre sí mismo, equilibrio en el máximo dinamismo, desplazamiento en trayectoria recurrente, circular espacio trazado previamente, regla elemental del juego.
El movimiento del trompo es encantatorio, porque el giro atrapa la visión, suspende el tiempo lineal, internándonos en el hechizo al sustituir trompo por nuestro propio ser. La permanencia en lo rotatorio crea un estado hipnótico y se asocia con prácticas e ideas mágicas arcaicas35.
Juliete Grange, en agudo «Relato de un caso ejemplar: el trompo», desarrolla esta noción del movimiento:
«Fascina como fascina el movimiento de las aguas, el del espiral, el de todas las figuras circulares que se distinguen por realizar su estabilidad en el movimiento (...). Imagen evidente del movimiento astronómico, gira sobre sí mismo, descubre un círculo, [pero] las modalidades de esta relación permanecen en el dominio de lo probable. Se encuentran en Plutarco alusiones a la caída de los meteoritos (asimilados de manera metafórica a trompos). Éstos son astros que se sueltan de la bóveda celeste y caen girando en remolinos hacia la tierra, extinguiendo su fuego y convirtiéndose en piedras»36.

  
—43→  
- Dinámica del movimiento
·     Impulso-Lanzamiento. Encordonado el trompo, el muchacho, con un impulso preciso, lo lanza al espacio mágico; lo clava haciéndolo girar en la tierra, transformando la imagen astronómica, piedra en madera, fuego en aire, acuciando el remolino, regulando la huella del tiempo circulante.
Octavio Paz resume en brevísimo poema, del libro Piedras sueltas, la imagen visionaria del Niño y trompo.


Cada vez que lo lanza



cae, justo,



en el centro del mundo.




·     Rotación. La girada se mantiene, ya por el hilo o cuerda, por el impulso del látigo, para imprimir velocidad, zigzagueante sesgo que en lo vertiginoso parece detenido, tan sesgo que parece que no se menea37, centro de sí mismo, inmovilidad fementida, antagónica tensión del vértigo y detención, apariencia de quietud en pleno torbellino, fluencia febril.
·     Inclinación. Ya en la embriaguez del giro, tambalea, borracho de tanto movimiento, cesa, cae, abatido sobre un costado.
- El sonido, zumbido del trompo


¡Oh, claro, claro, claro!



Se da trato de cuerda,



que es lo infantil, y el trompo



de música resuena.




(Antonio Machado)38
               

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Poder hipnótico de la imagen dinámica del trompo, acrecentado por el incisivo sonido, zumbador, agudo canto. Si encantatorio es el espacio que dinamiza, aún más este sonido extraño, inquietante, misterioso. Débil, agudo, persistente rumor, canto rotando, rodando, adentrándose en el oído, en las vistas, escarbando el corazón.
  —44→  
El escritor peruano Arguedas descubre en un capítulo de Los ríos profundos la intensidad del sonido-movimiento en la entrañable relación de los niños y el juguete, en un patio de escuela, extraña memoria recobrada, recuerdos infantiles novelados (ver págs. 135-137).
«El canto del zumbayllu se internaba en los oídos, avivaba en la memoria la imagen de los ríos, de los árboles negros que cuelgan de las paredes de los abismos.
Miré el rostro de Antero. Ningún niño contempla un juguete de ese modo. ¿Qué semejanza había, qué corriente entre el mundo de los valles profundos, y el cuerpo de ese pequeño juguete móvil, casi proteico, que escarbaba cantando la arena en la que el sol parecía disuelto?»

(Arguedas: Los ríos profundos)
               

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Sólo en la poesía, en el sueño y en el juego... podemos asomarnos a los ojos de ese niño. Contemplar con el corazón detenido sucesión de imágenes, analogías, semejanzas, la magia turbadora, reactualizante de otros gestos, otros rostros, otra mirada, otra percepción del objeto transformador, núcleo imán, juego de la infancia, trompo, peonza, peón, zumbador39.
Estrechamente ligado a la noción de forma-espacio-tiempo, movimiento-sonido, el juego del trompo posibilita una imagen   —45→   especulativa, la construcción de tramas imaginarias en la infancia. Desde la percepción y estructuración en imágenes dinámicas, los poetas, iluminando esa trama, la transfiguran en imagen poética. Antonio Machado, en la voz de Juan de Mairena, recuerda su aislamiento, un instante de su niñez, aprisionada en un cuarto oscuro, escuchando fluir el tiempo, la soledad, percibido en el sonido inquietante del paso destructor e incesante tiempo roedor, huidizo, tiempo carcoma...
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El niño Juan, el solitario,



oye la fuga del ratón



y la carcoma en el armario



y la polilla en el cartón.




El niño Juan, el hombrecito,



escucha el tiempo en su prisión:



una quejumbre de Mosquito



en un zumbido de peón.




El niño está en el cuarto oscuro



donde su madre lo encerró;



es el poeta, el poeta puro



que canta ¡el tiempo, el tiempo y yo!40




(Antonio Machado: Recuerdo infantil)
               

El ahora adulto, poeta ya desde niño, enlaza el discurrir temporal -de la soledad, el tiempo, la poesía- con la imagen grabada en la memoria del gemido-zumbido del trompo-tiempo (llamado también peonza, peón):


escucha el tiempo en su prisión



una quejumbre de Mosquito



en un zumbido de peón.




Recurrentes imágenes primordiales, percepción, imaginación, emoción del juego infantil del trompo. El escritor prendido al hilo de la memoria como al cordón del juguete, se lanza a pulso del   —46→   geométrico corazón de madera acuciado, acosado, canto gemido, danza torbellino, hiriendo el centro del mundo, su mundo, hechizo, maravilla. Tramas imaginarias: el trompo asociado a la trampa del amor, que turba, perturba, anuda, sin poder deshacer el hechizante lazo, otra imagen, en el poeta clásico, clamando:


... deja, deja de hechizarme,



suelta, suelta ese trompo encordonado41.




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ArribaAbajoEl laberinto de la Rayuela

«Otro juego, recuerdo de una antiquísima práctica adivinatoria es el de la rayuela, truque, truco, pitajuelo, trillo, etc. Consiste en un rectángulo trazado en el suelo y rematado por una semicircunferencia y que presenta determinados compartimentos, señalados por números y diversos nombres, como: cielo, infierno, gloria, tierra, luna, sol, etc. Se juega arrojando un canto rodado o piedra plana, al primer compartimento de un puntapié, sosteniéndose solamente con el pie derecho y sin poder tocar las rayas de las figuras. Entre la variedad de trazados, se aprecia el círculo simbólico del sol, con los siete compartimentos correspondientes a los siete planetas tradicionales o con los doce relativos al zodíaco.»

(Antonio Lorenzo Vélez: «Algunos juegos infantiles...»)42
               


  
—47→  
Comienza el juego con el trazado de perímetro y estancias; luego, la partida por el jugador, empujando la piedra con el pie, girar hacia la mitad del camino, sin temor ni vacilación, justa voltereta total en el descanso, para retomar la trayectoria al frente, de frente hacia el término, continuar recto, si es posible, sorteando, saltando, deslizando el canto rodado hacia el centro de cada estancia, casilla, sin rozar los límites, en el difícil equilibrio de saltar y mantenerse con un solo pie, uno solo, menguada apoyatura en la tierra, para llegar al Cielo, Casa, Sol... Y desde allí mínimo-máximo triunfo, vislumbrar, sin ver, cuántos siglos de azar habranse recorrido desde la partida, sentir tal vez la extraña sensación de que al llegar a la meta (cielo, gloria, casa) quizás un día...
«de la Tierra al Cielo las casillas estarían abiertas y el laberinto desplegaría como una cuerda de reloj rota»,

como bien jugará, en su Rayuela, Julio Cortázar.43
¿Quién, sin perder su equilibrio, se atreve a jugar a la Rayuela?


ArribaAbajoRitos de ascensión: Columpios, cometas

Columpios, mecedoras, conquistadores del movimiento en el aire, dibujan en la sensibilidad del niño, en su construcción dinámica imaginaria, la huella del vértigo, la ascensión. Gerardo Diego revela en plástica vanguardista la sensación del columpio como impulso, dominio, ensueño, en una imagen visionaria.
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A caballo en el quicio del mundo



un soñador jugaba al sí y al no.




Las lluvias de colores



emigraban al país de los amores.



      Bandadas de flores.



Flores de sí. Flores de no.



      Cuchillos en el aire



      que le rasgan las carnes


—48→

      forman un puente.



Sí.



No.



      Cabalga el soñador



      Pájaros arlequines



cantan el sí



cantan el no.




(Gerardo Diego: Columpio)44
               

En la tradición oral infantil el columpiarse va acompañado de cantinelas al ritmo del balanceo, jugando con arriesgados pases por delante del columpio, alternando acelerando, desacelerando, intensidad y velocidad...


Con llaves de oro / para abrir el coro



con llaves de metal / para abrir el hospital




Con las llaves solares para abrir el vértigo del vuelo. Quien es mecido, quien se columpia quiere salirse del quicio del mundo, llegar cada vez más lejos, reactualizando un saber oculto en olvidados mitos y ritos. Constante presencia en la vida psíquica del niño y el hombre.
Tanto en el mito, en el rito y en creencias populares, existen coincidencias permanentes: un idéntico impulso, intento de ascender, de llegar a un Más Allá, buscando en la altura el reencuentro con seres perdidos, después de agotar, en la tierra, la posibilidad de recuperar la presencia, audaz rescate de la Muerte.
«Mas como buscados no parecieran por la tierra, por mostrarse obedientes observadores de los mandatos divinos, colgaron de altos árboles sogas, y mecíanse arrojándose reciamente de arriba abajo, para que con esta diligencia echasen de ver los dioses que buscaban aquellos cuerpos, no sólo por la tierra, sino por el aire.»

(Rodrigo Caro: Días geniales...)45
               

En el norte argentino existe la creencia de que columpiándose, cercana la fiesta de los muertos, se logra rescatar almas del Purgatorio46, es decir, re-encontrar, revivir, llegar por este rito al umbral de la vida-muerte,


[...] A caballo en el quicio del mundo



un soñador jugaba al sí y al no...




  
—49→  
columpiarse..., comenzar el vuelo, convertirse en el señor del juego y el sueño. Medir, acelerar, saberse impulsado, subir alto, más alto, rozando el verde último de las hojas, y en esa instantánea frontera, imposible retorno, descenso, pies en tierra, ahora arriba-abajo y el universo oscilando.
Aire, bandadas, movimiento sobreponiéndose al latido alarmante del corazón, en la boca ya, tensarse y lanzarse, repliegue, extensión y frágil equilibrio de la fuerza ascendiendo. Los gritos, de allá abajo, voces y cuerpos empequeñecidos. Acallado grito, corazón, corazón, ¿por qué gritas? Alucinante viaje de colores, olores, embriaguez de miedo, osadía en estallidos de luces, franjas, ráfagas de aire verde, pies y torso dibujando el impulso, para después regresar, cediendo, aposentarse, como un héroe, barco ebrio de qué, pisar vacilantes la tierra, mientras otro iniciaba el camino, el vuelo, tamaña hazaña. Pues sí:


¡Valiente hazaña el vuelo!




(Antonio Machado)
               

En la infancia, recuerdo, no era tan difícil volar. Como Machado quería...
ilustración


¡Qué fácil es volar qué fácil es!



todo consiste en no dejar que el suelo



se acerque a nuestros pies.




A tropel, saltar ¿cuántos escalones esta vez?; comenzar el «principio de vuelo»; correr y saltar, andar por los aires, imagen arquetípica del volar.
Cometas, volatines, bailarín del espacio
Otra imagen del vuelo simbólico, surcar el aire como las cometas, estela, volatín del espacio, frágil papel volador.
«El motivo de la "ascensión" al cielo, por medio de una cuerda, un árbol o una escalera, es creencia frecuente en los cinco continentes (...). Hay otras versiones en las que el héroe llega al   —50→   cielo subiéndose a un cocotero, o utilizando una cuerda, un hilo de araña, una cometa.»

(Mircea Eliade: Mitos de ascensión)47
               

Cometa, bailarín del espacio
Al juego de cometas48 le precede un minucioso trabajo de construcción y de reconocimiento de los materiales, las cañas, el papel de seda, la medición y la geometrización, el equilibrio del peso, la cola de la cometa, la proporción y el color. Artesanales manos, afectividad puesta en cada juntura, lenta construcción romboide de un corazón rumboso, que ése sí ascendería alto y libre, cuando llegue el día inexorable de la prueba del vuelo.
Comparte el gozo, la emoción de hacer volar la cometa, elevarse, ser cometa, la plenitud de la infancia, la poesía, pasión de los hombres por el vuelo y el viaje sideral...


... más alto



sobre las estrellas del mar



celeste, en un aéreo asalto,



en una ascensión infinita



sobre la nube y la ultranube




(Gerardo Diego: «La cometa»)
               

La cometa, sujeto corazón a las manos, a la percepción del aire, de la lejanía y altura, dinámica imagen literaria. Dámaso Alonso funde en la libertad de la cometa la personal libertad:
ilustración


El niño se sonreía



-mano inhábil, ojo atento-



y la cometa en el viento



-su corazón- se cernía.



Ave, cometa, de un día,



su corazón soñoliento



pues el corazón quería



huir -pero no podía,



pero no sabía- al viento.




(Dámaso Alonso: «El niño y la cometa»)
               


  
—51→  
Cometa, vuelo, libertad, imagen dinámica, eso es


Ala que se inventa el niño



y se anuda a los brazos.



Mensaje a lo celeste



corazón del verano.




(Claudia Lars: Barrilete)
               




ArribaAbajoEl árbol

Primavera y verano desencadenan una variedad de juegos en los que la tierra, los vegetales, los pequeños bichos, se multiplican, como se multiplican las ramas y las hojas en los árboles. Qué emocionante riesgo trepar por entre las ramas, calcular la resistencia donde pie y peso sostenido, medir impulsos para el salto, el deslizamiento, la fuerza y flexibilidad para alcanzar el peldaño superior, no mirar, porque el vértigo, el miedo paraliza, y una invisible mano podría empujarte hacia la caída. Pero cuando has llegado a la copa no sientes las heridas ni rasguños que el árbol, corteza, espinas, ha dejado. ¡Qué sensación de triunfo, de poder, de haberte transformado en esa ascensión, mitad pájaro, mitad aire, mitad verde! Y allí, en ese territorio, construir el refugio, avistar las nubes más cercanas, el horizonte más distendido, envolverte, esconderte entre hojas, orugas, hormigas.
Árboles grandes y protectores, árboles dadores de fuerza, valentía, árboles de la niñez memoria verde de los días -olmo, ombú-, paraísos, jacarandá, tala, castaños, acacias..., ceibal restellante de rojos, hirsutamente defendido, palo borracho.
Los mágicos árboles de la infancia reactualizan en la percepción y sensorialidad infantil la creencia del Árbol de la vida, el Árbol sagrado, la naturaleza en su continuo devenir y regeneración.
Árbol alzándose como centro del mundo, imagen axial del universo, árbol maravilloso que canta, que habla, que da frutos de oro, árbol paradisiaco de los cuentos de encantamiento.
Árbol para ascender, árbol centro en las danzas de san Juan o mayo, es la primavera,
  —52→  


Que por mayo era por mayo



cuando hace la calor.




cuando se renueva, ya en fiestas populares, esta creencia del árbol axial, la posibilidad de ascender49, en dura y resbaladiza prueba, al Palo de mayo o cucaña. Juego para niños y muchachos, trepando hasta lo más alto, hasta encontrar una simbólica porción, deleitable paraíso -regalos, golosinas-, prendidos en su punto terminal. «Plantada del mayo» entre los muchachos de la aldea, árbol de mayo para danzar los jóvenes alrededor del símbolo de fuerza y vigor, alto, inagotable.
ilustración
El subir a la cucaña
más que fuerza quiere maña.


ArribaAbajoLa Noche de san Juan

Las fiestas populares renuevan un lazo entre los miembros de la comunidad, participación general, viejos, jóvenes, adultos, niños. La celebración del solsticio de primavera, relacionada con antiguos ritos de vegetación-fertilidad, tiene en la noche de san Juan una mágica efervescencia.
«Todas las regiones celebran la noche de san Juan y es sin duda la fiesta que más elementos y variaciones de forma presenta. Son las principales el fuego y el agua: el primero simboliza el sol abrasador, que cae sobre los campos dorando las mieses, mientras vemos el agua volviendo a refrescarlos...preparándolos para un nuevo brote.»

(Luis de Hoyos Sáenz y Nieves de Hoyos: La fiesta de san Juan)50
               


  
—53→  
La noche es mágica, dadora de felicidad, la noche de amor. Vegetación y danza, amor y fuego se condensan en el cantar.


A coger el trébole,



el trébole, el trébole;



a coger el trébole



la noche de san Juan.




Para los niños, la mayor actividad se enlaza con los preparativos de la hoguera de san Juan51. Buscar las ramas, reconocerlas, disponerlas sabiamente en la gran pira, vigilantes, no vaya a ser que otros niños sustrajeran las ramas para las otras hogueras que arderán en la noche solar. Encendido el fuego, señor de la vida, la consumición, elemento purificador, fascinante, principio de Vida, acalladas las danzas y canciones, alistarse para el salto, el gran salto sobre el fuego menguado, pero fuego, y salir intacto, poderoso, quemados fantasmas, chamuscados miedos.
La noche de san Juan, con toda su intensidad mágica y antigua que refleja en el niño, es evocada por Xosé Neira Vilas en Memorias dun neno labrego.





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