Chicos

Chicos
chicos

miércoles, 3 de agosto de 2011

La hora del cuento

La hora del cuento


Monserrat del Amo

Portada

[Indicaciones de paginación en nota.1]


  
-V-   
ArribaAbajo

Prólogo

La autora de este interesante libro no necesita presentación. Desde muy joven viene dedicando toda su actividad a los niños, consagrándoles lo mejor de su espíritu, por lo que a todos los que de un modo u otro estamos relacionados con la literatura infantil, nos es muy familiar Montserrat del Amo.
Tanto editores y libreros como bibliotecarios, y sobre todo niños aficionados a la lectura, han tenido ocasión de conocerla al menos en una de sus dos facetas principales: excelente y amena escritora o habilísima narradora.
Sus publicaciones son ya numerosas y varias están galardonadas con importantes premios literarios. ¿Qué niño no se ha deleitado con la tierna poesía de «Rastro de Dios», premio Lazarillo 1960? O con la gracia castiza de «Se ha perdido el 'Sentao'», finalista del premio C. C. E. I., de 1963?» «"El Sentao" y los Reyes», el «Osito Niky», «Misión diplomática», «Montaña de luz», «Gustavo el grumete», «Cuando florezcan los rosales», etc., son títulos corrientes en cualquier biblioteca infantil; así como «Fin de carrera», «Hombres de hoy, ciudades de siglo», «Patio de corredor», premio Abril y Mayo 1956 (Escelicer), y «Todo un joven» -precursor de las Bibliotecas viajeras-, figuran sin duda en las colecciones de muchos adolescentes.
La relación de esta serie de títulos es más que suficiente para acreditar a un autor, pero no es de la escritora de la que deseamos tratar, nos interesa más bien en esta ocasión la narradora, que aunque tal vez no sea tan conocida del público en general, no es por ello menos importante su labor, ni mayor el entusiasmo de sus habituales lectores, que el que despierta en los pequeños oyentes que han tenido la suerte de escucharla.
  -VI-  
Los niños de las barriadas de Prosperidad, de Embajadores, de Cuatro Caminos, que acuden regularmente a las Bibliotecas Populares de Madrid, han tenido ocasión -gracias a Montserrat-, de entusiasmarse con las «Hazaña del rey don Pedro», de emocionarse con alguno de los conmovedores cuentos de Andersen, de estimularse con el relato de la propia vida de Hans Christian e, incluso, de tomar parte activa en lecturas colectivas, como las de los «Salmos»; que, sin previa preparación, improvisaron con gran éxito.
Y no solamente son los niños los que vibran con las narraciones de Montserrat; los mayores que por una u otra razón tenemos ocasión de escucharla, quedamos prendidos de su palabra, aunque lo que cuente sea tan pueril como «El patito feo»; admirando su habilidad para captar la atención de sus oyentes, su forma tan natural de introducirles en el mundo de la fantasía, su amenidad inagotable, su delicada manera -tan levemente insinuada- de destacar algún hecho que haga pensar al niño, que cale muy hondo en su corazón, que le impulse a admirar y desear las virtudes que adornan al protagonista, o menospreciar sus defectos y sobre todo, que siempre trata el tema que logra sembrar un deseo, un afán de superación, que estimula a los pequeños.
¿Quién sería capaz de sostener la atención de 200 chiquillos más de una hora, sin el menor signo de cansancio o distracción, sino esta maravillosa narradora que es Montse? ¿Quién puede dar tal emoción, e interés al relato, que, con sólo observar los rostros de los pequeños, pueda seguir los incidentes de la narración hasta ver reflejado en ellos el estupor, la pena, la intriga, o la radiante alegría, si todo acaba con el triunfo del héroe? Sólo una persona que conozca profundamente al niño, que le ame y desee por ello hacerle partícipe del goce, del inmenso beneficio que proporciona la lectura, iniciándole en tan hermosa afición.
Y esto es lo que resuelve magníficamente este libro sobre «La Hora del Cuento», editado tan acertadamente por el Servicio Nacional de Lectura. Manual práctico y útil sobremanera que, exento de teorías y divagaciones, se ciñe concretamente a su único objetivo, transmitir unas experiencias vivas, fruto de muchas jornadas de trabajo, en contacto   -VII-   directo con los lectores de nuestras Secciones Infantiles y, por cierto, de una manera tan altruista que en estos tiempos materializados casi resulta anacrónica.
Por eso estas líneas expresan simplemente el justo reconocimiento de las Bibliotecas Populares de Madrid a la magnífica labor de narradora que en ellas viene realizando la autora de este libro y el deseo de que tanto padres, como educadores y encargados de bibliotecas infantiles y juveniles; sepan que cuanto se contiene en él, lo que la autora aconseja y sugiere, y todas las normas que expresa, han dado óptimos resultados y por ello considero al citado Manual el mejor lazarillo para los que deseen dedicarse al mínimo y maravilloso arte de hacer feliz a los niños, lo que la autora ha logrado plenamente según lo corrobora el entusiasmo del público infantil cuya opinión en esta materia es la única que cuenta a la hora de la verdad.
Elena Amat Calderón,
Directora de las Bibliotecas Populares de Madrid.
  -VIII-  
La autora de este libro
La autora de este libro durante una de sus intervenciones como narradora en las Bibliotecas Populares de Madrid.




  
-1-   
ArribaAbajo

La lectura como afición infantil

Los libros ofrecen al niño, además de una serie extensísima de conocimientos científicos, unas posibilidades inagotables de goce y enriquecimiento vital, desde el punto en que aprenda a leer y haga de la lectura su más querida y practicada afición.
Cierto es que las familias suelen interesarse, en una inmensa mayoría, por el aprendizaje de lo que podríamos llamar la mecánica de la lectura. Es un deseo muy extendido el de conseguir que un niño aprenda pronto a leer, e incluso antes de su ingreso en la escuela, ya la madre o un hermano mayor procura enseñarle a distinguir las letras. Avanza el proceso y el niño empieza ya a juntarlas, formando sílabas y, en seguida, palabras. Un buen día, el nuevo lector sorprende a los suyos leyendo de corrido la cabecera del periódico matinal. La familia comenta alborozada: «El niño ya sabe leer». Se le considera, por tanto, apto para aprovechar las enseñanzas de la escuela y tranquilizada ya a este respecto, la familia no vuelve a ocuparse de la lectura del niño, contentándose a lo sumo con vigilar su trabajo escolar, como si no hubiera en el mundo más libros que los de texto.
El niño se encuentra abandonado, sin dirección ni apoyo en este momento en que debería iniciarse su afición a la lectura.
Conoce, es cierto, la mecánica de la lectura, se le ha entregado el instrumento, pero nadie le anima a usarlo para su goce y satisfacción personal, ofreciéndole libros apropiados a su edad, que afinen sus sentimientos, y le permitan el cultivo libre de su inteligencia, para facilitar de este modo su apertura al mundo que les rodea, y su plena incorporación a la vida social.
Insistimos en lo pernicioso de esta actitud de indiferencia con respecto a la lectura de los niños. Ninguna familia, cuidadosa del bien de sus hijos, deja de procurar a éstos la alimentación apropiada durante su infancia, bajo el pretexto de que, habiendo ya aprendido los más pequeños a usar la cuchara y manejar convenientemente los cubiertos, pueden elegir por sí mismos su comida y alimentarse siguiendo los dictados de su capricho. Esta actitud, que todos rechazamos para el alimento material del niño, se adopta para su nutrición espiritual, administrándole todo lo más unos comprimidos de vitaminas -libros de texto- de toma obligatoria.
Es preciso tener en cuenta que el acto de la lectura constituye para el principiante un difícil y trabajoso ejercicio, que sólo la práctica llegará a facilitar.
Tiene que distinguir las letras, unirlas entre sí, emitir en voz alta su equivalencia en sonidos, y asimilar la idea que expresan dichas palabras.
  -2-  
El proceso de la lectura presenta, por tanto, el siguiente encadenamiento:
1.º Conversión de signos en sonidos.
2.º Conversión de sonidos en ideas.
3.º Comprensión y asimilación de dichas ideas.
Este triple juego de transformaciones exige del principiante mucha atención y esfuerzo. Para medirlo con toda su importancia, basta hacer una sencilla prueba. Después de la lectura en voz alta realizada por un niño que empieza a leer ante un grupo de compañeros de su misma edad, preguntaremos a éstos sobre el texto, para medir su comprensión. De sus respuestas deducimos claramente que los oyentes han asimilado mejor la narración y pueden dar más detalles sobre ella que el lector, apenas capacitado para explicar el asunto. ¿Cuál es la razón de esta diferencia? No puede negarse que ha sido precisamente este último quien más atención y esfuerzo ha aportado al acto de la lectura en común. ¿Cómo se explica ahora que a ese mayor esfuerzo no corresponda una más profunda asimilación del texto leído? Muy sencillo. Los oyentes se han limitado a traducir los sonidos en ideas (tercera fase del proceso de la lectura, común a las conversaciones y a toda relación oral entre los seres humanos) mientras que el lector, absorbido por el trabajo de convertir los signos en sonidos (primera parte del proceso), no ha podido intentar siquiera lo demás. Por tanto, nada, o muy poco, ha logrado asimilar de la lectura.
La dificultad de la lectura se agrava, además, por las palabras desconocidas que el niño encuentra en los libros continuamente, a causa de la mayor riqueza de vocabulario de la palabra escrita en relación con la hablada, al uso de giros poco corrientes o distintos a los empleados en las conversaciones cotidianas, y a la alusión de temas que le son poco familiares o por completo desconocidos
No es de extrañar que tantas dificultades desanimen al incipiente lector. Apenas logra asimilar sus lecturas y por esta razón, el mundo de los libros, aunque le es accesible, todavía se le presenta hermético. Rechaza la lectura, por las dificultades que encierra para él, y porque no encuentra quien le ayude y anime a superarlas. Cierto que los deberes escolares le obligarán a aceptar la forzada compañía de los libros de texto, pero durante sus ratos de descanso, en los que libremente puede elegir sus propias diversiones, parece ignorar la existencia de libros de imaginación. Nadie le ha dicho cuánta riqueza encontraría en su lectura, sólo al precio de un pequeño esfuerzo inicial.
Pasan los años y el niño, muchacho ya, que hace mucho tiempo ha superado por completo las dificultades mecánicas del proceso de la lectura, sigue de espaldas al mundo de los libros, negándose a sí mismo una fuente inagotable de goce y de cultura. Mantiene su despego simplemente por el recuerdo de esa dificultad primera, ya que, una vez superada, no ha vuelto a plantearse el tema de la lectura como diversión.
Y es que el niño necesita un impulso inicial que le conduzca hasta los libros, y una asistencia que, durante cierto tiempo, dirija su atención hacia ellos.
La afición a la lectura se transmite de un modo directo, personal.
Resultarían inútiles cuantos esfuerzos se hicieran para fomentarla y extenderla a través de los grandes medios de difusión que nos ofrece la técnica, como la radio, el cine, la televisión y la prensa diaria, y utilizando los más depurados medios de la propaganda moderna.
Así podría despertarse el interés de un determinado sector de público (formado   -3-   por los que ya eran lectores habituales) hacia un determinado género literario o un título concreto, pero no se conseguiría extender la afición a la lectura.
H. C. Andersen leyendo a un niño enfermo
H. C. Andersen leyendo a un niño enfermo. Pintura de Elisabeth Jerichau-Baumann en 1882, conservada en el Odensee Bys Museer.
Es que las cosas verdaderamente importantes de la vida necesitan el calor y la atención humanas, del esfuerzo personal y la dedicación de un individuo, para que vivan, se transmitan y crezcan.
Por eso, en la memoria de todos los aficionados a la lectura se guarda con agradecimiento el nombre concreto de la persona que les inició en el mundo de los libros.
Esa persona, necesaria y determinada, puede encontrarse en ocasiones dentro del ambiente familiar. Así ocurre cuando en la casa se respira un ambiente de elevado nivel cultural, donde los hijos acostumbran a ver desde muy pequeños el interés que despierta la lectura en sus padres y hermanos mayores, y donde, dentro de la misma casa, existe un número más o menos elevado de libros, que guardados en lugar y modo apropiado, forman la biblioteca familiar. En una familia así, los niños, más tarde o más temprano, y de un modo espontáneo y natural, se irán influyendo por la tónica del ambiente, tan favorable a la lectura, hasta llegar a ser ellos mismos grandes lectores.
La iniciación a la lectura más eficaz, fácil y segura es la que se recibe, por tanto, dentro de la misma familia.
Pero todos sabemos que, por ahora, no son tan numerosas como serían de desear las casas que cuentan con una biblioteca a tono con su nivel económico, formada por títulos suficientes como para que puedan encontrar en ellas obras de interés y debidamente apropiadas a su edad y conocimientos todos los miembros de la familia y con un fondo que se vaya ampliando constantemente.
  -4-  
Al no darse estas circunstancias familiares los niños quedan, con respecto a la lectura, a la expectativa de lo que puedan recibir en la Escuela. El maestro les enseñará, es seguro, la mecánica, obligándoles a familiarizarse con ella. Pero ¿podrá llegar más lejos en su influencia, que a la simple enseñanza material? Muchas son las causas que se lo obstaculizan, hasta llegar a impedírselo en ocasiones. La falta de tiempo, la dificultad material de procurarse los libros necesarios para formar una biblioteca escolar e incluso un concepto demasiado estricto de la instrucción, que le hace rechazar como falto de interés a todo libro que no esté dedicado directamente a la enseñanza de una disciplina científica.
Omitida la acción de la familia y dificultada la del maestro por diversas causas, sólo queda una esperanza: la actuación de los bibliotecarios que, a través de las secciones infantiles de las bibliotecas públicas, pueden y deben ser los más directos encargados de iniciar a los niños en el mundo de los libros, fomentando la lectura, y logrando de este modo la introducción de una fuente incalculable de vida y de cultura en todos los ambientes de la sociedad española.


  
-5-   
ArribaAbajo

La narración como incentivo de la lectura


ArribaAbajo

«La Hora del Cuento»

El método más apropiado de que puede servirse un bibliotecario para extender la afición a la lectura entre los niños y comunicar una intensa vida a la marcha de la biblioteca infantil es la organización de «La Hora del Cuento».
Llamamos «Hora del Cuento» en una biblioteca infantil al espacio de tiempo que se dedique periódicamente y dentro del mismo edificio destinado a la lectura, a las narraciones orales a cargo del bibliotecario o persona por él designada, ante un auditorio más o menos numeroso y homogéneo, formado por lectores habituales de la biblioteca, o por otros niños que hayan sido especialmente invitados al acto.
«La Hora del Cuento» tendrá distintos efectos en los niños que asisten a ella: En los más pequeños servirá para abrir nuevos cauces a su fantasía, en los medianos actuará como un estímulo inmediato a la lectura, mientras que ayudará a los mayores a definir sus propios gustos y aficiones, afinando su sensibilidad y madurando su juicio, pero en todas las edades servirá de enlace entre la vida personal de cada niño y el contenido de los libros.
Organizándola debidamente y manteniéndola con constancia, pronto vendrá a ser «La Hora del Cuento» el alma que vivifique la marcha de una biblioteca infantil.


ArribaAbajo

Espacio de tiempo

Fundamentalmente, «La Hora del Cuento» es un espacio de tiempo. Espacio que es preciso dedicarle, contando no sólo con la duración material de las sesiones, sino también con el necesario para la previa preparación de cada una de ellas.
La duración de las sesiones depende de las actividades que se incluyan dentro de la misma. Habremos de calcular una media hora aproximadamente para la narración de un cuento principal, base y fundamento del programa. Otra media hora para una recitación o historia escenificada y una media hora más para juegos y concursos.
Estas tres partes formarán «La Hora del Cuento», pero no se deben implantar en su totalidad desde las primeras sesiones, sino simplemente comenzar por el primer espacio, esperando a que los otros dos -escenificación y juegos- surjan de modo casi espontáneo, en sucesivas sesiones.
Fijaremos, por tanto, como en hora y media, el espacio máximo de tiempo conveniente para una sesión.
  -6-  
A esto deberá añadir el narrador el que calcule para la necesaria preparación previa, más laboriosa y lenta en un principio, hasta que la práctica vaya facilitando progresivamente la tarea, sin que pueda llegar a suprimirse en ningún caso, ya que «La Hora del Cuento», en sus sucesivas realizaciones, afinará y ampliará el gusto de los niños asistentes haciéndoles más exigentes en sus juicios. Será preciso, por esta razón, ir elevando al mismo tiempo el tono literario y la presentación oral de las narraciones, procurando crear nuevos temas de interés, para que se mantenga el efecto estimulante que debe representar para los pequeños lectores.


ArribaAbajo

Periodicidad

Si deseamos conseguir con «La Hora del Cuento» los ambiciosos fines que nos proponemos, hemos de concederle también sus premisas necesarias. Una de ellas, y no la menos importante, es la periodicidad. «La Hora del Cuento» ha de tener su hora fija, en un día previsto y conocido de antemano por todos los asistentes a la biblioteca, y cuya realización no se cambie, sino por muy graves razones.
Su frecuencia se marcará únicamente atendiendo a las posibilidades materiales del narrador, desde un máximo de una vez por semana, el término ideal, hasta un mínimo de una vez al mes.


ArribaAbajo

Lugar

«La Hora del Cuento» tendrá lugar dentro del recinto dé la biblioteca.
De antemano rechazamos la posibilidad de reunir a los niños en algún edificio distinto y separado de la biblioteca infantil, para celebrar allí las sesiones habituales de «La Hora del Cuento», aduciendo el motivo de poder disponer así de un sitio más amplio, o mejor acondicionado para el acomodo del auditorio y la actuación del narrador.
Con mucha frecuencia se presentará este caso: un salón en el Ayuntamiento, un aula en la vecina escuela o un cine próximo nos tentarán con sus ventajas materiales, en comparación con el local de la biblioteca infantil, pequeño e incluso insuficiente en ocasiones.
A pesar de todas las ventajas que estos locales extraños parecen ofrecer, su aceptación y uso no presentan en la práctica más que inconvenientes.
La diferencia de sitio material entre el elegido para efectuar la narración oral y el destinado a guardar el libro impreso, hará que los niños consideren «La Hora del Cuento» como un espacio de diversión, sí, pero separado y aparte de sus posibles ratos de lectura. Los esfuerzos del narrador para establecer la relación entre palabra escrita e impresa serán inútiles. Las referencias concretas a un libro, o libros determinados que se encuentran en las estanterías de la biblioteca, imposibles.
Si el fin de «La Hora del Cuento» es atraer a los niños hacia la lectura que pueden gustar en los libros de la biblioteca, la evidencia nos aconseja conducirlos allí mismo, y no a la acera de enfrente o dos calles más abajo.
Las sesiones se celebrarán, por tanto, dentro del recinto de la biblioteca, en un local apropiado para tales actos, si acaso se dispusiera de él, o en la misma habitación destinada a la lectura.
En este último caso, el más frecuente, bastará apartar las mesas, cuando la   -7-   afluencia de niños lo aconseje, y colocar al auditorio lo más cómodamente posible sentado en sillas y bancos, e incluso en el suelo.
Los mismos lectores se prestarán, de buen grado, a ayudar a los preparativos necesarios, aportando su colaboración material a «La Hora del Cuento».


ArribaAbajo

Narración oral

Es preciso tener presente en todo momento que el elemento primordial y básico de «La Hora del Cuento» lo constituye la narración oral de historias fantásticas o reales ante un grupo de niños lectores.
El contacto directo entre el narrador y su auditorio, a través de la palabra, realizado en un ambiente de cordial familiaridad y lejos de todo elemento que pueda distraer esta directa relación humana, produce unos efectos que sería difícil conseguir por otros medios.
Por una parte, el niño se siente acompañado, seguido en sus lecturas, siempre que el narrador haga referencia a algún dato concreto de los libros que se encuentran en las estanterías, o al ambiente y a la marcha de la biblioteca. Además, la narración oral se presta al diálogo que, por breve y dirigido que sea, servirá para despertar en el niño el interés hacia una serie de temas o libros que se citen. No será ya la referencia general, impresa en un libro y dirigida a muchos, sino una llamada de atención individual y, por tanto, mucho más eficaz.
La fluidez de la palabra hablada produce en los niños la sensación de que están asistiendo a la creación del cuento, lo que ocurre realmente con mucha frecuencia, pues el narrador, bajo la influencia inmediata del ambiente, modifica, de talla, o simplifica la historia, apartándose de la línea trazada en una previa preparación, e incluso llega hasta inventar otra nueva, que le parezca más apropiada a su auditorio.
La narración oral aproxima al niño en cierto modo al misterio de la creación literaria, por medio de la palabra hablada, con una viveza que ningún otro sistema de comunicación -libro impreso, proyección fija o animada, disco o cinta magnetofónica- sería capaz de producirle.
No se trata de desterrar de «La Hora del Cuento» estas formas de comunicación del pensamiento, sino, sencillamente, de dosificar su uso, pues existe el peligro de que la mayor comodidad en la utilización que presentan los medios audiovisuales, llevase al organizador de «La Hora del Cuento» a preparar con ellos la totalidad de las sesiones.
Se procurará, en todo caso, elegir aquellas películas o proyecciones que estén íntimamente relacionadas con la lectura, el libro y la biblioteca, y su uso se aconseja, de modo especial, como medio de propaganda y captación de nuevos asistentes a la biblioteca, a los que serás más fácil atraer con el anuncio de unas proyecciones, que con el de una simple charla.
La labor del bibliotecario o narrador seguirá a esta primera labor de captación, hasta conseguir transformarles de simples y pasivos espectadores, en asiduos lectores y concurrentes habituales a la biblioteca, por medio de la narración oral, íntimamente relacionada con el libro y la lectura, y medio eficacísimo de iniciación y estímulo de principiantes.
«La Hora del Cuento» se viene celebrando en numerosas bibliotecas infantiles del mundo entero, y su perfecta adecuación al fin propuesto está suficientemente probada.


  
-8-   
ArribaAbajo

El narrador

Hemos dicho más arriba que «La Hora del Cuento» estará protagonizada y realizada por el mismo bibliotecario o persona por él designada.
Uno y otro caso presentará sus ventajas e inconvenientes.
Cuando el narrador es el mismo bibliotecario, las ventajas son:
Posibilidad de conocer mejor a los niños, pues tiene la experiencia que le ofrece su trato diario con ellos. Está al corriente de cuáles son los libros preferidos y aquéllos que a nadie interesan. Conoce el nivel cultural de los lectores habituales y, por tanto, puede orientar mejor y aconsejar con mayores probabilidades de acierto cuáles son los libros más convenientes para cada uno.
Entre los inconvenientes, es el primero y principal que el bibliotecario «se gasta» necesariamente en el roce diario con los niños, a los que deberá hablar en muchas ocasiones no sólo de libros, sino de mil detalles prácticos, relativos al buen orden de la biblioteca, perdiendo así ese hálito misterioso que presenta el narrador desconocido. A esto se une una resistencia por parte del auditorio a recibir sus orientaciones o sugerencias. Los niños son muy dados a interpretar, con razón o sin ella, las palabras de los mayores achacándoles las más diversas razones. Por eso rechazan una frase cualquiera pensando: «¡Claro! Eso lo dice porque el otro día...»
Estos inconvenientes desaparecerán en el caso de ser el narrador una persona ajena a la biblioteca, que presentará a su vez los defectos contrarios: actuación ineficaz por falta de información sobre la marcha de la biblioteca, gustos y aficiones de los lectores, etc.
En cualquier caso, el narrador será una persona que, además de sentirse interesada por las lecturas, sepa comprender a los niños y gozar en su compañía.
El narrador será capaz de divertirse él mismo por las historias que narra, interesarse por los juegos y concursos que en «La Hora del Cuento» se propongan, y en general, de sentir una alegre inclinación por los niños.
La técnica de la narración oral, la facilidad de palabra precisa para el correcto desarrollo de una narración, el cálculo del tiempo oportuno que debe durar y el mantenimiento del interés hasta el desenlace, son cosas que se pueden aprender, pero de nada valdrían los esfuerzos realizados para superarlas, si faltase esa alegre inclinación hacia los niños ya mencionada.


ArribaAbajo

Auditorio

En algún caso, «La Hora del Cuento» será precisamente el punto de partida para una biblioteca infantil recién inaugurada. Será necesario entonces hacer llegar a los niños, posibles lectores de la biblioteca, una invitación de asistencia a la sesión que se les dedica, a través de los maestros de las escuelas más próximas, por medio de circulares dirigidas a los padres de familia, o utilizando cualquier otra forma de difusión que se considere eficaz.
En la mayoría de los casos, se tratará de implantar «La Hora del Cuento» en una biblioteca infantil en plena marcha y funcionamiento. La asistencia a la sesión que se prepara queda ya asegurada entre los mismos lectores habituales, sin que sea necesario más que fijar un letrero en el tablón de anuncios de la biblioteca, indicando con claridad el día y la hora en que tendrá lugar, y colocándolo en sitio bien destacado para que todos lo lean.
Se trata ahora de estudiar los gustos y aficiones de ese público infantil, para preparar «La Hora del Cuento» con las mayores probabilidades de éxito.




  
-9-   
ArribaAbajo

Preparación de «La Hora del Cuento»


ArribaAbajo

El público

Detengámonos unos instantes a estudiar el público de una biblioteca infantil, lectores asiduos o simples curiosos, que formarán también el auditorio de «La Hora del Cuento».
Ya está abierto el local y poco a poco va llenándose de lectores. Los habituales entran decididos, con la seguridad que produce pisar terreno familiar, buscan el libro deseado en los estantes y por sí mismos se distribuyen en las mesas, formando grupos muy concretos y bien diferenciados unos de otros por características constantes:
Distinguimos, en primer lugar, al grupo de los mayores, de doce a catorce años, avanzados en la escuela o dentro ya de los estudios del bachillerato, que acuden a la biblioteca muchas veces con el propósito de buscar la ampliación de datos que les son necesarios para el desarrollo de temas y deberes escolares. Es preciso, por tanto, contar en la biblioteca infantil, aparte del extenso fondo de libros de distracción, deseados y solicitados por la mayoría, con obras de tipo enciclopédico donde puedan buscar con facilidad los asuntos que les interesa, así como algunas colecciones sobre divulgación científica y adaptaciones de la literatura universal apropiadas para la edad de los lectores.
Los niños no sólo buscan esta clase de libros obligados por sus deberes escolares, sino, en muchas ocasiones, simplemente empujados por el deseo de conocer la realidad, deseo vivo en determinado momento de la adolescencia. Recordamos aquí la gráfica expresión de una niña de once años a la que encontramos una tarde absorbida en la lectura de un grueso tomo de «El tesoro de la juventud», una de las más conocidas obras de tipo enciclopédico, compuesta por catorce volúmenes.
-¿Te gusta? -le preguntamos.
-Mucho -fue la respuesta-. Ya voy por el tomo segundo y pienso leerlos todos. Así, cuando los termine, me sabré «toda la vida».
El deseo de saber «toda la vida» puede muy bien ser un comienzo en el camino de la sabiduría.
Aparte de los libros de consulta, los lectores de esta edad gustan de leer biografías de hombres célebres, relatos de viajes o descubrimientos científicos y entre las obras de imaginación, con preferencia aquéllas que narran vidas y acciones aventureras y están localizadas en la época actual.
Las niñas, por el contrario, señalan con sus preferencias las narraciones en las que predomina el sentimiento sobre la acción.
  -10-  
Entre los medianos, de nueve a once años, los gustos se presentan con mayor uniformidad. Tanto los niños como las niñas gustan de los relatos protagonizados por héroes de su misma edad y, con preferencia, los que se basan en hechos de la vida real y están ambientados en nuestra época.
Hemos de tener en cuenta que la exigencia de la realidad es muy fuerte en el niño español, que considera el elemento fantástico como una puerilidad propia sólo de los más pequeños.
Únicamente entre los niños y niñas que están aún por debajo de los ocho años, encontraremos los ánimos dispuestos a aceptar e interesarse por la presencia de un lobo que habla, o unas botas de siete leguas capaces de hacer caminar a quien las calza por encima de los montes más escarpados. De los cinco a los ocho años, es por tanto, la edad de la fantasía, el momento apropiado para hacerles gustar los cuentos clásicos, en sus numerosas adaptaciones, y en general, todos los relatos en los que lo maravilloso tiene su cabida, ambientados en el marco de países lejanos o imaginarios y datados en épocas remotas.
Aparte de los lectores propiamente dichos, es frecuente contar también, entre los habituales concurrentes a una biblioteca infantil, con un grupo más o menos numeroso de niños que todavía no saben leer. Acuden de la mano de sus hermanos mayores, que han sido encargados de su vigilancia por sus familias, y que sólo llevándoles en su compañía constantemente pueden aprovecharse de los beneficios que supone un rato diario de grata lectura en la biblioteca infantil. El motivo es digno del mayor respeto y, por tanto, no se puede resolver el problema de la posible molestia que causen con su presencia en la biblioteca prohibiendo la entrada de los pequeños. Esto supondría tanto como negársela también a los hermanos mayores, sus obligados acompañantes y cuidadores.
No se trata, por tanto, de suprimirles, sino de organizar convenientemente su estancia en la biblioteca.
Es necesario, como primera medida, situar este grupo de pequeños en un lugar determinado, próximo a la entrada, procurándoles sillas y mesas apropiadas a su tamaño y cuidando queden algo apartados de los demás lectores, para que no puedan estorbarles en su lectura. Una vez marcado el sitio que se les destine, se colocará allí el material apropiado para su distracción y recreo: colecciones de revistas infantiles seleccionadas, libros profusamente ilustrados en que los dibujos sustituyen parcial o totalmente al texto, cuadernos de cromos y cuantos elementos de entretenimiento puedan proporcionárseles.
Así, confortablemente instalados, y bien surtidos de material apropiado para su edad, dejarán de ser un elemento perturbador en el buen orden de la biblioteca, para convertirse en una esperanzadora cantera de futuros lectores.
En estos cuatro grupos, atendiendo a sus gustos de lectores y orientándolos por sus edades y conocimientos, podemos clasificar de modo general a los asistentes de una biblioteca infantil. Estas notas, además de servir como referencia y orientación a la hora de ofrecerles los libros que les agraden, nos servirán para organizar debidamente «La Hora del Cuento».


ArribaAbajo

Distintas sesiones de «La Hora del Cuento»

Ya hemos visto los gustos tan distintos -y aun opuestos en ocasiones- que demuestran los lectores de una biblioteca infantil en la libre elección de sus lecturas. Estas diferencias serán dignas de tenerse en cuenta, no sólo en el momento   -11-   de seleccionar los libros que habrán de constituir el fondo de la biblioteca, sino también, y de un modo especial, al preparar una sesión de «La Hora del Cuento».
Lo ideal sería poder celebrar varias sesiones de «La Hora del Cuento» preparando un programa distinto para cada uno de los cuatro grupos de lectores, después de dividirlos según sus edades y conocimientos. Un público homogéneo facilita extraordinariamente la tarea del narrador, ya que se asegura la atención y el interés de su auditorio, de antemano, al poder elegir los temas concretos que sabe interesarán a un determinado grupo de lectores, cuidándose tan solo de atender a los gustos comunes a todo su auditorio, sin correr el riesgo de que un relato demasiado pueril decepcione a los mayores, o un tema para el que sea preciso tener ciertos conocimientos: culturales, aburra a los pequeños.
Es preciso tener en cuenta al hacer estas clasificaciones más que a la edad, al grado de conocimientos del niño, y más concretamente todavía a su experiencia como lector, que si es muy intensa, produce en poco tiempo, rápidos cambios en el gusto y en los temas de interés.


ArribaAbajo

División por edades

Reduciendo a un esquema los distintos grupos y sus gustos comunes, se pueden formar los cuatro siguientes:
Primer grupo: (De los tres a los cinco años.) Interés por lo fantástico siempre que se relacione de alguna manera con su más inmediata y muy limitada experiencia infantil.
Segundo grupo: (De los seis a los ocho años). Aceptación y gusto por lo fantástico.
Tercer grupo: (De los nueve a los doce años). Interés por la realidad relacionada con su experiencia.
Cuarto grupo: (De los doce años en adelante). Gusto por la realidad total. Sería preferible poder dedicar una sesión a cada uno de estos grupos, pero cuando las dificultades se presentan insuperables, es muy conveniente hacer el esfuerzo necesario para organizar al menos dos sesiones distintas de «La Hora del Cuento», dedicadas a dos grupos divididos ahora de la siguiente forma:
Primer grupo: Hasta los ocho años. Con predominio de la fantasía.
Segundo grupo: De los nueve años en adelante. Con predominio de lo real.


ArribaAbajo

Normas generales

En caso de celebrarse dos o más sesiones distintas de «La Hora del Cuento» es preciso tener en cuenta los siguientes detalles de orden práctico:
1º Cuídese de avisar con la debida anticipación el día y la hora en que se ha de celebrar «La Hora del Cuento», utilizando para ello el tablón de anuncios de la biblioteca, y redactando el aviso con la claridad necesaria para que no puedan producirse confusiones. Una vez anunciada la sesión se celebrará puntualmente a la hora marcada, y procurando que dure el tiempo previsto y ya fijado igualmente en el anuncio.
Hay que dar al niño en todo momento la sensación de que se le considera y respeta. No hay que olvidar que su asistencia es completamente voluntaria y   -12-   tiene derecho a saber de antemano cuándo va a leer y cuándo a escuchar la narración oral de un cuento, sin que en ningún caso se vea sorprendido con cambios imprevistos en el programa.
2º La biblioteca deberá permanecer abierta a los demás lectores mientras dure la sesión de «La Hora del Cuento», dedicada a un grupo determinado. Es preciso recordar que esta actividad tiene por fin alentar y facilitar la lectura de los niños, pero en ningún modo puede servirles de estorbo y menos aún de impedimento.
Ya hemos hablado de los niños pequeños que vienen con sus hermanos mayores. Unos y otros dejarían de acudir a la biblioteca en caso de que los mayores no vieran garantizado su rato habitual de grata lectura durante «La Hora del Cuento» dedicada a los pequeños, y tampoco podrían asistir éstos a la que les fuera especialmente dedicada, si no pudiesen dejar a los pequeños en la biblioteca, mientras durase su propia sesión.
3º Se debe permitir la entrada a cualquiera de las sesiones a los niños que lo deseen, aunque no pertenezcan, según criterio de la bibliotecaria, al grupo de que se trata, siempre que guarden la debida atención y silencio durante el desarrollo de la misma. Los niños podrán elegir el grupo que más les interese, entre real y fantástico, entre pequeños y mayores, sin que en ningún caso se considere la clasificación por edades más que como una orientación de tipo general.
No hay que confundir la biblioteca con la escuela. A la biblioteca asiste el niño por su propio gusto, elige según su criterio el tema que más le interesa entre todos los libros que se le ofrecen en las estanterías de libre acceso y se sienta a leer en el lugar que mejor le acomoda.
Esta libertad de acción no puede verse coartada precisamente con motivo del acto más propio y peculiar de la biblioteca: «La Hora del Cuento».




Arriba
    La hora del cuento
     Amo, Montserrat del
Página principal Enviar comentarios Ficha de la obra Marcar esta página Índice de la obra Arriba Siguiente


Descubrimiento del mundo circundante

Hasta los cinco años 

ArribaAbajo

El público

Afortunadamente, todos los chicos escuchan cuentos, más o menos ingeniosos, narrados por su familiares o personas que les rodean. Y decimos afortunadamente, porque el relato oral de cuentos significa un factor de importancia decisiva para la educación de los niños y que no puede ser sustituido por las historias retransmitidas por la radio, la televisión, o grabadas en discos de gramófono. En todas estas formas mecánicas de la reproducción de la voz humana, hay algo que des humaniza, que perturba. En la directa narración oral, el misterio de la creación de un mundo por medio de la palabra se está haciendo ante la presencia de los niños, sin trampa ni cartón, y ellos se dan plena cuenta de esta maravilla.
Aún antes de que sepan hablar, ya comienzan a oír los niños el sonsonete de alguna historia ingenua que, en su constante repetición, les invita a imitar esos ruidos, a pronunciar esas mismas palabras, cuyo significado ni siquiera comprenden todavía.
Una vez iniciado el niño en el uso de la palabra, el cuento comienza por familiarizar al niño con su propio ambiente, explicando o fantaseando sobre las cosas que le rodean, para ir ensanchando después el estrecho círculo de su experiencia vital, muy limitada todavía, con nuevas sugerencias e imágenes, preparándole para que pueda realizar un fácil contacto con la sociedad.


ArribaAbajo

El tema

En el momento de elegir una historia apropiada para la narración oral ante un auditorio de pequeños, menores de cinco años, hemos de procurar no sólo que el argumento señalado se acomode a los posibles gustos de los niños, sino también que el texto elegido cumpla perfectamente la función propia que se le puede asignar en este momento de la vida.
Nada nos parece más claro, para señalar las características de un óptimo cuento infantil, que recoger aquí como ejemplo, estudiándola después en sus distintos elementos, una de esas historias populares de transmisión oral, muy simples y esquematizadas, pero con una perfecta adaptación a la edad mental de los oyentes a que se destina, que oímos contar en los primeros años de nuestra vida y hemos repetido después con frecuencia, siempre con los mismos resultados de atención e interés por parte de los pequeños oyentes.
  -14-  
Hemos dicho más arriba que los cuentos comienzan por iniciar al niño en el uso de la palabra, relacionando la historia imaginaria que relatan con la inmediata realidad que les rodea, y estableciendo siempre contacto entre lo conocido y lo des conocido. Así, el sueño se convierte en Fernandito, ese ser misterioso que se monta en los párpados de los niños cansados obligándoles a cerrar los ojos.
No es de extrañar, por tanto, que sean las manos del niño los protagonistas y los actores de los primeros cuentos y escenificaciones infantiles. El niño conoce sus manos, las ve, desde los primeros meses de su vida, pero seguirá considerándolas como algo extraño a sí mismo, hasta que logre hacerse obedecer por ellas, imponerlas su voluntad y dominar su torpeza. En una palabra, hasta que consiga adueñarse de sus manos y usarlas a su antojo. Entre tanto, y aún después, las manos son para él una fuente inagotable de diversión y de espectáculo.


ArribaAbajo

El cuento-tipo

Son muy numerosos los breves recitados y canciones, los relatos infantiles que deben ir acompañados de movimientos de manos bien sean palmadas, como en el «Tortas, tortitas, que viene papá, que sean calentitas, que pronto vendrá». O rítmicos golpecitos como: «Date, date, date, con esta porrita; date, date, date, en la calabacita»
En este grupo de recitados encontramos uno que constituye un verdadero cuento, con su presentación de personajes, iniciación del argumento, desarrollo y desenlace. Completa su narración en un elemental ensayo de representación, la costumbre de ir señalando cada uno de los dedos de una mano del niño, mientras se cuenta, empezando por el meñique hasta llegar al pulgar, que se termina por acercar a la boca del niño en un rápido movimiento cuando la acción del relato lo señala.
Dice así la historia:


«Este dedito compró un huevo.



Este lo frió.



Este le echó la sal.



Este lo probó.



Y este pícaro gordo, ¡jam! se lo comió».







ArribaAbajo

Estudio del cuento

En esta sencillísima historia se hallan reunidos todos los elementos necesarios que forman un buen cuento para pequeños. Se dan en él las tres unidades clásicas -unidad de lugar, unidad de tiempo, unidad de acción- que facilitan grandemente la comprensión del argumento, donde se enlaza lo cotidiano con lo dramático.

ArribaAbajo

Unidad de lugar

Repasando el cuento, veremos que toda la acción se desarrolla en el mismo lugar, ante los ojos del niño, y en el escenario de su propia mano. Dejando aparte la escenificación, todos los acontecimiento pueden producirse en la cocina de casa.


  
-15-   
ArribaAbajo

Unidad de tiempo

Durante el desarrollo del argumento no se señala ninguna referencia de duración. Se presenta la historia y se supone de ella que transcurre en el mismo espacio de tiempo que se tarda en contarla. La acción es rápida y se encadena muy sencillamente.


ArribaAbajo

Unidad de acción

En el transcurso de la historia intervienen una serie de personajes. Cinco. Podrían parecer demasiados para una acción tan simple. Pero estos cinco, lejos de producir confusión ninguna, sirven para aclarar aún más el argumento, ya que no aportan nuevos problemas, sino que todos ellos concurren al desarrollo del tema central del cuento. La acción permanece única, y libre de cualquier otro acontecimiento posible, sin relacionarse con nada, como si el argumento narrado fuese el único hecho interesante ocurrido en el mundo y en el transcurso de todos los tiempos.
Además de las tres unidades, necesarias en los cuentos para pequeños y muy convenientes en todas las narraciones orales, esta historia presenta otras ventajas.


ArribaAbajo

Introducción

Es de señalar que el cuento carece por completo de introducción Comienza entrando directamente en la presentación de personajes. «Ese dedito». Sin ninguna explicación previa como: «Había una vez un dedo que podía andar, hablar, salir a la calle, hacer recados y comprar lo que quería». Todo esto es innecesario. El niño está dispuesto a aceptar cualquier comienzo de cuento, por inverosímil que sea. No es preciso aportar ninguna clase de razonamientos en defensa de la teoría expuesta, que su dedo meñique, tan diminuto y bien pegado a la mano, haya sido capaz de independizarse por unos momentos, andar, hablar y hasta comprar un huevo. Dará por buena cualquier proposición por maravillosa e imposible que sea, con tal de que se la presentemos relacionada con un objeto, un hecho que pertenezca a su experiencia diaria. En este caso, el dedo, el huevo frito, la sal y el glotón.


ArribaAbajo

Desarrollo

Si bien no es preciso extenderse en la introducción, sí es conveniente hacerlo en el relato de los acontecimientos. A esta edad, se concede aún más importancia a la forma en que pasan las cosas que al hecho mismo de lo que pasa. El desarrollo de la acción presenta mayor interés que el fondo del argumento. Es la época en la que el niño gusta de modo especial de las repeticiones encadenadas, que le permiten asegurarse de haber entendido bien el cuento, ya que lo que haya podido pasar desapercibido en la primera vez se descubrirá en la segunda o tercera repetición de la serie. Esto le evita el trabajo de relacionar unos hechos con otros, facilita la comprensión   -16-   y produce en el niño una gran confianza, al sentirse dominando el cuento, lo que le permite gozarlo plenamente y aun llegar hasta aventurarse imaginándose lo que pasará después. En muchos cuentos populares encontramos estas series de repeticiones encadenadas, como en la historia del Gallo Quirico o en el relato de la Cucarachita Martina, que barriendo el portal encontró un centimito. Aquí, el narrador puede amontonar una lista larguísima de planes, en el momento en que la cucarachita piensa en qué se gastará el centimito, sin temor de cansar al auditorio, como después, en este mismo relato, al comenzar el desfile de pretendientes añadirá, a todos los animales conocidos por los niños, otros que tal vez no hayan visto nunca, pero que pertenecen al mundo de los cuentos, como el león, el lobo, el águila.


ArribaAbajo

Onomatopeya

Si mucho gustan a los pequeños las repeticiones de palabras, más aún gozan el uso de la onomatopeya en el transcurso de las narraciones. El ¡jam! para significar la acción de comer, acompaña y subraya el elemento mímico y (nos atrevemos a decir) constituye una aportación musical al cuento. Es también la presencia de un sonido nuevo que subraya y revaloriza el elemento dramático de la acción. Las voces onomatopéyicas permiten la intervención de los niños en el relato oral de un cuento ya varias veces recitado y, por tanto, bien conocido del auditorio. Es ésta la edad propicia a las historias protagonizadas por animales, cuyos característicos sonidos conoce e imita el niño y que considera, en esta época, casi tan expresivos como las palabras. De aquí a que los animales hablen no hay más que un paso, paso que el auditorio infantil dará sin dificultad, encontrando muy natural e interesante el diálogo entre un borrico y un perro.


ArribaAbajo

Conclusión

Después del estancamiento de las repeticiones, la acción se acelera y el desenlace se precipita con gran rapidez. El niño, que se ha ido familiarizando con la situación, aprehendiéndola en su totalidad a lo largo de una serie de repeticiones hasta saborearla en sus más pequeños detalles (-Uno lo compró -otro lo frió -otro le echó la sal -otro lo probó-) gusta ahora de la sorpresa del desenlace, rápido y, sobre todo, muy concreto. No puede quedar ninguna duda sobre él, y no queda en éste, así como tampoco en los finales tradicionalmente usados en las narraciones populares. «Fueron felices y comieron perdices y a mí no me dieron porque no quisieron», o «Colorín, colorado, este cuento se ha acabado».
Hemos de admitir que las historias capaces de producir miedo en los niños deben desterrarse por completo de «La Hora del Cuento». Aquellas en las que el final suponga una victoria sobre el personaje terrorífico, pueden admitirse, siempre que el narrador tenga cuidado de dosificar convenientemente las descripciones   -17-   de dicho personaje, tomándolas como una excepción dentro de los programas habituales. Hay que recordar que, en esta edad, el niño difícilmente considera el cuento como unidad, sino más bien como un conjunto de acontecimientos más o menos relacionados. Por eso, un final feliz no basta para borrar de su memoria el miedo despertado anteriormente.
Un cuento en el que concurran todas o, al menos, la mayoría de las notas aquí señaladas, tiene grandes probabilidades de ser bien entendido y, por tanto, gustado por un público compuesto en su mayoría por niños de tres a cinco años.




ArribaAbajo

Narración

Una vez elegido el cuento, trataremos ahora de algunos detalles sobre una sesión de «La Hora del Cuento» exclusivamente dedicada a niños de esta edad.
Los niños se sentarán en corro, en torno al narrador, y si la asistencia de niños fuese muy numerosa, el narrador permanecerá de pie, paseando entre las filas de sillas, de forma que todos los niños estén en contacto directo con el narrador, viéndole y oyéndole perfectamente, tanto los de primera fila como los de la última.
Hemos dicho que los cuentos no necesitan de ninguna clase de introducción, más aún, que ciertas aclaraciones previas sobre los personajes o el argumento pueden estropear el efecto de una magnífica narración. Eso es cierto en lo que se refiere a las historias en sí mismas, pero no con respecto a «La Hora del Cuento» en general.
Al comienzo de la sesión no sólo es conveniente decir unas palabras previas sobre el programa que se va a desarrollar en la misma, sino que esta introducción es muy conveniente para crear el clima apropiado.
Muchas son las formas de empezar, tantas como surjan en la imaginación del narrador, a la vista del programa elegido, y que la práctica vaya dictando como más convenientes.
Unas veces se podrá incluir en la introducción el resumen de otras sesiones anteriores, o los planes para las siguientes, o cualquier circunstancia relacionada con la vida propia de la biblioteca. Se siga la sugerencia que se considere más apropiada, hemos de tener presente que los fines de esta breve charla son:
1.º Informar a los asistentes sobre el programa que sigue.
2.º Crear un clima de expectación.
Ejemplo de introducción para «La Hora del Cuento» en la que se vayan a narrar «El labrador y su hijo» y «El jalmeso» (página 59).
«Hoy vamos a contar dos cuentos nuevos. En el primer cuento sale un borriquito igualito, igualito a uno que he visto yo por la calle cuando venía para aquí.
El segundo cuento lo he sacado de una carta que venía de muy lejos. ¿Qué dentro de una carta no puede haber un cuento? ¡ Ya lo creo que sí! Y no sólo dentro de una carta, sino en otros muchos sitios. Yo, a veces, me encuentro un cuento colgado en las ramas de un árbol, o dentro de un vaso de agua, o en el bolsillo del abrigo o ¡qué sé yo! Los recojo todos para vosotros. Hay cuentos por todas partes.
¡Tú misma! (se elige a una niña de las más pequeñitas) tienes un cuento guardadito en la mano. Dame la mano y lo verás: (El narrador coloca a la niña en el centro del corro y le recita el cuento antes citado: «Este dedito compró un   -18-   huevo...» o cualquier otro parecido, hasta el final). ¿Ves?, tenías un cuento en la mano y tú ¡sin saberlo siquiera!
Vamos a buscar ahora más historias para pasarlo muy divertido en «La Hora del Cuento» que ahora empieza.
Y tú (a la niña otra vez), ¡cierra bien la mano, no se te vaya a perder! ¿Lo sigues teniendo ahí? (Los niños pueden repetir a coro hasta aprenderlo de memoria). Sí. Ahora guárdalo y después se lo cuentas a tu madre y a una vecinita chiquitita, y ya verás cómo les gusta.
Lo mismo que nos va a gustar a todos la historia de...»
La niña se mira la mano, maravillada. Un clima de fantasía se acaba de crear en el corro de oyentes. Ahora, ya, todo es posible. El auditorio está propicio a la narración.




  
-19-   
ArribaAbajo

Iniciación a la lectura

De seis a ocho años 

ArribaAbajo

El público

De los seis a los ocho años, los niños comienzan a leer. «La Hora del Cuento» de la biblioteca, que para los más pequeños sólo había tenido el efecto de ensanchar su estrecho círculo infantil y despertar su fantasía, adquirirá ahora toda su importancia y debe encaminarse muy concretamente hacia su fin primordial: iniciar a los niños en el mundo de los libros, ofreciéndoles, con la narración oral de cuentos, un avance de los que pueden encontrar en las lecturas.
«La Hora del Cuento» adquiere, por tanto, su más característica función, convirtiéndose en el portavoz oficial de los libros que permanecen mudos y cerrados en las estanterías.
En las sesiones dedicadas a este grupo, es preciso destacar, con una insistencia que llegue hasta la machaconería y con toda claridad, la relación que existe entre la narración oral, que se efectúa en ese momento, y los libros impresos, que se les ofrecen diariamente en la biblioteca.
Esta relación, evidente para el bibliotecario, puede pasar desapercibida para los niños, si no se la hacemos notar de modo expreso.
Disociando uno y otro concepto, conseguiríamos seguramente una asistencia muy numerosa y hasta entusiástica a «La Hora del Cuento», pero ningún resultado práctico en el fomento de la lectura. Nos quedaríamos en el camino, un sendero lleno de flores y bellos panoramas, es cierto, pero sin llegar al término propuesto: animar a los niños a la lectura, ayudándoles a vencer las dificultades iniciales.
El proceso que seguiremos para conseguirlo será:
1º Narración oral de un cuento, ante un numeroso auditorio.
2º Incitar a cada uno de los oyentes a convertirse en lector de otros cuentos, o del mismo ya narrado, en una lectura privada e individual.
Para conseguir el fin propuesto es preciso que, en cada una de las partes del proceso, el niño encuentre plena satisfacción. Procuraremos primero que el cuento narrado se escuche con gusto por el niño y que la lectura siguiente, realizada por su cuenta, no le defraude las esperanzas de diversión y gozo que le llevaron a iniciarla, y que le fueron prometidas durante «La Hora del Cuento».
Lograremos la primera parte, realizando una cuidadosa selección de los cuentos para ser narrados.


ArribaAbajo

El tema

A esta edad los niños gustan de los relatos fantásticos, poblados de héroes valientes y seres maravillosos. La fantasía desborda ya del estrecho círculo de   -20-   su experiencia cotidiana, y les permite viajar en sueños por países lejanos y gozar con el relato de imposibles hazañas.
Cuentos fantásticos donde príncipes, hadas, gigantes y ogros tengan su cabida, pero también, donde las aventuras y los poderes, incluso de los héroes más prodigiosos, estén limitados por unas reglas y ordenados con una cierta lógica.
No hay que olvidar que el sentido de la realidad está muy desarrollado en el niño español, y ni siquiera en esta época de su vida, en la que la imaginación parece imponerse, está dispuesto a aceptar la fantasía desbordante.
Gustará de cuentos prodigiosos, sí, pero con los prodigios sujetos siempre a unas normas preestablecidas, héroes poseedores de estupendas prerrogativas, pero limitados por otra parte con una debilidad que los haga humanos y posibles. Gustan de conocer la invulnerabilidad del héroe Aquiles, al que ninguna flecha, espada, ni lanza pueden herir y gozan con el relato de su valor y sus hazañas. Pero, precisamente este valor será digno de estima porque el héroe tiene un único punto vulnerable, el talón, que no fue bañado en las prodigiosas aguas de la laguna Estigia.
Y esa nota de debilidad, ese saber la limitación del héroe, es lo que hace heroico el comportamiento de Aquiles, lo que nos permite apreciar su valor e interesarnos por su suerte.
El niño exige esta limitación en los poderes extraordinarios de que gozan los protagonistas de sus cuentos, incluso de los más fantásticos.
Lo contrario decepciona al niño, que reflejará su desencanto con esa frase tan característica «Así, ¡ya podrá!» con que suele manifestar su repulsa ante cualquier abuso, el del héroe que jamás encuentra sus límites o el de los mayorzotes que compiten con los pequeños en los juegos, con evidente e injusta superioridad.
Para que un juego sea divertido es preciso respetar las reglas que tienden a hacerlo difícil. En el hecho de vencer la dificultad estriba precisamente la diversión que proporciona el juego. No es simplemente el meter una pelota entre dos palos lo que caracteriza al fútbol, sino marcar un gol a pesar de los obstáculos que presenta la oposición del equipo contrario.
Lo mismo pasa con los cuentos. El niño gozará con la victoria del héroe, pero siempre que esta victoria suponga el vencimiento de unas dificultades superadas con esfuerzo.
Este respeto a las reglas del juego está presente en todos los cuentos clásicos y entre los textos de Perrault, hermanos Grimm, Andersen y Oscar Wilde, encontraremos los más convenientes relatos de fantasía, apropiados para la edad que nos ocupa.
Recomendamos al narrador que utilice siempre las versiones originales de los cuentos, para su preparación personal de «La Hora del Cuento», aunque después considere oportuno poner adaptaciones de los mismos en la biblioteca para la directa lectura de los niños.
Las versiones originales tienen siempre mayor riqueza de expresión y detalles argumentales de gran interés para la narración oral.


ArribaAbajo

El cuento-tipo

Como ejemplo, estudiaremos «El patito feo», de Andersen, del que damos a continuación un breve resumen:
  -21-  
Mamá-pata está incubando sus huevos. Los patitos rompen el cascarón.
-Clac, clac.
Y mamá-pata les saluda:
-¡Cuac, cuac!
Falta un huevo por romper:
-Será un huevo de pava -dice la pata más vieja del corral-. Una vez me engañaron a mí con un huevo de pava y fue una lata. Los pavos tienen miedo al agua y por más que le di picotazos, no conseguí enseñarle a nadar.
Mamá-pata sigue incubando hasta que, por fin, sale el pollito. Es grande y muy feo, pero se tira al agua sin protestar y nada estupendamente.
-No es un pavo -piensa mamá-pata, satisfecha.
Pero los patos, las gallinas y los gallos empiezan a burlarse.
-Todos los patitos son muy guapos, menos ése.
-Es demasiado grandote.
-¡Y muy feo!
-¡Ojalá le arañe el gato!
Los patos le daban picotazos, las gallinas le empujaban, y hasta la mujer que les echaba el grano, le apartaba con el pie.
-¡Vete de aquí, patito feo!
El patito feo, muy triste, huyó volando.
***
Llega a un estanque donde viven los patos salvajes. Se hace amigo de ellos, pero todos siguen recordándole su fealdad.
De pronto, se oyen disparos. Son los cazadores. El patito feo consigue escapar, escondido entre las hierbas de la orilla.
-Soy tan feo que ni el perro ha querido morderme -piensa.
Y cuando se van los cazadores, se aleja del estanque.
***
Llega a una casita, donde vive una vieja con un gato y una gallina.
-¿Sabes poner huevos? -le pregunta la gallina.
-¿Sabes arquear el lomo, maullar, ronronear y despedir chispas?-dice el gato.
El patito feo habla de la vida en el estanque, de lo delicioso que es nadar, pero la gallina dice:
-Si aprendieras a poner huevos o a ronronear, no pensarías en esas tonterías.
No le comprenden y el patito feo se marcha otra vez.
***
Era invierno y el agua del estanque comenzaba a helarse. El patito feo movía las patas muy deprisa, pero el agua se heló, dejándole aprisionado, hasta que un campesino lo encontró, rompió el hielo con sus zuecos y se llevó el patito feo a su casa.
  -22-  
Los niños se acercaron para jugar con él, pero el pobre patito pensó que iban a pegarle e intentó huir. Volcó la lechera, y la leche cayó por el suelo; se metió en la mantequilla y después en una artesa de harina. La labradora chillaba, los niños le perseguían y el patito feo consiguió huir.
***
En medio de un jardín había un estanque con tres preciosos cisnes. El patito feo se acercó y los cisnes acudieron a recibirle con las plumas erizadas.
-¡Matadme, si queréis! -dijo el patito-. Inclinó la cabeza y... vio su propia imagen reflejada en el agua del estanque. Y ya no era un gris, torpe y feo pato, sino un precioso cisne. Acordándose de lo pasado, apreció aún más su felicidad.


ArribaAbajo

Estudio del cuento

En este cuento se dan las siguientes características:

ArribaAbajo

Unidad de acción

Desaparece la unidad de lugar (el patito feo cambia continuamente de sitio de residencia y es precisamente esta inestabilidad una de las notas definidoras de su tristeza) que ya puede ser fácilmente superada por los niños, y el tiempo no adquiere en la narración demasiada importancia. En cambio la unidad de acción se acusa de modo especial. Todo cuanto acontece en el cuento, desde ese primer retraso en la salida del polluelo, sirve para marcar la diferencia existente entre el protagonista y los demás seres que le rodean. Esta diferencia la llaman los otros fealdad y es la causa de todas sus desdichas primeras.


ArribaAbajo

Enseñanza

La enseñanza de esta historia se destaca con tan clara evidencia, que resulta innecesario expresarla con palabras. El niño busca una razón, un valor de lo que oye aplicar en su propia vida y, en este relato, lo encontrará fácilmente, al observar que el motivo de la tristeza del protagonista es más tarde la razón de su felicidad. Todo el relato constituye una clara lección de esperanza frente a la enfermedad, al dolor o, simplemente, al esfuerzo que la vida de estudio supone para el niño, proporcionándole el estímulo necesario para superar dichas pruebas.


ArribaAbajo

Fomento de la lectura

Hemos dicho más arriba que «La Hora del Cuento» debía tender a conseguir un doble resultado. El de adelantar a los niños lo que para ellos guardan los libros y conseguir que, a continuación, vayan ellos mismos a buscarlo en la letra impresa.
Un modo de conseguirlo es poner, en lugar destacado de la biblioteca, los libros que se tengan en el fondo del mismo autor de que se ha narrado el cuento y animar a los niños a que los lean.




  
-23-   
ArribaAbajo

Narración

Se colocarán los niños en círculo, cuando su número lo permita, y siempre de forma que todos puedan ver fácilmente al narrador. Alguno dirá que «prefiere quedarse de pie» apoyado contra las estanterías en la pared. Favorecerá al orden insistir hasta que se siente, pues el que permanece en pie termina por causar algún ruido, al cambiar de postura, cuando no tropieza o provoca la caída de una silla al intentar sentarse durante la narración.
Es preciso que todos estén cómodamente sentados.
El narrador comienza entonces:
«Tengo unos amigos que el otro día hablaban entre sí. Estaban discutiendo sobre un chico, un alumno nuevo que acababa de entrar en su clase.
-Es simpatiquísimo -decía uno-. Yo quiero hacerme amigo suyo.
-¡Qué va! -respondía el otro-. Es muy soso y aburrido.
Ya estaban empezando a discutir cuando yo me acerqué a ver lo que pasaba. Me lo dijeron, y yo estaba extrañada de tan diferentes opiniones.
-¿Cuántas veces has hablado con él? -pregunté al chico que tachaba de soso al nuevo compañero.
-¡Ninguna! -me respondió.
Y así se terminó la discusión.
A muchos chicos que yo conozco les pasa eso. Dicen que un libro es muy aburrido y después resulta que ni siquiera lo conocen, que no se han parado un momento a hablar con él, que no han empezado a leerlo.
Y así no pueden nunca conocerlos. No son jamás amigos de los libros.
Hoy os quiero presentar a un amigo de mi pandilla, con el que yo he pasado grandes ratos de grata lectura. Precisamente, en esta estantería hay muchos libros suyos.
Y este cuento, «El patito feo», es el que vais a oír a continuación»:
  -24-  
«Lectura española», dibujo y grabado de J. Beauvarlet sobre cuadro de Charles André Vanloo
Sea lectura o narración de viva voz, la atención del público responde siempre al interés del relato y a los acentos de voz que escucha
(«Lectura española», dibujo y grabado de J. Beauvarlet sobre cuadro de Charles André Vanloo.)




  
-25-   
ArribaAbajo

Interés por la realidad

De nueve a once años 

ArribaAbajo

El público

Una nueva etapa, de los nueve a los doce años, corresponde con gustos distintos frente a los libros. Esta edad tiene nuevas exigencias que deberán ser consideradas y atendidas en «La Hora del Cuento».
Nos encontramos ya frente a lectores hechos. Desde hace años, estos niños acuden asiduamente a la biblioteca infantil y, gracias a los estímulos y las informaciones recibidas a través de las sesiones de «La Hora del Cuento» y al contacto con el bibliotecario, se han ido formando un hábito de lectura. Ya saben elegir sus libros, gozarlos en una lectura individual y hasta juzgarlos y comentarlos con acierto. Puede decirse que tienen una cierta experiencia como lectores, por lo me nos con respecto a una determinada clase de libros, y esta experiencia los hace más interesados y también más exigentes en la elección y el juicio de sus lecturas.
Este interés se va desviando poco a poco del mundo de la fantasía, que meses antes colmaba sus aspiraciones literarias. Comienzan a desdeñar las imposibles hazañas de los héroes portentosos, permanecen indiferentes ante las maravillas que les emocionaban y se vuelven, en cambio, hacia lo real y concreto, al mundo que les rodea, en un ávido deseo de realidad.
Al hacer la elección de sus lecturas, ya no busca aquellos libros ilustrados en la portada con la figura del protagonista, vistiendo reluciente armadura y cabalgando con su caballo blanco sobre las nubes. Por el contrario, el héroe predilecto de los niños de esta edad será el que cuenta aproximadamente sus mismos años, que viste pantalones cortos, jersey de lana y botas, y cuya historia arranque de idéntico marco escolar, familiar y ambiental que el del niño-lector.
Parece que el niño siente, en esta época de su vida, la necesidad imperiosa de sustituir la experiencia directa y personal que le falta, con la lectura de una serie de historias donde se narran los acontecimientos vividos por los demás y, mejor aún, por chicos de su edad.
Ya no se busca tanto un héroe al que admirar sin condiciones, como un compañero de juegos con quien compartir la vida, un amigo al que confiar los propios pensamientos, de un modo indirecto, en la lectura de los suyos, o un jefe de pandilla al que seguir en sus planes y aventuras. De su anterior actitud pasiva frente a las lecturas, frente a los libros y también frente a la vida, pasa ahora el niño a sentir un deseo muy vivo de acción.
Las historias sacadas de la vida real, las novelas de aventuras, las descripciones de viajes y países exóticos y también los relatos de acontecimientos históricos   -26-   serán las lecturas preferidas por los niños de la edad que ahora nos ocupa sobre todo si están protagonizadas por niños o adolescentes.
Muchos son los libros que proporcionarán lectura apropiada para ellos, y algunos muy popularmente conocidos. Entre los títulos más famosos citaremos «A través del desierto», de Sienkiewicz; «Dos años de vacaciones», de Julio Verne, y «Heidi», de Juana Spyri, especialmente indicado este último para las niñas.


ArribaAbajo

El tema

En el momento de la elección del tema que deberá presentarse en «La Hora del Cuento» se tendrá siempre en cuenta el público a que va destinado, procurando atender a sus gustos y aficiones más destacados.
Así sabremos de antemano que los lectores de nueve a doce años están ya acostumbrados a buscar y encontrar en los libros, en una lectura individual y constante, sustanciosos argumentos, basados en la vida real, ya sea dentro del marco de lo cotidiano, ya en el relato de apasionantes aventuras de viajes o descubrimientos. Será inútil, por tanto, el intento de atraer su atención de forma continuada con el relato de cuentos de hadas, pobres en su simplicidad o excesivamente fantásticos.
Más interesantes temas necesita ahora su inteligencia, entreabierta ya al mundo que le rodea, y otras sugerencias apetecen sus despiertos sentimientos. El niño busca en las lecturas unas vivencias de las que carece y más que la simple emoción del relato, busca una enseñanza, una fórmula de actuación válida en la vida real.
Quiere aprender a mantenerse firme ante las dificultades, valiente en medio del peligro, leal con sus compañeros, capitán intrépido entre sus amigos.
Sabrá aguantar la sed o el calor, porque así supieron hacerlo los protagonistas de «A través del desierto»; sentirá interés por los trabajos manuales, porque en «Dos años de vacaciones» un grupo de muchachos de su edad construyeron por sí mismos todo lo necesario para sobrevivir en una isla desierta; se inclinarán cariñosos hacia los enfermos, siguiendo el ejemplo de Heidi, la niña de los Alpes.
Novelas de aventuras, relatos de la vida real, siempre que estén abiertos a la fantasía y la aventura, serán temas apropiados para lectores de nueve a doce años.
Junto con, los argumentos de imaginación, los niños gustarán también de los hechos históricos, de los relatos que «se pueden creer porque son del todo verdad», sobre todo si se presentan en forma de relato biográfico del personaje protagonista principal de dicho acontecimiento, procurando tratar con la máxima extensión la parte correspondiente a su infancia y adolescencia.
Encontraremos gran abundancia de detalles pintorescos o de recuerdos emocionados de esta primera parte de la vida de los personajes célebres en sus autobiografías, pues el autor, desde el pináculo de su vida y de su obra, gusta de asomarse con ternura hacia sus años infantiles. Así, en los primeros capítulos de «páginas de mi vida», Ramón y Cajal nos cuenta su niñez movida y aventurera mientras que «El cuento de mi vida», de Andersen, está lleno de nostalgia y melancolía, evocando su infancia solitaria y su juventud soñadora.


  
-27-   
ArribaAbajo

El cuento-tipo

Destacaremos como relato apropiado para narrar oralmente a los niños y niñas de esta edad el titulado «Emilio y los detectives», de Erich Kaestner, del que sigue un breve resumen que publicamos con la autorización de la Editorial Juventud, S. A.
«Emilio es un chico de vuestra edad. Estudia en el Instituto, se divierte con los amigos y, en ocasiones, ayuda a su madre. Porque la madre de Emilio es peluquera y trabaja mucho, para que Emilio pueda estudiar el bachillerato y se haga un hombre de provecho. Y el chico, que lo sabe, procura gastar lo menos posible y, algunas veces, hasta echa una mano en la peluquería, trayendo agua caliente o cosas por el estilo.
Hoy, Emilio y su madre están un tanto emocionados porque han de separarse por primera vez. Emilio va a pasar unos días de vacaciones a Berlín, donde viven sus tíos y su abuela. Está muy ilusionado con el viaje, pero su madre, preocupada, no deja de hacerle recomendaciones y de darle consejos: «Que escribas en seguida, nada más llegar; que guardes el traje nuevo para los domingos y que lo cepilles antes de colgarlo, que te portes bien, que visites el Museo de Pinturas...»
Emilio dice a todo que sí con la cabeza.
Pero lo que más le recomienda su madre es que no vaya a perder los ciento cuarenta marcos que lleva, para dárselos a la abuela. Ese dinero lo ha ido ahorrando con mucho esfuerzo, durante los últimos meses, céntimo a céntimo. Por eso antes de que salga Emilio, le pregunta:
-¿Dónde te vas a llevar el dinero?
Emilio lo mete en un sobre y se lo guarda en el bolsillo interior de la chaqueta. Después, para estar más seguro de no perderlo, lo prende todo por dentro con un alfiler.
-Así no se me escapará -dice.
Y una vez bien guardado el dinero, Emilio coge su maleta y sale con su madre hacia la estación.
***
Emilio entra en un departamento donde hay varias personas. Saluda y se sienta. Uno de los viajeros lleva un sombrero hongo. La conversación se generaliza y, mientras los viajeros hablan, Emilio de vez en cuando se toca con disimulo el bolsillo de la chaqueta, para asegurarse de que sigue allí el dinero.
Los viajeros se van bajando durante el trayecto hasta que no quedan en el departamento nada más que Emilio y el señor del hongo. El del hongo saca unas chocolatinas y le ofrece al chico, que las acepta, después de dar las gracias, muy fino. Algo raro tenía el chocolate porque en seguida empieza a entrarle sueño a Emilio y, por más que hace para mantenerse despierto, no lo consigue y termina por quedarse profundamente dormido.
Al poco, Emilio se despierta sobresaltado. ¿Cuánto tiempo llevará dormido? Ahora está solo en el departamento. El del hongo ha desaparecido. Emilio, pensando en el dinero, mete la mano en el bolsillo de la chaqueta y lo encuentra vacío. ¡El dinero ha desaparecido! Sólo encuentra en el fondo, el alfiler con el que había sujetado el sobre para no perderlo.
Emilio lo pensó un momento. ¡El señor del hongo le había robado! ¡Seguro! En ese momento, el tren se detuvo y Emilio cree ver al del hongo entre la multitud   -28-   que llena el andén. Ya están en Berlín, pero no en la estación en la que debería bajarse Emilio que, sin pensarlo más, desciende y empieza la persecución del sospechoso.
***
Persiguiendo a su compañero de viaje, Emilio recorre varias calles, se monta en un tranvía, desciende después en la misma parada que el del hongo y se queda en la puerta de un restaurante espiando al ladrón. Por más que piensa no se le ocurre ninguna idea para desenmascarar al ladrón y obligarle a devolver el dinero. Sólo de una cosa estaba bien seguro: No debía perderle la pista.
Emilio está a punto de pelearse con un muchacho berlinés que le llama paleto, pero lo piensa mejor y dice:
-No tengo tiempo para pelear, ahora estoy persiguiendo a un ladrón.
El chico se siente interesado y después de oír la historia promete ayudarle. En seguida reúne a su pandilla y todos juntos proyectan el plan a seguir.
***
Divertidas y emocionantes aventuras vivieron Emilio y sus amigos persiguiendo al del hongo, y todas están muy bien contadas en el libro, que seguramente os gustará leer. El caso es que no le dejaron ni un momento, vigilándole incluso dentro del hotel donde pasó la noche, persiguiéndole constantemente. A la mañana siguiente, y siempre siguiendo al ladrón, Emilio y sus amigos van a un Banco. El del hongo se dirige a la ventanilla de caja y entrega un billete de cien marcos para que se lo cambien.
Ya le iba a dar el cambio el cajero, cuando se oye un grito.
-¡Un momento! ¡Ese dinero es robado!
El del hongo protesta enfadado, pero el cajero pregunta a Emilio si podría probar la veracidad de sus palabras.
Emilio contó su viaje en tren, la chocolatina y su profundo sueño y, por último, la desaparición del dinero. Pero todo eso no probaba nada. Lo mismo podía ser verdad que mentira.
Entonces Emilio se acordó del alfiler. Él había asegurado el sobre atravesándolo con un alfiler y prendiéndolo después en el forro de su chaqueta. Seguramente se notarían todavía en el dinero los pinchazos del alfiler.
El cajero mira el billete al trasluz y, ¡efectivamente!, ahí está la señal. Entonces llama a un guardia, que acompaña al del hongo y a los niños a la comisaría.
Y todo se arregla estupendamente. Emilio recobra su billete y hasta recibe un premio de mil marcos por haber capturado al del hongo, que resulta ser un ladrón famoso.
Y así termina la historia de «Emilio y los detectives».


ArribaAbajo

La narración

La elección del texto apropiado no ofrecerá al narrador grandes dificultades, pues encontrará literatura abundante para esta edad. En cambio, la adaptación del libro elegido exige una cuidadosa atención y un minucioso trabajo, pues no encontrará ya relatos breves, el estilo de cuentos que puede ofrecerse, por   -29-   su brevedad y esquematización en forma oral, sin que medie más preparación que la de un simple aprendizaje memorístico.
Ahora se enfrenta el narrador con auténticas novelas, de extensión considerable e imposible de resumir en su totalidad, de modo que puedan ofrecerse en relato de pocos minutos. Para utilizarlas en «La Hora del Cuento» será preciso realizar una previa y muy cuidadosa adaptación, dividiéndolas en partes que se irán narrando en las sucesivas sesiones de «La Hora del Cuento» y suprimiendo todos los detalles superfluos o confusos, sustituyendo los diálogos por el extracto de la conversación y aligerando las descripciones excesivamente literarias, hasta conseguir la sencillez que exige una narración oral.
Pero hemos de tener en cuenta que adaptación no quiere decir, de ninguna manera, modificación.
Debe el narrador abstenerse de presentar aquellas obras que, por su mismo argumento, no se consideren apropiadas para los asistentes. Es preferible que sigan ignorándolas durante unos años que ofrecérselas modificadas en sus partes esenciales. La adaptación supone simplificación, pero en ningún caso mutilación y menos aún modificación, fórmulas éstas dos que suponen un engaño, una doble estafa, con respecto al autor del libro, cuya obra se desvirtúa, y a los oyentes del relato, que tendrán para siempre de ella una idea deformada, errónea.
El número de argumentos que pueden ser gozados por los chicos es lo suficientemente amplio como para que en ningún caso se justifiquen estas adaptaciones deformantes.
La presentación, por capítulos o partes, de una misma novela, a lo largo de dos o más sesiones de «La Hora del Cuento», puede sustituirse en ocasiones por otra fórmula que consiste en iniciar la narración contando oralmente tan sólo la primera parte y remitiendo a los oyentes al libro de que se trata, invitándoles a una posterior lectura individual.
Pero el narrador deberá tener prevista la demanda de la obra iniciada en «La Hora del Cuento», por varios o muchos lectores al tiempo de terminar ésta.
En el caso de que se disponga de un único ejemplar no es recomendable seguir este método, pues el hecho de que sólo un lector pueda saciar su curiosidad provocará, seguramente, el disgusto de los otros, e incluso protestas y discusiones.
No es conveniente probar la paciencia de los lectores, bastante escasa por otra parte, con una larga espera de días y aun de semanas, antes de que el libro solicitado pueda llegar a sus manos. Cuanto mayor sea la curiosidad y el deseo de leer dicho libro, suscitado por el conocimiento del primer capítulo, mayor será su decepción al no poder aclarar, calmar inmediatamente esa curiosidad, en una rápida e inmediata lectura. Sólo en el caso de que se disponga de varios ejemplares de un mismo libro será recomendable interrumpir la narración oral de dicho texto con la seguridad de estar en disposición de complacer a la mayoría de los solicitantes.
También se utilizará este método para introducir la lectura de un autor determinado, del que la biblioteca tenga numerosos títulos. Así, en el momento en que un lector solicite la obra que ya haya sido presentada anteriormente se le puede ofrecer un extenso surtido de obras de ese mismo autor, entre las que se le animará a elegir la que más le interese.
Entre los temas propios de esta edad hemos destacado las biografías; atendiendo ahora al modo más conveniente de adaptarlas para su narración oral   -30-   indicaremos que las biografías se prestan de modo óptimo a su presentación en forma personalizada (véase, en pág. 53, «La narración personalizada»). Así, se puede ofrecer a los niños incluso las frases textuales del personaje biografiado, encuadrándolas en su propio ambiente.
Se ampliará el relato de los acontecimientos de su vida, con una exposición de sus obras, ofreciendo a los niños una breve lectura antológica, si se tratase de un escritor; la detenida contemplación de un buen libro de reproducciones o la proyección de fotografías de sus cuadros, en caso de ser un pintor, o unos discos con lo más representativo o popular de su obra, si se tratase un músico.
Procurará ponerse en relieve aquellas virtudes del biografiado más dignas de admiración y que mejor se presten para ser imitadas, resaltando sobre todo la importancia que suponen para el posterior triunfo de tales personajes, la preparación, el estudio y el trabajo realizados en su infancia.
Considerando la avidez de realidad que tienen los niños, unos datos verídicos, históricos o geográficos, con relación al relato que siga, serán el mejor medio de iniciar «La Hora del Cuento».
Así, por ejemplo, para proceder a la biografía de la infancia y juventud de Andersen, diremos:
«Dinamarca es un pequeño país del Norte de Europa, situado en el mar del Norte, entre Alemania y Suecia. Está formado por una península y numerosas islas, y por eso la navegación tiene allí una gran importancia. Hay barcos de pesca, lanchas de recreo y buques de carga y pasajeros. Todas las ciudades importantes se asoman al mar, como Copenhague, la capital.
Si alguna vez viajáis por Dinamarca, encontraréis el recuerdo de dos personajes, presentes en todas las circunstancias y lugares. Sus nombres son los de las calles más importantes de las ciudades y pueblos, sus estatuas adornan los parques y jardines y hasta en el ambiente parecen presentes.
Son las dos glorias nacionales de Dinamarca. Uno de ellos es Tycho Brahe, un astrónomo del siglo XVI, que estudió el curso del sol y la posición de las estrellas.
El otro es Hans Christian Andersen, el escritor de cuentos infantiles».




  
-31-   
ArribaAbajo

Incorporación a la sociedad

Mayores de doce años 

ArribaAbajo

El público

Hacia los doce años, el niño comienza a sentir un profundo interés hacia su propia intimidad. Quisiera afirmar su naciente personalidad, tan desdibujada e insegura aún, y para conseguirlo busca en el exterior cuanto pueda enriquecerla. En esta edad los compañeros, los amigos, el ambiente donde se desarrolla su vida, los conocimientos científicos, apenas entrevistos, la vida y los pensamientos de los demás, adquieren para él enorme importancia. Comienza a interesarse por las hazañas deportivas o los progresos de la ciencia, aprende la marca de los automóviles o sigue con curiosidad los viajes espaciales, y también se interesa por el trabajo manual, por la mecánica o la carpintería, intentando realizar alguna obra con sus manos.
Esta sed de conocer y asimilarse al ambiente que le rodea, procurando y buscando un contacto directo con la realidad, tiene como consecuencia una considerable disminución en el tiempo dedicado a la lectura. Lo vital resulta tan apasionante, que apenas deja alguna capacidad de atención para lo escrito, y cuando en algún momento el muchacho se entregue a la lectura buscará aquellos libros que le ofrezcan una respuesta fiel a sus ávidas preguntas.
En este momento, también, se acusa con más claridad la diferencia de gustos en los distintos sexos, pues mientras que los varones buscan libros con los que saciar su curiosidad y nutrir su inteligencia, las niñas muestran su preferencia por todos aquellos en que se exalte el sentimiento.
Después de leer un libro de guerra, por ejemplo, si preguntamos a un grupo mixto de lectores qué detalles les han interesado de modo especial, nos encontraremos con que las respuestas de los varones destacan la parte técnica del relato, describiendo el armamento utilizado en la batalla, o la táctica desplegada en el combate, mientras que las niñas pondrán de manifiesto en sus contestaciones un mayor interés por la parte sentimental, ponderando los sufrimientos de los heridos o la alegría de los vencedores.
Estas diferencias servirán como norma orientadora, pero no se aplicarán con un criterio exclusivo, ofreciendo a los muchachos únicamente relatos técnicos y a las niñas sólo obras sentimentales, sino que, por el contrario, recordemos que el libro puede y debe servir en esta edad como un estabilizador de gustos, como un punto de conciliación, capaz de despertar en los varones un aprecio por los valores humanos que afine su sensibilidad, suavizando sus tendencias brutales, mientras que en las muchachas tenga él poder de interesarlas por la realidad, evitándolas caer en el sentimentalismo exagerado.


  
-32-   
ArribaAbajo

El tema

Dentro de las obras de imaginación se elegirán aquéllas que reflejan la realidad, aunque no pertenezca esta realidad la inmediata y directa experiencia de la vida cotidiana de los lectores, coma los relatos de viajes, novelas de guerra, reportajes sobre proezas deportivas, escaladas o exploraciones en las que se exalte además de la aventura en sí misma, la lealtad y el compañerismo, el espíritu de equipo de los montañeros y la necesidad que hay de una constante y generosa ayuda mutua para conseguir la victoria.
También los hechos históricos, la vida heroica y aventurera de los descubridores de tierras, de los conquistadores y guerreros de tiempos pasados atraerán su atención. Cantera inagotable de relatos del mayor interés la constituyen las hazañas inigualables de los exploradores españoles en tierras americanas.
En cuanto a los libros que tengan como fundamento la explicación de un tema científico, serán más fácilmente asimilables para el niño si se presentan en forma biográfica, ofreciendo la vida y vicisitudes de los sabios y estudiosos que los descubrieron o investigaron, añadiéndose de esta forma al interés científico, el calor y el ejemplo humano de unas vidas dedicadas al estudio y al servicio de los demás.


ArribaAbajo

El relato-tipo

Seleccionamos como relato-tipo para lectores de más de doce años el titulado «Toomai, el de los elefantes», de Rudyard Kipling, que forma parte de su conocida obra «Libro de la selva», y del que incluimos a continuación un breve resumen, con la autorización de la Editorial Gustavo Gili, S. A.
«Toomai el de los elefantes».
Toomai el chico era indio y pertenecía a una familia de conductores de elefantes. Su padre se enorgullecía de guiar a Kala Nag, un elefante muy fuerte y de gran tamaño.
-Sí -decía Toomai, el padre, ponderando el valor y la fortaleza de su elefante-. No hay nada que cause miedo a Kala Nag, excepto yo.
-También a mí me teme -decía Toomai el chico, poniéndose de pie frente al elefante.
Toomai el chico no tenía más que diez años de edad y medía poco más de un metro, pero sus palabras eran ciertas. A la sombra de Kala Nag había nacido, con el extremo de su trompa jugaba ya antes de dar los primeros pasos, le llevó al abrevadero en cuanto pudo andar y era imposible que al elefante se le ocurriese desobedecer sus chillonas voces de mando.
-Sí -repetía Toomai el chico- me teme.
Y dirigiéndose a Kala Nag le hacía levantar las patas y arrodillarse. Después empezó a hablarle.
-Cuando seas viejo, Kala Nag, vendrá algún rajá rico y te comprará por lo grande que eres y lo bien que te hemos educado, y entonces no tendrás nada que hacer. Llevarás aretes de oro en las orejas, una tienda sobre la espalda y una tela roja a los lados. Entonces, yo me sentaré en tu cuello y los hombres correrán delante de nosotros gritando: ¡Paso al elefante del rey!
Toomai el chico sonrió imaginándose la escena:
-Será muy divertido, Kala Nag, peto no tanto como nuestras correrías por la selva.
  -33-  
Porque lo que más le gustaba a Toomai el chico era la caza de los elefantes salvajes y presenciar las carreras locas, las llamaradas y el barullo de la última noche, cuando los elefantes, acorralados y perseguidos, se precipitaban dentro de la empalizada y, al ver que no pueden salir, se arrojan contra las paredes de troncos para no apartarse de ellas más que a fuerza de gritos, de blandir de antorchas llameantes y de disparar cartuchos cargados de pólvora.
Pero el momento más emocionante de todos era aquel en que empezaban a sacarse fuera los elefantes salvajes, atados ya con cadenas, obligándoles a obedecer a fuerza de gritos, con la ayuda de los domesticados.
Se podían oír entonces los gritos de Toomai el chico, animando a Kala Nag.
-¡Sigue, Kala Nag! ¡Dale con el colmillo! ¡Duro! ¡Cuidado!
Pero todo esto lo decía Toomai el chico, encaramado en uno de los postes de la empalizada, pues no le dejaban entrar, como hacían los verdaderos cazadores de elefantes.
Petersen Sahib, el cazador blanco que dirigía la cacería, dijo:
-Las empalizadas llenas de elefantes salvajes no son el sitio más apropiado para que los niños jueguen.
Toomai respondió:
-Yo no juego. Quiero ser cazador.
-Lo serás -respondió Peterson Sahib- cuando hayas visto el baile de los elefantes. Entonces será el momento oportuno.
Todos los cazadores que estaban escuchando se rieron. Porque aquella era una de las bromas que usan los cazadores de elefantes y que equivale a «nunca». Escondidos en los bosques, se encuentran a veces unos claros grandes que llaman «salones de baile de los elefantes», pero ningún hombre los ha visto bailar.
Toomai el chico lanzó un hondo suspiro.
***
Aquella noche los cazadores ataron los elefantes por las patas traseras con gruesas cadenas fijas a unas estacas, clavadas en el suelo.
Toomai el chico se acostó en la hierba, al lado de Kala Nag, pero el elefante seguía en pie con las orejas levantadas. Entonces se oyó el grito, parecido a un cuerno de caza, que lanzaba en la selva un elefante salvaje.
Kala Nag arrancó de un fuerte tirón la estaca que le sujetaba y avanzó silenciosamente. Corrió Toomai el chico detrás de él y en voz baja le dijo:
-¡Llévame contigo, Kala Nag!
Volviose entonces el elefante, bajó la trompa hacia el chico, se lo montó en el cuello y, antes de que Toomai tuviese el tiempo necesario para asegurar las piernas, se internó en el bosque.
Kala Nag atravesó la selva, llegando a un claro donde se habían congregado muchos elefantes. Toomai el chico intentó contarlos, pero como no sabia más que hasta diez, pronto perdió la cuenta.
-Todo el pueblo de los elefantes se ha citado aquí esta noche -dijo Toomai a media voz y dando diente con diente-. Realmente va a haber baile.
Entonces barritó un elefante y todos se pusieron a imitarle durante cinco o diez terribles segundos. Comenzó a oírse un ruido sordo, muy bajo al principio,   -34-   que creció y creció. Los elefantes pateaban, apisonando la tierra y el ruido que hacían sonaba como tambores de guerra. Así pasaron la noche y, al rayar el alba, cesó el estruendo como por un mandato y los elefantes desaparecieron en la espesura de la selva.
Toomai el chico, sintiendo que los ojos se le cerraban de cansancio dijo al oído de su elefante:
-Kala Nag, volvamos al campamento.
***
Dos horas más tarde, Kala Nag entró bamboleándose de cansancio en el campamento. Toomai el chico, pálido de cansancio, con el pelo lleno de hojas y empapado de rocío, gritó:
-¡El baile! ¡El baile de los elefantes...! ¡Yo lo he visto...¡ -y contó todo lo que tenía que contar.
Aquella noche se celebró una fiesta en el campamento, y el más viejo de los cazadores habló así:
-Oídme, hermanos. Y oídme también vosotros, señores elefantes que estáis ahí en fila. Este niño ya no se llamará Toomai el chico, sino «Toomai el de los elefantes». Lo que jamás vio hombre alguno lo ha visto él durante una noche, porque es el favorito del pueblo de los elefantes. Toomai sabrá seguir en la selva la pista reciente y la medio borrada. Ningún daño recibirá en las cacerías, y si alguna vez resbalara y cayera delante de un elefante feroz, éste no se atreverá y aplastarlo. Vosotros, señores míos, que estáis allí, entre cadenas, ¡saludad a «Toomai el de los elefantes»!
La fila entera de elefantes levantó al aire las trompas y lanzó un gran saludo.


ArribaAbajo

La narración

Con respecto a «La Hora del Cuento», el narrador tendrá que enfrentarse en este grupo con las mayores dificultades y superarlas hasta lograr ofrecer un relato que sea capaz de despertar el interés del grupo y ser escuchado con agrado por la mayoría de los asistentes.
La dificultad no estriba en «La Hora del Cuento» en sí misma, pues la narración oral sigue conservando su atractivo como el medio más normal, directo y claro de comunicación entre los seres humanos, sino en la especial psicología de los oyentes y en su exacerbado sentido crítico.
Un titubeo en la dicción, una fuga del argumento durante el relato, que pasaría inadvertido en los otros grupos, aquí será inmediatamente notado por los oyentes y acusado en un descenso de su atención.
Además de procurar una mejor y más intensa preparación previa, el narrador puede hacer uso de otros medios de estimular y mantener la atención de los oyentes durante el transcurso del relato. El más eficaz de todos ellos, será hacer una referencia cualquiera que se relacione directamente con la actualidad. Una alusión a la estatua del personaje célebre y conciudadano de los lectores que se levanta en el centro de la plaza próxima, o a las noticias del periódico sobre los últimos viajes espaciales tendrán, como inmediata respuesta, un aumento en el interés del auditorio.
  -35-  
Litografía de Goya
En la Sección de Grabados y Estampas de la Biblioteca Nacional de Madrid se conserva esta litografía de Goya, en la que el célebre pintor ha sabido captar magistralmente la atención de los oyentes. En nada se diferencia de la de los niños que siguen «La Hora del Cuento» en cualquier biblioteca.
Con frecuencia será una película, presentada en la sala de cine más próxima y habitualmente frecuentada por los lectores de la biblioteca infantil, lo que servirá de base a una «Hora del Cuento». Tenemos como ejemplo un film basado en una novela, y en una novela que se encuentra en los estantes de la biblioteca, como «Veinte mil leguas de viaje submarino» o «Ben-Hur». El libro está allí, atrayendo la atención de los lectores con la identidad del título. Pero lo que se van a encontrar entre las páginas, poca relación tiene con lo que vieron durante la proyección de la película. Dejando aparte la mayor o menor fidelidad del guión cinematográfico con respecto a la obra literaria, adaptada casi siempre con excesiva libertad, queda aún la diferencia, más profunda todavía, que existe entre libro y cine. Entre leer y contemplar. Es preciso prevenir al lector curioso de esta diferencia, para que no haga una comparación irreflexiva en la que precisamente la lectura salga mal parada.
Advertiremos al lector que en las páginas del libro encontrará precisamente la parte más importante de la novela, en conocimientos científicos, históricos o   -36-   geográficos, en ambientación y también en profundidad psicológica y en interés humano.
Otro medio de despertar el interés de sus oyentes será el presentar el relato, o al menos la introducción del tema que se trate a continuación, en primera persona. El narrador hará uso de sus propias vivencias en materia de viajes, estudios, lecturas o aficiones, explicando a los oyentes de la biblioteca su personal iniciación a la lectura, el enriquecimiento que los libros han aportado a su vida, el interés de los viajes por él realizados o la satisfacción que sus aficiones predilectas le han proporcionado. Todo relato presentado en parte o en su totalidad en primera persona, tiene asegurado de antemano el interés de los oyentes. Es la fuerza irresistible de la realidad, el interés de las vivencias lo que tanto atrae a los muchachos.
Además de ofrecer los más apropiados relatos, el narrador procurará atraer la atención de los oyentes por otros medios. Es el momento apropiado para invitarles a que abandonen su actitud meramente pasiva de oyentes maravillados, para adoptar otra más interesante, de colaboradores activos de la sesión.
Se le animará a tomar parte en las lecturas colectivas y en las narraciones personalizadas que se hagan (véase, en pág. 51, «Otras formas de la narración oral») dentro de la sesión dedicada a su mismo grupo, o como ayuda del narrador en las que se celebren para los demás pequeños, entre los que es muy difícil, e incluso imposible, encontrar colaboración.
Realizar una misión personal dentro de la biblioteca, pensar que el mismo narrador solicita y aprecia su ayuda, prestarla con alegría y acierto, contribuirá a aumentar el interés de los lectores por la biblioteca, responsabilizándoles en una tarea divertida y útil al mismo tiempo.





ArribaEl narrador


ArribaAbajo

Cualidades

Una vez estudiado el público infantil, sujeto pasivo de «La Hora del Cuento», trataremos ahora del principal protagonista y animador de las sesiones, de quien depende el buen éxito de las mismas, que tiene a su cargo la elección de los programas y su realización material: el narrador.
Señalaremos, en primer lugar, las cualidades que distinguen a un buen narrador.
Cierto que la tarea es importante y el hablar a los niños en su propio lenguaje, no tan sencillo como algunos creen, pero estas consideraciones no deben desanimar a quien se proponga, seriamente, iniciarse en la narración oral. Basta sentir una alegre inclinación hacia los niños, estar firmemente convencido de los beneficios que les puede reportar a lo largo de su vida la práctica habitual de la lectura y comprender la importancia que los relatos maravillosos tienen en el desarrollo de su imaginación y en el cultivo de sus sentimientos, para considerarse con muchas posibilidades de llegar a ser un buen narrador de cuentos infantiles.


ArribaAbajo

Necesidad de la preparación

Será necesaria después la preparación (más minuciosa e intensa al principio, pero imprescindible en todo caso), la práctica constante y la corrección de los defectos que se observen, para ir puliendo y perfeccionando el modo de hacer, hasta llegar a conseguir una narración fácil, sencilla y grata.
Es preciso insistir en la necesidad de la preparación, incluso cuando se trata de un cuento bien aprendido y ya narrado a los niños con anterioridad en varias ocasiones, perfectamente conocido por el narrador.
Hay que contar con un fallo de la memoria, que le lleve a omitir ciertos detalles, al parecer de poca importancia, o tal vez a cambiar el orden de los acontecimientos, estropeando así el efecto del relato.
Se puede repetir varias veces, e incluso muchas, una misma historia en «La Hora del Cuento», siempre que se sepa presentarla cada vez con una nota de actualidad en la introducción. El narrador se verá precisado, por tanto, a repasar el cuento considerándolo ahora única y precisamente con vistas a la determinada actuación que se prepara. Se procurará añadir algún nuevo efecto, ya sea citando al comienzo unos datos de la más palpitante actualidad de la calle; desde la última noticia sobre las pruebas de viajes interplanetarios, hasta un leve comentario sobre el tiempo. Servirá mejor aún a nuestro propósito, que dicha noticia se refiera directamente a la marcha de la biblioteca infantil; un comentario sobre algún acto o exposición recientemente realizado o cosa por el estilo.
Las noticias de actualidad contribuyen de un modo eficacísimo a poner de   -38-   manifiesto ante los niños la estrecha relación que existe entre la realidad cotidiana y los libros, entre la biblioteca y su vivir diario.
Estas noticias son, por otra parte, las que hacen el relato de hoy distinto del de la semana pasada, diferenciado y único.
La referencia a la actualidad difícilmente surgirá de modo espontáneo en el transcurso del relato, si no se ha pensado y preparado previamente.
La preparación de «La Hora del Cuento» por parte del narrador es, por tanto, absolutamente necesaria.


ArribaAbajo

Plan del curso

El narrador, de acuerdo con el bibliotecario y atendiendo siempre a todas las sugerencias que éste le proponga, proyectará un detallado plan de los temas a tratar dentro de las sesiones de «La Hora del Cuento» correspondiente a un período de tiempo determinado, un curso o un trimestre por lo menos.
Los distintos temas y las historias, reales o fantásticas que en ellas se incluyan, no estarán agrupadas por el capricho momentáneo del seleccionador, sino cuidadosamente elegidas de antemano, de modo que todos contribuyan a poner de manifiesto una bien pensada unidad de propósito -exaltar la fantasía, introducir a los niños en el folklore, apertura de su sentido internacional, etc.- mantenida a lo largo del ciclo.
Un plan bien realizado deberá prever las siguientes partes:

ArribaAbajo

Cuentos

Agrupados según los temas: Un ciclo que recoja las leyendas populares de la región donde radique la biblioteca; otro basado en cuentos de distintos países, o bien una serie dedicada a presentar las distintas obras de un mismo autor, etc.


ArribaAbajo

Efemérides

Nada tan fácil como aprovechar la celebración de cualquier efemérides de tipo literario, bien sea del nacimiento o muerte de un escritor famoso, o de la publicación de una obra importante, para actualizar el tema en una sesión de «La Hora del Cuento», presentándolo en forma de narración personalizada.
Además de las conmemoraciones directamente relacionadas con la literatura, se podrán destacar también las de los principales descubrimientos científicos y, en general, todos los hechos que presenten un interés humano, esperanzador y estimulante.


ArribaAbajo

Fiestas

También deberán considerarse las fiestas del Santoral o del ciclo litúrgico que se celebren al mismo tiempo que las sesiones de «La Hora del Cuento» que se preparan, no sólo para orientar las historias seleccionadas (nada resultaría tan desambientado y falto de interés con el relato de un cuento de Navidad realizado en pleno ambiente de Semana Santa), sino también para destacarlas y explicarlas debidamente.
  -39-  
El comentario y explicación de las fiestas principales del año litúrgico tendrán su lugar propio dentro de «La Hora del Cuento», así como las historias de los santos, pues si consideramos dignas de consideración y alabanza las vidas de los escritores famosos, de los hombres de ciencia o los exploradores y, como modelo digno de ser imitado se las ofrecemos a los niños en «La Hora del Cuento, con mayor razón les propondremos como ejemplo la vida de los seguidores de la Verdad.
En este caso, se extremará la distinción entre lo supuesto y lo histórico, lo que pertenece a la leyenda piadosa y lo rigurosamente cierto. La diferencia entre lo real y lo imaginario, que siempre será cuidadosamente marcada, deberá destacarse con mayor claridad aún en todo lo referente a cuestiones religiosas.
Este entronque de las actividades de la biblioteca infantil con la actualidad de la calle, por medio de la celebración de efemérides y fiestas principales que se señalarán, no sólo en los temas tratados dentro de «La Hora del Cuento», sino también con los mismos libros de la biblioteca (realizando pequeñas exposiciones de obras relativas a la persona o suceso que se conmemora), tiene la mayor importancia, al poner de manifiesto la íntima relación de los libros y la vida.




ArribaAbajo

El cuento

El número de novelas, relatos históricos y cuentos ya escritos que pueden ser adaptados para su narración en «La Hora del Cuento», es muy crecido. Si a esto se añaden todos los posibles argumentos que la fértil imaginación del narrador pueda crear y relatar ante los niños, este número se convierte en prácticamente infinito.
La gran abundancia de material que el narrador encuentra a su alcance, facilita por una parte la elección, pues le permite rechazar todos los relatos que considere aburridos o inapropiados sin temor a quedarse sin argumentos, pero también exige un criterio muy formado y un conocimiento claro de las normas que deben regir una acertada selección.
Como premisa previa es de señalar la absoluta necesidad de que el cuento interese y guste personalmente al narrador.
No basta con que presente las características deseadas para que se considere susceptible de agradar a un determinado grupo de oyentes, es preciso que agrade también, y en la misma medida, al narrador.
Un cuento cuya gracia no suscite su hilaridad, cuyo argumento considere inadmisible por demasiado fantástico o muy prosaico, en el que el protagonista le resulte antipático o las incidencias del desarrollo aburridas, no debe ser incluido en el repertorio de ese narrador, pues con mucha dificultad conseguirá relatarlo en el tono de íntimo convencimiento (como si esa historia fuese la más importante del mundo, más aún, la única importante) con que es necesario hacerlo para suscitar el interés del auditorio.
Aunque haya oído contarlo con éxito a otro narrador o aunque sepa con certeza que la historia gustaría a los niños, es preferible no intentar la aventurada empresa, pues a la menor dificultad el relato decaerá rápidamente. ¿Por qué? Porque el narrador tiene que estar compenetrado con su relato, gozar con él,   -40-   como los mismos niños oyentes, «conocer» a los personajes y vivir las incidencias del cuento. Sólo así se consigue una buena narración.
Rechazando de antemano el narrador aquellos cuentos «que no le van», hay unas cuantas ideas que pueden ayudarle para que efectúe una acertada selección.


ArribaAbajo

Elección del cuento

Se darán preferencia a aquellas historias que presentan valores positivos, donde se exaltan no sólo las virtudes como la bondad o la mutua ayuda, sino también la salud y la belleza. Es preciso valorizar la salud, bastante desprestigiada corrientemente en los cuentos infantiles. El niño débil, enfermizo, abocado a una muerte prematura, dejará de ser el personaje que encarne la bondad, para dar paso al niño fuerte, sano, valiente y generoso, cuyas cualidades se exalten y valoricen en el relato; como un héroe digno de ser imitado.
Se procurará salvar la dignidad de las personas de consideración que rodean al niño, exaltando de un modo destacado el respeto a los padres, sacerdotes, maestros y educadores a los que se podrá presentar en el transcurso del cuento con sus diferentes caracteres e incluso con sus defectos, pero relatando la historia de forma tal que estos defectos queden suficientemente compensados con otras y mayores virtudes, e insistiendo en el respeto que se les debe.
Los cuentos populares de distintos países, o bien aquellos que estén ambientados en lugares exóticos, que reflejan en el marco y el argumento los paisajes, costumbres y formas de vida distintas al medio ambiente del auditorio, tendrán como resultado inmediato el de favorecer la comprensión con respecto a los extranjeros, contribuyendo a qué el niño se forme un recto sentido internacional, basado en el conocimiento y mutua estima. Se procederá, al final de estos relatos, a facilitar a los niños una completa información geográfica, procurando que todos los detalles materiales y de descripción ambiental que se presenten sean lo más exactos y amplios posibles.
Interesará también a los niños la narración de los descubrimientos científicos o geográficos, historias verídicas o bien relatos imaginarios basados en temas científicos. En este momento se está produciendo una literatura muy abundante, la llamada «ficciones de la ciencia» y relatos de «anticipaciones del futuro», en algunas de las cuales se mezclan, con acierto, los adelantos de la ciencia con la imaginación del novelista, razonando y explicando los hechos con arreglo a las leyes de la física, mientras que, en la mayoría, impera la más dislocada fantasía. Hay que procurar en estos tipos de narraciones no perder el contacto de la realidad y partir de datos científicamente ciertos.
También en los cuentos realistas, lo cotidiano servirá de punto de partida para elevar la imaginación del niño oyente hacia otros estratos superiores, donde tenga cabida lo ideal y fantástico.
Se rechazarán totalmente los cuentos basados en el dinero. Con frecuencia se propone a los niños una serie de historias que pretenden fomentar en él la generosidad y el desprendimiento, pero que tienen el efecto contrario, al poner de manifiesto la importancia del dinero.
Después de oír durante largo rato las alabanzas del niño rico que da una peseta al pobre, los niños sacan la impresión de que se trata de un hecho insólito, digno del mayor elogio, pues la posesión de esa peseta es cosa muy deseable, y el dinero objeto de la mayor estima.
  -41-  
Las ideas de los niños con respecto a los bienes materiales están basadas en unos criterios de valoración distintos que los de los adultos. Un niño puede considerarse muy rico por el hecho de poseer una bola de cristal más grande que la de sus amigos, o sentirse enormemente empobrecido cuando se le pierde el sacapuntas.
Desconoce el valor del dinero y sólo comienza a entenderlo cuando las personas mayores y, en general, el ambiente materialista que le rodea de un modo insistente, se lo muestran. Así, se acostumbra decir al niño que debe aplicarse en los estudios, pues la instrucción le proporcionará una base para conseguir el día de mañana el puesto de trabajo más cómodo y mejor retribuido, pero se olvida valorar la parte espiritual de la cultura, que en la lectura puede encontrar una experiencia para la vida que redundará más adelante en su posición económica, y otra serie de argumentos por el estilo.
El niño se encuentra hoy día sumergido en un mar de razonamientos y aspiraciones de tipo material, que pueden deformar su criterio y secar sus sentimientos. Puede muy bien ser la biblioteca infantil el sitio donde respire aires más puros y se nutra de más elevados ideales.
Se procurará, por tanto, evitar aquellos cuentos que terminen con la adquisición de grandes fortunas, o donde la recompensa de una buena acción esté fijada precisamente en bienes materiales. Otros serán los móviles que ofreceremos a la consideración de los oyentes: la amistad, el valor o la lealtad, encarnados en el héroe que no espera más recompensa que la alegría del bien realizado.
Es peligroso fomentar en el niño la idea, falsa por otra parte, de que el hecho de realizar una buena acción de cualquier tipo que sea, tiene, como resultado inmediato e infalible, la recepción de una recompensa, de una paga muy superior incluso al esfuerzo, el riesgo o el vencimiento propio que fue preciso desarrollar para llevarla a buen fin. Todos sabemos, por experiencia, que la recompensa se recibe en muy contadas ocasiones y no debe nunca ser la razón que decida los actos, buenos o malos, de una persona. Se exaltará, por el contrario, el héroe desconocido, aquel cuyas acciones permanecen ignoradas para los demás, que no recibe premio alguno por ellas, ni siquiera el reconocimiento y alabanza de sus méritos.
También se rechazarán aquellos cuentos de tendencias clasistas, en los que el carácter del protagonista aparezca determinado por la categoría económica a la que pertenece, pues no existen en la realidad virtudes ni defectos exclusivos de una misma clase social. En estos relatos, con el deseo de exaltar una, se menosprecia a las otras, fomentando la incomprensión e incluso el odio, en vez de favorecer las cordiales relaciones que deben reinar entre los distintos estamentos de la vida social.
Todas estas consideraciones son más dignas de tenerse en cuenta y se aplicarán con mayor rigor en aquellos cuentos que se presenten ambientados en un marco realista, situados en la época contemporánea y donde se relaten situaciones e incidencias pertenecientes a la vida real.
Los cuentos fantásticos, más idealistas por lo general, suelen estar libres de estos defectos, pues incluso las recompensas que en ocasiones reciben sus héroes (un cofre de oro, una esmeralda, un saco de perlas) están tan alejados de las valoraciones materiales de un niño de nuestros días, que adquieren a sus ojos una categoría mítica, que nada tiene que ver con el dinero.
Con mayor rigor se rechazarán aquellas historias que se refieran al amor sexual y que están basadas en el relato de la intimidad de los adultos. Estos   -42-   temas resultan impropios para la edad de los oyentes y, además, no interesan a los niños, si no están acuciados por ya precoces y malsanas curiosidades.
Un ejemplo bastará para demostrar cuán alejada está esta tal clase de amor de los centros de interés de nuestro auditorio infantil.
Después de oír el relato de un fragmento de Don Quijote de la Mancha, un niño de ocho años comentó: «¿Y todo lo hacía Don Quijote por esa Dulcinea? ¡Qué loco estaba!» Demostrando con estas palabras que, para él, la locura de Don Quijote no radicaba en su absoluta y constante ausencia de la realidad, que le hacía cometer desatino tras desatino, sino en su amor por Dulcinea.
Los niños se identifican perfectamente con el héroe de un cuento que se bata hasta la muerte por defender a su patria, ayudar a un amigo o conquistar el mundo, pero les parece incomprensible y hasta ridículo que alguien quiera pasar peligros o penalidades por el amor de su dama.
Estos son algunos de los criterios que pueden orientar la elección de los temas apropiados para «La Hora del Cuento».


ArribaAbajo

Estudio del cuento

Una vez elegido el tema, se procederá al estudio de la parte formal de la historia.
Un cuento está formado por las siguientes partes esenciales:
1º Presentación de los personajes y del argumento.
2º Desarrollo.
3º Desenlace.
Estas tres partes, que se definen evidentemente con sólo enunciarlas, forman la estructura interna del cuento.
Cierto es que en algunos relatos literarios nos encontramos con un orden distinto en el modo de presentarlo, resultando en ocasiones que es precisamente el desenlace lo que sirve de comienzo e introducción al relato (como en las novelas policíacas, que presentan en primer lugar el crimen que se investigará y tratará de reconstruirse a lo largo de toda la historia) y en otras parece omitirse la presentación de personajes, a los que nos vamos encontrando en pleno desarrollo del argumento. Todas estas licencias, permitidas y apreciadas por su posible novedad en los relatos escritos, no son recomendables en la práctica de la forma oral.
Un cuento, para ser narrado en viva voz, precisa tener sus tres partes muy bien definidas y concretas. El niño, lejos de sentirse deseoso de novedades, gusta de comprender y seguir perfectamente el relato y, para conseguirlo, le sirve de eficaz ayuda una presentación clara y ordenada del cuento.
La palabra hablada se desvanece en el aire en el mismo instante de ser pronunciada y el oyente se encuentra en la imposibilidad de consultar de nuevo los datos anteriores del relato, cuando el desarrollo del argumento se preste a confusión, como puede hacer el lector de un libro.
El narrador tratará de compensar esta aparente desventaja extremando la claridad en la exposición.
El relato oral no permite licencias literarias en su forma ni fantasías arquitectónicas en su estructura, pues el cuento se derrumbaría con facilidad, alcanzando a todos, oyentes y narrador, bajo los cascotes. Tiene que estar bien cimentado   -43-   en la introducción, correctamente elevado en el desarrollo y rematado de modo completo en su desenlace, para que pueda resistir los embates del viento de la curiosidad o la lenta comprensión infantil.


ArribaAbajo

Adaptación

Son muchas las condiciones especiales que precisa un cuento para su narración oral, y no siempre se encontrarán todas contenidas en historias procedentes de la literatura escrita. Será preciso modificarlas y adaptarlas, hasta conseguir una perfecta adecuación en la forma al modo como van a ser presentadas ante el auditorio infantil.
El narrador se encontrará con frecuencia frente a la necesidad de adaptar un cuento determinado, procurando que, en su forma externa y en su estructura interna, sea apto para la narración oral.
Mucho se ha hablado y discutido entre los educadores y literatos sobre las posibles ventajas y desventajas que supone el ofrecer a los niños los grandes temas de la literatura universal en versiones reducidas y adaptadas a la mentalidad infantil, antes de que el desarrollo de su inteligencia, la apetencia de su gusto literario o la formación de su criterio moral, les permita enfrentarse con las versiones íntegras, tal y como salieron de la imaginación creadora de sus geniales autores.
Los defensores de la adaptación afirman que un primer conocimiento parcial de las grandes obras literarias, recibido durante los años infantiles, es muy beneficioso, pues llevará más tarde al lector, adulto ya, a realizar su lectura completa, movido por el deseo que despertó en él la parcial.
Los detractores, por el contrario, sustentan la teoría de que la adaptación mata el deseo de una posterior lectura.
Pero el efecto depende del acierto o desacierto con que se realice la versión dedicada a los niños, y no en el mismo hecho de la adaptación. Dediquémosla, por tanto, el debido cuidado.
Antes de iniciar esta labor, es preciso recordar que la palabra adaptación no supone, en modo alguno, variación o cambio.
No se debe cambiar, por tanto:
Ni el espíritu de la historia.
Ni el nombre de los personajes.
Ni el argumento.
Ni el desenlace.
Una correcta adaptación impide desvirtuar el espíritu de la obra, modificar el argumento o mutilar con exceso las incidencias del desarrollo. Esto exige que las partes esenciales de la historia elegida sean apropiadas para los niños.
Más vale renunciar a un argumento determinado que contarlo deformado.
Daría un resultado desastroso intentar la adaptación de «Otelo», impropio para los niños, por el mismo espíritu de su tema -los celos conyugales-, a los que no llegaría a interesar, por otra parte, mientras que «El mercader de Venecia», con su exaltación de amistad (que llega hasta el sacrificio en defensa del amigo ausente), se ajusta perfectamente en su esencia para su adaptación y posterior relato ante un público infantil.
Se puede, sí, simplificar el texto, incluyendo en el plan de la narración oral   -44-   unas incidencias del argumento y rechazando otras, para evitar la excesiva longitud o facilitar la comprensión, cuidando en este caso de que los acontecimientos elegidos sean los que expresan, con más intensidad y mayor exactitud, el espíritu de la historia.
Asimismo, podrán suprimirse las descripciones excesivamente largas, para no cansar al niño, distrayendo su atención del mismo argumento.
Los vestidos de los personajes, comidas, fiestas y, en general, todo lo referente a la ambientación de la historia, no se presentarán con una profusión tal de detalles materiales que puedan llegar hasta cegar la imaginación creadora del niño. No es más que uno el paisaje minuciosamente descrito por el narrador, mientras la imaginación de los niños puede crear muy distintos cuadros, uno por cada oyente.


ArribaAbajo

Las palabras

Una vez preparado el cuento es preciso vestirlo con las palabras adecuadas, procurando mantener el tono del cuento original (poético, popular, burlesco) y conservando en lo posible sus mismas frases.
Frecuentemente, sobre todo en los relatos exóticos, o en los que se refieren a épocas pasadas, se encontrarán palabras poco corrientes en la conversación, cuyo significado desconocen los niños. A veces, precisamente sobre esta palabra desconocida está basado el argumento de la historia («El valiente samurai», «El búfalo blanco») y es preciso explicar su significado, para que pueda asimilar el sentido del cuento.
Será éste un buen momento para explicar al niño la importancia de las palabras con algún ejemplo sencillo:
«Las palabras tienen un gran valor y hemos de aprenderlas y usarlas siempre bien. A veces los niños dicen: «Total ¡una palabra no tiene importancia!» ¡Ya lo creo que sí!
Si yo digo: Esta niña es guapa, ella sonríe satisfecha.
Si yo digo: Esta niña es fea, ella se pone seria y hasta se enfada o llora.
Y todo ¿por qué?, por una palabra, por sólo una palabra de diferencia.
¿Lo comprendéis ahora? Las palabras tienen mucha importancia...»
Y, junto con las palabras, es preciso cuidar también de que las imágenes literarias o las comparaciones que se propongan a lo largo de una narración puedan ser fácilmente asimiladas por los oyentes.
Las metáforas sacadas de la vida campesina son completamente incomprensibles para el niño ciudadano, que no ha visto jamás ponerse el sol detrás de las colinas ni crecer el trigo. Los árboles, el río, el bosque, las montañas nevadas son cosas que no pertenecen a su experiencia, y no deben, por tanto, citarse constantemente en las narraciones orales.
No valen como referencia y punto de acercamiento del relato a la vida cotidiana, razón por la que fueron introducidos en el cuento por su autor, y en puestos días, por inútiles, deben suprimirse o modificarse por otras comparaciones y metáforas que sean de verdad familiares al oyente.
El caso contrario, el de las referencias a la vida de la ciudad ofrecidas al niño campesino, deben también evitarse, aunque es menos frecuente, pues la mayoría de los cuentos literarios y populares están ambientados en el campo.




  
-45-   
ArribaAbajo

La narración


ArribaAbajo

Actitud del narrador

El narrador se presentará ante el auditorio con actitud sencilla y amable, con una sencillez que no será, en ninguna ocasión, descuido, sino que, por el contrario, demostrará atención y respeto hacia el niño.
Valorará la importancia del acto que dirige y logrará transmitir esta misma sensación a su auditorio, demostrando en todo momento interés y cuidado; interés hacia su público infantil y también hacia las mismas narraciones, materia y forma de «La Hora del Cuento»; cuidado en su correcta realización.
Los niños tienen un gran sentido de la intuición y observan muy cuidadosamente a las personas que los rodean, adivinando sus valores y sentimientos. Un sincero interés por el acto que se va a realizar, transmitido en gestos y palabras al auditorio infantil, será la mejor presentación del narrador.

ArribaAbajo

Dominio

El narrador deberá moverse y actuar con seguridad, disimulando su nerviosismo, si es que sintiera alguno, y ocultando a su auditorio la inquietud que el hablar en público pueda producirle.
Tiene que demostrar que domina absolutamente la situación y dirige el acto con completa seguridad.
La seguridad del narrador tranquiliza al oyente, poniéndole en una actitud propicia a la aceptación de cuanto escuche de sus labios.
Por otra parte, el seguro dominio demostrado en todo momento por el narrador, impide al niño obrar por propia iniciativa, hablar con sus compañeros, interrumpir al narrador o reír fuera de las preguntas y bromas iniciadas y dirigidas por éste.
Un narrador tranquilo, que inicie su relato una vez conseguido el silencio y que lo conduzca en todo momento con seguridad y dominio, tiene garantizado el éxito de su actuación.


ArribaAbajo

La voz

La voz es el máximo, casi el único medio de que dispone el narrador de cuentos para llevar el interés y la emoción del relato hasta sus oyentes. Procurará, por tanto, aprovecharla hasta el máximo.
Deberá hablar sin forzar la voz, con claridad, pronunciando bien las palabras y con un ritmo ligeramente más lento que el usado en las conversaciones corrientes.
Nunca gritará y sólo elevará el volumen de la voz en algún momento determinado, cuando las incidencias del relato lo exijan así. No se trata de gritar, y   -46-   menos aún de superar una sola persona, a fuerza de gritos, todos los diálogos en voz baja mantenidos por su auditorio. El narrador esperará unos segundos antes de comenzar su relato hasta que se haga el más completo silencio y, solamente una vez conseguido éste, empezará a hablar.
Puede darse alguna circunstancia, ajena al narrador y su historia, que provoque comentarios en voz baja. La lluvia, que entra por una ventana mal cerrada mojando a los que están cerca de ella, o un grupo de niños, recién llegados a la biblioteca, que no encuentran donde sentarse. El narrador procurará enterarse y solucionar el asunto cortando durante el tiempo preciso el relato. Es preferible interrumpir la más apasionante de las historias en su punto crucial y reanudarla a los pocos minutos en medio del más completo silencio, que permitir que se estropee su efecto por una serie de ruidos y cuchicheos.
Durante los diálogos del cuento, el narrador procurará diferenciar a los distintos personajes, prestando a cada uno una voz propia y característica, hasta lograr que los niños puedan reconocerlos sólo por el tono.


ArribaAbajo

Las pausas

Y, junto con la voz, dará el narrador la debida importancia alas pausas. Una correcta narración oral está formada a partes iguales de palabras y de silencios.
Una pausa breve marcará el final de cada frase y, otra más larga, la terminación de cada parlamento. Una pausa cerrará las descripciones, y otra aumentará la intriga ante el desenlace.
Estos espacios de silencios sirven, no sólo para contribuir al buen orden de la narración, sino para cumplir un cometido más importante aún. Ofrecen al niño la oportunidad y el tiempo necesarios para asimilar lo ya escuchado, e incluso para hacerle desear lo venidero. Proporcionan al narrador la oportunidad de observar a su auditorio. Si el silencio es profundo, le aseguran que la narración avanza por buenos cauces; si se oyen toses, movimientos de pies, palabras en voz baja y ruido de sillas, le advierten que debe cambiar el ritmo del relato, haciéndole más rápido y trepidante.
También hay que darle tiempo al niño para que pueda reírse de un dicho gracioso o comentar un incidente sensacional. En todo momento se procurará no agobiarle con nuevos hechos, cuando aún no han podido asimilar los anteriores.


ArribaAbajo

El gesto

La magnitud de los gestos con los que el narrador acompañará su relato, está en proporción directa con el número de los oyentes. A un auditorio muy numeroso corresponde una dramatización más acentuada.
Para mantener el interés de un centenar de niños, sentados en una sala espaciosa, el narrador, de pie en medio de los oyentes, o paseándose entre las filas de sillas, subrayará la acción hablando, actuando y accionando, de modo que el impacto del relato pueda llegar hasta los más alejados.
Aun en este caso de gran concurrencia, no se exagerarán los gestos, de modo que se llegue a confundir la biblioteca infantil con el escenario de un teatro. El narrador de un cuento debe sugerir la acción, no representarla.
Con un auditorio poco numeroso, por debajo de los veinte niños, el narrador poda permanecer sentado, en el mismo corro de sus oyentes. Todos podrán   -47-   verle y oírle perfectamente, sin necesidad de paseos ni cambios de posición, y se mantendrá la dramatización del cuento sólo con el tono de voz.




ArribaAbajo

Presentación

La primera vez que el narrador se presente ante un determinado auditorio, procurará dar una sensación de cordial amistad, con unas sencillas palabras de presentación:
«Como vamos a pasar un rato juntos, debemos ser amigos. A mí me gusta tener muchos amigos, lo mismo que a vosotros, ¿verdad que sí? Amigos de la escuela, amigos de jugar en la plaza, amigos de ir a pasear. Nosotros vamos a ser amigos de la biblioteca infantil. Yo me llamo... (el narrador dice su nombre), y como no me da tiempo esta tarde de aprender el nombre de todos, vamos a ver, tú mismo, ¿cómo te llamas?... (La niña interrogada dice su nombre y el narrador le da la mano, ceremoniosamente). Encantado de conocerte. Y ahora, como ya somos amigos, vamos a empezar».
O bien por unas frases, medio en serio, medio en broma, que tiendan a dar importancia a los niños:
«Antes de salir de casa me preguntaba yo: «¿Tengo los zapatos bien limpios? ¿Y las manos recién lavadas? ¿Y me he peinado lo mejor que sé? A todo fui contestando que sí. ¿Y sabéis para qué eran tantos preparativos? Para una cosa muy importante. Para venir aquí, a la biblioteca, a hablaros a vosotros, los lectores».
Al dar comienzo a «La Hora del Cuento» se hará una presentación verbal del programa que sigue. Esta introducción tiene como fin crear en los niños un clima de expectación, una actitud propicia a la maravilla.
La presentación tiene una gran importancia en las narraciones orales, pues puede captar la atención de los niños desde el primer momento.
El cuento dramático, de acción rápida y mucho movimiento, se relatará sin previas aclaraciones. Pero hay otro tipo de relatos que precisan de una cierta presentación. Los cuentos de humor, por ejemplo. Los niños, y de un modo especial los más pequeños, carecen de sentido del humor, son incapaces de comprender la burla y, mucho menos, la ironía. No basta señalar durante el relato, de un modo destacado, los incidentes humorísticos del argumento, sino que es preciso advertirlo previamente al auditorio: «Vamos a contar ahora un cuento de risa. Se trata de un niño muy despistado que todo lo entiende al revés». Además, el mismo narrador iniciará la risa, en el momento oportuno, haciendo una pausa para que los niños se rían libremente. Así, poco a poco, se les irá enseñando a los niños ese sentido de la proporción que, cuando se quiebra, provoca la risa y es la base del sano humor.
También los relatos de viajes, en los que se desea introducir abundancia de descripciones, se precederá de una advertencia:
«Este es el relato de un viaje que hicieron Juanita y Manuel por el Japón, que ahora nos cuentan todo lo que vieron». Así los niños comprenden que las descripciones son la base del relato y escuchan atentos sin impacientarse por el desenlace.


ArribaAbajo

La atención

Hay una serie de medios que ayudan eficazmente a mantener la atención del auditorio y que es conveniente aplicar sobre todo cuando éste es muy numeroso.   -48-   Se trata de conseguir que los niños abandonen su actitud meramente pasiva de oyentes para adoptar otra, activa y nueva, de participantes en el relato, invitándoles a intervenir en la narración por medio de preguntas.
Pero ¡cuidado!, pues las preguntas pueden lo mismo animar el cuento que destruirlo por completo, si el narrador no sabe formularlas debidamente o si no consigue dominar a su auditorio. En el primer caso, sembrará la confusión y, en el segundo, servirán de pretexto para alborotar.
Las preguntas tienen que ser muy concretas y formuladas de modo que los niños puedan contestarlas sin vacilar.
El narrador nunca deberá preguntar: «¿A que no sabéis quién es el protagonista de la historia que os voy a contar ahora?» Se trata de una pregunta demasiado amplia. Los niños no lo saben, y es muy difícil que acierten a descubrirlo. Pero lejos de reconocerlo se lanzarán a las más insospechadas suposiciones, proponiendo como protagonista de la historia de hoy, desde un rey hasta un elefante, pasando por un ratón y una princesa. Nadie ha logrado aproximarse ni remotamente a la verdad y, después de un rato de inútiles diálogos, el narrador comienza su historia. Se trata de un guerrero, pero éste no se aparece ya a los niños como el único protagonista deseable para la única historia interesante, sino uno de tantos, arbitrariamente escogido entre un montón de posibles personajes. Por mucho que se esfuerce el narrador en procurar un relato perfecto, no faltará el niño que, aferrado a su idea, comente al final del cuento: «Está bien, pero hubiera sido mejor un cuento de un elefante».
Si resulta peligroso lanzar una pregunta vaga al comienzo de un relato, mucho más lo es cuando ya está iniciado el argumento. Interrumpir de pronto el relato con un: «¿Y sabéis lo que pasó entonces?», seguido de una larga pausa, que invita a los niños a intervenir; equivale tanto como entregar el cuento al más completo de los fracasos.
Por el contrario, las preguntas concretas que puedan ser contestadas con seguridad y acierto por cualquiera de los circunstantes, o por todos en común, contribuyen a mantener la atención de los oyentes.
Los niños suelen dar mucha importancia a su propio nombre. Es lo primero que aprenden a decir, y están dispuestos a repetirlo con orgullo en cualquier momento. Por eso, se puede utilizar el nombre de alguno de los niños presentes para bautizar con él al protagonista de la historia narrada:
«Esta era una niña que se llamaba..., ¿cómo te llamas tú? (el narrador se dirige a una de las asistentes, que responde sin titubear: Isabelita López) ...que se llamaba Isabel, igualito que esta niña tan guapa de las coletas que tenemos aquí...»
También se puede «vestir» al personaje con las mismas ropas de los niños asistentes.
«Isabelita llevaba un abrigo... (Se hace una pausa, señalando el de alguno de los asistentes, cuidando siempre de elegir uno de color bien definido y se comienza en voz baja la palabra. Inmediatamente todos dicen a coro). ¡Azul!... Una blusa... ¡blanca!... Una falda... ¡roja!... Y un lazo... ¡rosa!... en el pelo...»
Este sistema surte efecto en el auditorio numeroso, pues sirve de pretexto al narrador para pasearse entre las sillas donde están sentados los niños, destacar a varios e interrogar a todos. Se puede repetir el vestuario de la protagonista dos o tres veces, siguiendo el mismo método, durante el transcurso del argumento.
  -49-  
Biblioteca de Gothenburg, Suecia
Las ilustraciones de la obra que se narra sirven para despertar mayor atención en los niños y crear un ambiente más logrado en la hora del cuento. Véase la expresión de los niños de la Biblioteca de Gothenburg, Suecia. (Foto cortesía de la Unesco.)
  -50-  
Otras preguntas del mismo tipo son el día de la semana, la hora que es, los años del protagonista...
«Un pescador se levantó un... ¿Qué día es hoy?... (Todos). ¡Jueves!... un jueves por la mañana...»


ArribaAbajo

Las preguntas

Si el narrador no se marcha inmediatamente después de terminada la narración se verá rodeado por un grupo de oyentes que le formulan diversas preguntas.
Uno quiere saber si «esa historia es verdad»; el otro, «¿qué le pasó al niño después?»; el de más allá, «¿dónde vive ese rey tan valiente?».
Todas las preguntas que sugiere la narración de un cuento se reducen a ésta. ¿Es verdad, o mentira, esa historia? ¿Ha pasado realmente? ¿Tal y como se relató anteriormente? El niño pide y merece una respuesta clara. Vamos a dársela.
En «La Hora del Cuento» se relatan también hechos históricos, cosas que son verdad, que han pasado realmente. En este caso, el narrador lo advierte así antes de relatarlo. Sobre esos hechos no hay duda posible. Son del todo verdad.
Pero ¿y los cuentos? En todos, incluso en los más fantásticos, hay una parte de verdad. Cierto que las circunstancias, las palabras, las aventuras y los protagonistas son imaginarios, pero el fondo del cuento, su alma, eso que se llama «la moraleja», eso sí que es verdad.
«El jalmeso». (Véase pág. 59.) Es cierto que podemos recibir ayuda en un momento dado, incluso de aquellos que nos parecen más pobres y menos poderosos.
«Los tres hijos del rey». (Véase pág. 70.) La diligencia y el sentido común del hijo menor son dignos de imitación.
«El labrador y su hijo». (Véase pág. 69.) Se debe obrar bien, sin atender demasiado a las críticas o alabanzas de los demás.
No es necesario mentir al niño para que conserve la ilusión, basta explicarle la realidad, haciéndole notar el mensaje poético que todas las cosas encierran.


ArribaAbajo

Los niños narradores

Los mismos niños pueden ser magníficos narradores, ya sea de cuentos leídos por ellos mismos en la biblioteca, o de los escuchados en «La Hora del Cuento».
El narrador debe fomentar, en lo posible, esta afición hasta llegar a formar un círculo de narradores, donde se estudien y ensayen los relatos. Pero no se debe animar, ni menos proponer a un niño que repita una historia, inmediatamente después de que la haya contado el narrador. El niño se encontraría en una evidente desventaja, desanimándose ante la pobreza de sus resultados.


ArribaAbajo

Efectos

El narrador, con ayuda del bibliotecario, estudiará los efectos producidos por «La Hora del Cuento», para comprobar que se consigue aquello propuesto por la biblioteca y, principalmente, el fomento de la lectura, para continuar el plan preparado o modificarlo en caso contrario.




  
-51-   
ArribaAbajo

Otras formas de la narración oral

Además de la narración de cuentos, que tiene como resultado inmediato y fácilmente comprobable el de estimular hacia una lectura más frecuente y atenta y, en muchos casos, el de iniciar a los niños en el mundo de los libros, el bibliotecario o narrador tiene a su alcance otros medios de comunicación con su auditorio infantil: las lecturas colectivas y las narraciones personalizadas.
Estas dos modalidades pueden ponerse en práctica con éxito solicitando la colaboración de los niños que ya hayan dominado por completo la mecánica de la lectura, y sean capaces de aportar su contribución personal, con gusto y eficacia, a «La Hora del Cuento».

ArribaAbajo

La lectura colectiva

Llamaremos «lecturas colectivas» a las que se realicen en voz alta, dentro de una sesión de «La Hora del Cuento» y a cargo de un grupo de lectores que representan, cada uno de ellos, un personaje determinado de la acción, estando dirigidos por otro lector, que orienta los diálogos y narra las circunstancias del argumento.
La lectura colectiva tiene un ritmo más lento que el de la narración oral. Esto es preciso tenerlo en cuenta para no poner a prueba la paciencia del auditorio, presentándole una acción rápida y emocionante por un medio de forzada lentitud. Será mejor, por tanto, reservar los argumentos trepidantes para narrarlos oralmente y elegir cuentos más poéticos y sencillos y en los que el interés literario del estilo tenga mayor importancia que la intriga del argumento, para real izar una lectura colectiva. También las historias cuyo final ya es conocido por los niños, ya porque haya sido previamente contado de forma oral, o porque pertenezcan a los cuentos populares y universalmente sabidos, serán muy convenientes para presentarlos ahora como lectura. El oyente no se impacienta buscando el desenlace, puesto que ya lo conoce, y esto le permite gozar de las descripciones, contenido poético y estila literario en que se van exponiendo los acontecimientos.
No es de temer que los niños rechacen una historia, por conocida, si no que, al contrario, gustan de las repeticiones de un mismo cuento, saboreándolo más y más en cada sesión. Una vez elegido el tema, y para preparar la lectura colectiva de un cuento o texto de cualquier tipo que sea, es preciso disponer de varios ejemplares o copias mecanografiadas de dicho texto completo, en número igual al de los niños que vayan a intervenir en la sesión. Es muy conveniente, para el buen éxito de la lectura, que cada niño tenga a su disposición, no sólo las frases   -52-   que le corresponden leer a él en voz alta, sino también las que corresponden a los demás lectores, tanto los que intervienen en diálogos, como el que actúa de narrador.
Si se dispone de un poco de tiempo, es muy conveniente ensayar- de antemano esta actuación, convocando a los niños para una lectura previa.
Una vez solicitada la ayuda voluntaria de un grupo de niños, se eligen aquéllos que, después de comprobada su facilidad en la lectura y clara dicción, se consideran más apropiados para prestar su voz a los personajes que se les designen.
Reunidos en privado, el narrador leerá en voz alta el cuento ante el grupo de lectores, procurando destacar las distintas voces, exagerando la entonación e, incluso, interrumpiendo el texto, para explicar algún matiz especial, que pudiera pasar desapercibido en una simple lectura, y sea fundamental para la completa comprensión del argumento, señalando las partes fundamentales de la historia y aclarando la enseñanza que encierra, si la hubiera.
Esta previa lectura comentada tendrá también el valor de una auténtica iniciación a la crítica literaria, que llegará a ser tan profunda y completa como la curiosidad de los lectores y la preparación del narrador lo permitan, pues en torno a las cuestiones puramente literarias de estilo, originalidad, fuerza argumental o tesis que sustenta el cuento de que se trata, surgirán otros temas de cultura general, como biografía del autor, modos de vida y acontecimientos históricos principales de la época en que se desarrolla la acción, detalles geográficos o científicos relacionados con el argumento y un sin fin de cuestiones más.
Una vez terminada esta primera lectura y contestadas las preguntas con la mayor claridad posible, se procederá al reparto de papeles, iniciándose seguidamente el primer ensayo de lectura colectiva.
El oficio de narrador es el más importante del reparto y deberá encomendarse a un niño o niña elegido entre los mayores y que sea capaz, no sólo de leer correctamente el texto que le corresponda, sino de orientar y dirigir a los demás lectores. En caso de no encontrarse la persona indicada, y durante las primeras lecturas colectivas, que servirán de pauta y enseñanza para otras muchas siguientes, es preferible que el mismo narrador se reserve este puesto directivo.
El modo más claro y eficaz de señalar las frases que corresponden a cada niño, es el de subrayar con lápices de colores la primer palabra de los distintos párrafos que deben leer los lectores, conservando un color determinado para cada uno. Así, la lectora-princesa verá todas sus intervenciones iniciadas con un trazo de color azul, mientras que los parlamentos del rey-lector estarán señalados en rojo, los del guerrero-lector en verde y así los de todos los personajes lectores que intervengan en la sesión.
Bastará repetir un par de veces el ensayo, para que la lectura se lleve a cabo con toda facilidad, dentro del espacio que se le asigne en «La Hora del Cuento».
Este medio de la lectura colectiva es especialmente apropiado para iniciar a los niños el gusto por la poesía, eligiéndose textos como el cuento poético «A Margarita Debayle» y «La niña Rosa», de Rubén Darío; «La nana para dormir a un negrito», de Emilio Ballagas, y otros.


  
-53-   
ArribaAbajo

La narración personalizada

Otro método que puede ser utilizado con éxito en «La Hora del Cuento» de las bibliotecas infantiles, que ofrece grandes posibilidades dentro de sus características propias, es la narración personalizada.
La narración personalizada presenta una posición intermedia entre el cuento expuesto verbalmente por una sola persona, ante un auditorio que sólo interviene de modo pasivo en el transcurso de la historia, y la representación escénica de una obra teatral, con toda la complicación de preparaciones y ensayos que esto supone.
Como ya hemos apuntado, en la narración de cuentos es preciso buscar y conseguir la participación del auditorio infantil, pues sólo haciéndole participar de alguna manera, se logrará mantener su atención. Pero en los cuentos fantásticos el interés del argumento, la intriga de la trama, la atracción del final, de «saber cómo termina», es tan fuerte que resultaría insoportable para los niños se retrasase el conocimiento del desenlace con cualquier clase de pretextos. El cuento será siempre contado con un ritmo rápido, que se irá acelerando a medida que se acerque al final, la culminación del relato. No se presta, por tanto, a la escenificación.
Por otra parte, el montaje de una obra de teatro, sobre todo cuando los actores han de ser niños, exige una preparación larga y difícil.
El bibliotecario y los niños que en ella intervengan, tendrían que dedicar muchas horas de trabajo al estudio y ensayo de la obra, horas que, en definitiva, se roban a la lectura, fin principal de la existencia de una biblioteca.
La dificultad del montaje impide que puedan representarse nuevas obras con la frecuencia que exige la ávida curiosidad de los niños, e incluso la repetición de una obra ya montada, pocas veces se puede llevar a cabo, ya que la ausencia de uno de los niños-actores obliga a frecuentes sustituciones, que exigen nuevos ensayos, necesarios también por olvido de los papeles u otros motivos.
Por otra parte, y aunque todas las dificultades anteriormente expuestas pudieran salvarse, el hecho de montar y representar frecuentemente en una biblioteca obras teatrales, desviaría la atención de los niños del tema que constituye la más deseada aspiración de un bibliotecario, fomentar y orientar la lectura de los niños, formando verdaderos lectores con todas las características de dedicación personal y realización individual que tiene esta tarea, para distraerlos con otros temas que cultivarían su afición hacia un espectáculo público, que se realiza y contempla en común.
Por eso, todas las actividades que se llevan a cabo en una biblioteca, han de conducir directamente al niño hacía la lectura, rechazando por completo, o al menos usando con mesura, las que puedan distraerle de este fin.
La narración personalizada consiste en intercalar, dentro de una trama narrativa a cargo del narrador, una serie de frases o comentarios previamente preparados, que leen unos niños, elegidos en ese mismo momento entre el auditorio infantil, sin que medie ensayo ni previa preparación de ninguna clase, considerando como uno de sus mayores atractivos el de la espontaneidad.


  
-54-   
ArribaAbajo

Elección del tema

La narración personalizada sirve de modo especial para intercalar en las sesiones semanales de «La Hora del Cuento» otros temas que no son precisamente cuentos de imaginación, sino conmemoraciones importantes, cuyo eco quiera recogerse en la biblioteca infantil, efemérides literarias, biografías de personajes célebres, impacto de sucesos de actualidad mundial, nacional o local de excepcional interés y, en general, toda clase de temas que puedan ampliar la visión literaria y vital de los pequeños lectores.
Las narraciones personalizadas son el cauce más apropiado para introducir el eco de la actualidad en la marcha de la biblioteca infantil. Marcar la narración entre la vida y la literatura, entre las lecturas y los acontecimientos de la actualidad cotidiana, nos parece el mejor medio de conseguir y mantener una estrecha unión entre la experiencia personal del niño y el acervo cultural de los libros.
La conmemoración del centenario de alguno de nuestros autores del Siglo de Oro, la celebración anual de la Fiesta del Libro o la publicación de un libro premiado en un concurso literario infantil, son hechos, que, entre otros muchos, pueden y deben recogerse y ampliarse durante «La Hora del Cuento» por medio de una narración personalizada.
Una vez elegido el tema y preparado el material, será muy conveniente escribir por completo la narración no sólo en las partes destinadas a ser leídas por los niños en sus intervenciones improvisadas, sino también en todo lo que explicará y contará el narrador.


ArribaAbajo

Preparación previa

Este tipo de relatos exige una preparación más concienzuda y paciente que la narración oral de un cuento, donde la fuerza del argumento ayuda siempre a recordar el encadenamiento de los hechos, facilitando la labor del narrador.
En este caso es conveniente escribir la historia, para poder estudiarla hasta en sus más pequeños detalles, procurando exista el debido equilibrio entre las distintas partes, presentación del tema, desarrollo y desenlace, hasta lograr que la parte de explicación sea escueta y suficiente, las intervenciones de los niños breves y claras, bien repartidas a lo largo de la narración y la enseñanza final que se quiera sacar de la sesión, quede bien destacada.
Una vez conseguido el texto apropiado, se hará un breve guión donde están consignados los puntos fundamentales, repitiendo en voz alta el relato hasta que pueda recordarse en todos sus detalles, sin tener que consultar el guión. En todos sus detalles de contenido, no formales, pues ocurre en ocasiones que la recitación de un texto previamente aprendido de memoria, suele restar espontaneidad al relato, con mengua de interés por parte de los oyentes. Basta conocer a fondo el asunto a tratar, para poder expresarlo con sencillez, a lo que pronto se añade la creciente facilidad que proporciona la costumbre. Es preferible correr el riesgo de titubear durante la narración, que llega a aburrir a los niños con un tono monótono y un estilo rígido, producidos por la exacta memorización del texto escrito en frases, muy distintos del lenguaje hablado usual.
Además de dominar el relato, el narrador tiene que vigilar y orientar las intervenciones de los niños, facilitándoles lo más posible su labor, a fin de evitar las confusiones y los titubeos.
Es necesario tener en cuenta los siguientes puntos:
  -55-  
1º No entablar diálogos entre ellos, sino que todas las intervenciones de los actores improvisados estén precedidas y seguidas por una frase del narrador. Un diálogo exigiría un ensayo previo para que llegue a desarrollarse con fluidez y precisamente el interés de este tipo de narraciones estriba en el hecho de poder llevarlas a cabo sin preparación previa alguna.
2º No importa que en las frases que corren a cargo de los niños se encuentren palabras arcaicas, giros gramaticales en desuso o conceptos de difícil comprensión para el auditorio infantil, pues el narrador puede explicarlos seguidamente, y el mismo hecho de no ser él quien lanzó el concepto oscuro, hace más aceptable su explicación.
3º Es preferible que sea una sola la intervención de cada niño o, en caso de que la índole del relato exija que sean varias, es necesario que éstas vayan seguidas dentro de la narración general.
Al preparar los papeles que deberán entregarse a los niños para su lectura, se procederá de la siguiente manera.
1º Se copiará el texto a máquina, sobre papel grueso, poniendo en cada línea -bastante espaciadas- las frases que deban leer seguidas. Al entregar los papeles, se indicará a los niños que han de hacer una pausa al final de cada línea.
2º El papel no llevará el nombre del personaje que represente, sino únicamente un número, que corresponde al orden en que se van produciendo las intervenciones dentro de la narración. Se escribirá la cifra en buen tamaño y en la margen izquierdo del papel, para que los niños no lo tapen al cogerlo con la mano derecha.


ArribaAbajo

Preparación inmediata

La narración dará, pues, comienzo en este orden.
Anuncio del tema a tratar, sin añadir nada más que pueda quitar interés a la narración que se anuncia e inmediatamente reparto de papeles.
Es preferible pedir voluntarios, sobre todo cuando no se conoce bien el auditorio. Así se evita el escoger por inadvertencia a algún niño excesivamente tímido, de esos que, llegado el momento, se niegan a leer su papel o tartamudean, poniendo en peligro la buena marcha de la narración.
Pronto contaremos con un buen grupo de voluntarios, dispuestos a prestar su colaboración en el relato. El narrador simulará ahora que realiza entre ellos una cuidadosa elección, anunciando los nombres y características de los personajes que han de representar cada uno y los motivos que tiene para preferir unos u otros niños para interpretarlos por razones de sexo, edad o determinadas características físicas. Se utilizará un tono ligero y humorístico, cuidando siempre el narrador de no decir nada que pueda ser utilizado como motivo de burla entre los niños, una vez terminada la sesión, pues los niños son, por una parte, muy fáciles a la burla y, por otra, muy sensibles al ridículo.
Este rato dedicado a la elección de personajes sirve también para adelantar los acontecimientos, ofreciendo al auditorio un avance e introducción al tema que será tratado, lo que crea ya un clima de expectación entre intérpretes y auditorio. Cuando se trata de narrar un hecho histórico o comentar un acontecimiento que los niños conocen en parte, en vez de perjudicar la futura atención de los niños la acrecienta. El nombre de los personajes presentados pertenece ya seguramente a la parte conocida de la historia. No se descubren más datos de los ya   -56-   sabidos por los niños, simplemente se los recuerda, facilitando de este modo la comprensión de la historia. Ya no se trata tanto de «qué se dice», sino «de cómo se dice». Todo el aparato un poco solemne de preparación y reparto de papeles sirve perfectamente para dirigir la atención de los niños hacia el fin propuesto.
Es aconsejable comenzar con narraciones en las que intervengan pocos personajes, ampliando el número de éstos a medida que el narrador y su auditorio se vayan entrenando en el método, permitiéndoles un mayor movimiento y agilidad en las intervenciones.
A los niños elegidos, que se procurará escoger entre los mayores y más inteligentes, se les situará en pie, frente al auditorio.
En este momento en que ya están separados de los demás niños, se les repartirá los papeles con la seguridad de que ya no pueden ser leídos más que por ellos, evitando que puedan pasar de mano en mano por todo el público, y se les explica en voz baja cómo han de leerlos, despacio, con voz clara y fuerte, y haciendo una pausa al final de cada línea. Se les tranquilizará también sobre su cometido, asegurándoles el narrador que él mismo señalará claramente el momento preciso de cada intervención.
Ahora sólo falta colocarlos a la derecha del narrador y siguiendo el orden de las intervenciones, señalado también con un número en cada papel, y se comienza el relato.


ArribaAbajo

Durante la narración

Ya hemos dicho que no se trata de recitar un texto de memoria, lo que presenta graves inconvenientes. Es preferible usar en las primeras actuaciones un guión tan extenso como la frágil memoria o la inexperiencia del narrador lo aconseje, que muy pronto podrá sustituirse por una simple lista de, personajes, y al final bastará una mirada en caso de duda al número de cada papel para recordar la marcha del relato y dar las debidas entradas sin olvidar ninguna de las intervenciones.
Para que este método resulte de un modo perfecto, es muy conveniente indicar con absoluta claridad el momento justo de cada lectura, para que no se produzcan interrupciones ni titubeos, con una señal acordada antes del comienzo, una mano del narrador apoyada en el hombro del personaje al que le corresponda hablar, o algo parecido. Además, el narrador debe decir siempre el nombre de este personaje, prefiriendo la machaconería en la repetición a la posibilidad de una duda en sus oyentes.
Una vez leído su papel, el niño pasará a la izquierda del narrador para evitar posibles confusiones.


ArribaAbajo

Después de la narración

Terminada la historia, puede el narrador extenderse en el comentario preguntando a los niños si alguno ha leído la biografía del personaje, destacando el libro de que se trata o algún texto sobre el asunto comentado. También sería conveniente animarlos a visitar una sección de la biblioteca, previamente preparada y que habrá permanecido oculta para los niños hasta este momento, donde se muestren libros seleccionados en relación con el tema que haya sido objeto de la narración personalizada.




  
-57-   
ArribaAbajo

Selección de textos adaptados para su narración oral

  -[58]-     -59-   
ArribaAbajo

El jalmeso


Introducción
La historia que vamos a narrar ahora es un cuento popular de Ceilán, una isla que está muy lejos, al sur de la India, en medio del Océano Índico. Es un sitio precioso, lleno de palmeras, y en sus playas se pescan perlas de verdad.
Las mujeres trabajan en las plantaciones de té. Recogen las hojitas verdes y las van echando, por encima del hombro, en un cesto que llevan colgado a la espalda. Después, las ponen a secar al sol.
A la noche, sentadas a las puertas de las casas, bajo las palmeras, les cuentan a sus hijos la maravillosa historia del jalmeso.
Igualito que os la voy a contar ahora:


  
-[60]-     -61-   
El jalmeso
Un niño estaba pescando en las orillas del mar.
Como no tenía barca ni redes, ni siquiera una lanchita de troncos con la que adentrarse en el mar, tenía que contentarse con utilizar una caña de bambú y un hilo de cáñamo, echando el anzuelo desde la orilla. Algunas veces conseguía así muy buenas piezas, pero hoy no estaba de suerte. Nada había logrado pescar en toda la mañana. El niño, cansado y hambriento, estaba a punto de marcharse a su choza, donde le aguardaba un puñado de arroz y una taza de té, cuando de pronto, ¡zas!, ¿qué es esto? ¡Un tirón en el hilo! ¡Algún pez que acaba de picar!
Muy contento y con mucho cuidado para que no se le escapara la pieza, fue tirando, tirando hasta conseguir sacarlo del agua. ¡Menuda pesca acababa de hacer! ¿Y para eso tantas horas en la playa, con la caña entre las manos esperando? Enganchado en el anzuelo sólo había un jalmeso, un pececillo del tamaño de un boquerón, que se pesca en las costas de Ceilán.
-Menos es nada -pensó el pescadorcito en voz alta-. Bien asado sobre unas brasas me servirá de comida.
-No hagas eso, te lo ruego -dijo una vocecita muy fina.
-¿Quién acaba de hablar? -preguntó el pescador muy sorprendido, mirando de un lado a otro, pues la playa parecía desierta.
-Soy yo, el jalmeso que acabas de pescar. Te suplico que no me hagas daño. Échame otra vez al mar, y algún día te pagaré el favor que me haces.
El pescador lo pensó un momento. La verdad es que el jalmeso era tan pequeño que apenas tenía nada que comer. Daba lástima matarle. Con mucho cuidado le quitó el anzuelo y lo tiró al mar.
Y aún creyó oír la voz del jalmeso que le gritaba entre las olas:
-¡Gracias!
Aquella misma noche, el pescador se sentó a la orilla del mar. Estaba muy triste y se puso a llorar.
-¿Por qué lloras? -oyó que le decían.
El pescador se secó las lágrimas y miró hacia atrás. No había nadie.
-Soy yo, tu amigo el jalmeso -continuó la voz. ¿Qué tienes? ¿Por qué lloras?
-Estamos muy tristes porque acaba de llegar la noticia de que el rey de la India se dirige hacia aquí con sus barcos llenos de guerreros, para atacar la isla. Nos vencerá y nos matará a todos.
-No te apenes -dijo el jalmeso- yo te ayudaré:
Entonces el jalmeso habló con la sardina, la sardina habló con el bacalao, el bacalao habló con el calamar, el calamar habló con el pulpo, el pulpo habló con   -62-  la merluza, la merluza habló con el delfín, el delfín habló con el tiburón, el tiburón habló con la ballena y la ballena dijo a todos lo que tenían que hacer.
Y aquella misma noche, cuando el rey de la India llegó con sus barcos llenos de guerreros para conquistar la isla de Ceilán, no pudo llegar a sus playas, porque un inmenso ejército de ballenas, tiburones, delfines, merluzas, pulpos, calamares, bacalaos, sardinas y jalmesos les impedían el paso.
Y el jalmeso fue muy contento a decírselo a su amigo el pescador.
-El rey de la India ha sido derrotado.
Y así, por un jalmeso, se salvó la isla de Ceilán.
(Versión libre de un cuento cingalés de tradición oral).




  
-63-   
ArribaAbajo

Calila y Dimna


Introducción
Los cuentos que vamos a relatar hoy, los inventaron los persas, hace muchísimo tiempo. Los persas se los contaron a los árabes; y los árabes los trajeron a España. Están escritos en un libro que se llama Calila y Dimna. Calila y Dimna son los nombres de dos lobos muy listos, que se fueron al palacio del rey, el león, y le contaban historias.
Al comienzo del libro, se dice que estas historias son como nueces, que es preciso cascarlas primero, para poderlas comer. Así, oyendo bien las palabras del cuento, que son como la cáscara, se saca después la enseñanza que tienen dentro.


  
-[64]-     -65-   
ArribaAbajo

El mono y las lentejas

Un hombre tenía que llevar un saco de lentejas a un pueblo vecino. Se lo cargó a cuestas y echó a andar.
En el camino cruzaba un bosque y, como hacía mucho calor y la carga pesaba mucho, apenas llegó el hombre a la sombra de los árboles, decidió descansar un ratito. Dejó el saco de lentejas, se tumbó en la hierba, cerró los ojos... y pronto quedó dormido.
En el bosque vivía un mono, tan curioso como todos los monos, y apenas vio el saco desde lo alto del árbol donde vivía, quiso ver de qué estaba tan lleno. Bajó en cuatro saltos y metió la mano, sacando un puñado de lentejas. ¡Lentejas! ¡Con lo que al mono le gustaban!
Muy contento volvió a subir al árbol, buscó una rama buena y allí sentado cómodamente empezó a comerlas. ¡Estaban riquísimas!
Entonces se le escurrió una, la más chiquitita de todas, que era justo como el punto de una i, y no queriendo perderla, bajó del árbol en seguida. Con las prisas se le enredó el rabo en una rama y, para no caerse, tuvo que sujetarse bien al tronco y, para sujetarse mejor, abrió las manos y entonces se le cayeron todas las lentejas que le quedaban.
El hombre, al sentir la lluvia de lentejas en la cara, se despertó, ató bien el saco y, cargándoselo a la espalda, continuó su camino.
Y el mono ambicioso, por no resignarse a perder una sola lenteja, las perdió todas.
(Adaptación libre de un cuento de «Calila y Dimna»). (Cap. XI.)


ArribaAbajo

El lobo hambriento

Un hombre salió de caza. Cogió su escopeta, se puso el morral y pian pianito subió al monte.
Como era muy buen cazador y de una puntería magnífica, hizo ¡pin! ¡pan! ¡pin! ¡pan! y en un momento cazó una perdiz y cuatro conejos.
Ya tenía el morral repleto, pero el estómago vacío. Como estaba cansado de tanto andar, se sentó al lado de una fuente, sacó el bocadillo y se puso a comer con mucho apetito.
Lo malo es que por el monte andaba también un lobo y también sentía mucho apetito. ¿Qué digo apetito? Lo que tenía era hambre atrasada de seis semanas, así que, en cuanto vio la perdiz, los conejos, el bocadillo y el cazador se le hizo la boca agua.
  -66-  
Relamiéndose, pensó el lobo:
-Hoy sí que voy a comer hasta hartarme.
Y se fue acercando, acercando hasta donde estaba el cazador. ¡Menudo susto se llevó el pobre! Se levantó corriendo y, sin pararse siquiera a coger la escopeta, se subió a un árbol.
El lobo no se ocupó en perseguirle con tantas cosas buenas como tenía para comer:
-¿Por dónde empezaré? -se preguntaba, mientras olía la perdiz, los conejos, el bocadillo y hasta la escopeta.
-¿Comeré primero la perdiz? Debe estar muy tierna.
Todavía no la había hincado el diente, cuando pensó:
-Mejor será empezar por los conejos. Están diciendo comedme.
Aún no había comenzado los conejos, y dijo:
-El bocadillo tal vez debería tomar primero, no se vaya a poner duro el pan. Pero de pronto decidió:
-Conviene guardar lo más posible, pues el que no guarda es un tonto. Haré provisión de toda esta comida. Hoy, para quitar el hambre, me basta con comerme la correa de la escopeta.
Dicho y hecho. Apenas había dado el primer mordisco a la correa, cuando se disparó la escopeta y le mató.
Y así, por la codicia de guardar, murió el lobo, hambriento junto a tanta comida, con gran alegría del cazador y nuestra también, que oímos la historia.
(Adaptación libre de un fragmento del capítulo V de «Calila y Dimna»)




  
-67-   
ArribaAbajo

El conde Lucanor


Introducción
La historia de hoy, la contó hace mucho tiempo un escritor castellano que se llamó el infante don Juan Manuel. Fue guerrero, ganó batallas a los moros durante la Reconquista y también era un fino escritor que le gustaba decir las cosas «por muy buenas palabras».
Su obra más conocida es «El conde Lucanor». Su título completo es muy largo: «Libro de los ejemplos del conde Lucanor y de Patronio». Recoge los consejos que da Patronio a su amo, el conde Lucanor. Para que mejor los comprendiera, se los decía en forma de cuentos como éste que vais a oír ahora.


  
-[68]-     -69-   
ArribaAbajo

El labrador y su hijo

El labrador dijo a su hijo.
-Hoy es día de mercado en el pueblo. Vamos a ir tú y yo a comprar unas cosas que nos hacen falta, así que llevaremos la mula para cargarla a la vuelta con todo lo que hayamos comprado.
Comenzaron el camino y dijo el padre:
-Iremos tú y yo andando, para no cansar a la mula, hasta el regreso.
Y el hijo respondió:
-Tienes razón, padre, en lo que dices.
Así que iban el padre y el hijo andando por el camino, y la mula detrás, sin ninguna carga, cuando se cruzaron con unos hombres, que dijeron entre sí.
-Mira esos, llevan la mula descargada y ellos van los dos a pie.
El hijo, que los había oído, dijo:
  -70-  
-Tienen razón, padre, en lo que dicen. Es tonto cansarnos nosotros, yendo la mula descargada.
-Está bien, hijo, monta tú.
Así que se montó el chico en la mula y el padre continuó el camino a pie, hasta que se cruzaron con unos hombres que dijeron entre sí:
-Mira esos, el hijo, que es fuerte y joven, va montado, mientras que el padre, ya viejo, camina a pie.
El hijo, que los había oído, dijo:
-Tienen razón, padre, en lo que dicen, que yo bien puedo caminar sin cansarme.
-Está bien, hijo, montaré yo.
Así que el hijo bajó de la mula y cabalgó el padre, hasta que se cruzaron con unos hombres que dijeron entre sí.
-Mira esos, el padre, acostumbrado a andar y fuerte todavía, va montado, mientras el hijo, casi un niño, camina a pie.
El hijo, que los había oído, dijo:
-Tienen razón, padre, en lo que dicen. Mejor será que nos montemos los dos.
-Está bien, hijo.
Así que se montó el hijo también en la mula y continuaron el camino hasta que se cruzaron con unos hombres que dijeron entre sí:
-Mira ésos, van a matar a la mula con tanto peso, con lo flaca que está. Ya podían ir andando los dos.
El hijo, que los había oído, empezó a decir:
-Tienen razón, padre, en lo que dicen, porque...
Pero antes de que pudiera seguir, el padre dijo:
-Hijo, cuando salimos de casa, íbamos los dos andando y la mula descargada, y tú dijiste que te parecía bien. Después encontramos hombres que nos criticaron y tú montaste en la mula y dijiste que eso te parecía bien. Otros hombres volvieron a criticarnos y descendiste tú de la mula, monté yo y dijiste que te parecía bien. Hasta que nos criticaron de nuevo y montamos los dos.
Ahora dicen que hacemos mal en cargar a la mula con tanto peso y tú dices que tienen razón. Dime, ¿cómo haremos ahora para obrar a gusto de todos?
El hijo agachó la cabeza y no supo qué responder.
El padre continuó diciendo:
-Cuida de hacer siempre lo que te parezca lo mejor, sin preocuparte lo que digan los demás, que suelen hablar sin razón y sin motivo.
(Adaptación libre del ejemplo II de «El conde Lucanor», del infante don Juan Manuel).


ArribaAbajo

Los tres hijos del rey

Esto era un rey moro que tenía tres hijos. Como era ya viejo quería elegir al más listo de los tres para nombrarle su heredero.
Entonces dijo el rey moro al hijo mayor.
-Mañana, al amanecer, saldré cabalgando por mi reino. Quiero que me acompañes.
Al día siguiente se presentó el mayor en la cámara real, pero no tan temprano como le había mandado.
-Quiero vestirme -dijo el rey.
El hijo mayor buscó al criado, pero el criado no sabía qué vestido quería ponerse el rey. El mayor volvió a la cámara real y lo preguntó.
-El verde -dijo el rey.
El hijo mayor dijo al criado que el rey quería el vestido verde, pero el criado no sabía qué manto quería ponerse el rey, así que el mayor volvió a la cámara real y lo preguntó.
-El blanco -dijo el rey.
Lo mismo pasó con los pantalones y las babuchas, hasta que el criado trajo toda la ropa y ayudó a vestirse al rey. Y cuando estaba ya vestido y calzado:
-Quiero un caballo -dijo el rey.
El hijo mayor fue a las cuadras y dijo al caballerizo que preparara un caballo para el rey, pero el caballerizo no sabía qué caballo debía preparar, así que el mayor volvió a la cámara real y lo preguntó.
-El negro -dijo el rey.
El hijo mayor dijo al caballerizo que el rey quería el caballo negro, pero el caballerizo no sabía qué montura debía colocarle, así que el mayor volvió a la cámara real y lo preguntó.
-La de oro -dijo el rey.
Lo mismo pasó con las espuelas y las riendas, con la espada y el escudo.
  -71-  
Cuando ya estuvo todo dispuesto:
-Cabalga tú -dijo el rey-, recorre la ciudad y dime a la vuelta lo que hayas visto.
El hijo mayor salió de palacio, montado en el caballo negro, y acompañado por muchos caballeros y guerreros que tocaban tambores y trompetas.
-¿Qué te ha parecido? -le preguntó el rey a su regreso.
Y el hijo mayor le respondió que las trompetas y tambores que le acompañaban, metían mucho ruido.
Al día siguiente mandó llamar al hijo segundo y le hizo todas las pruebas que le había hecho al mayor, y el mediano a todo respondió lo mismo.
Al otro día mandó al hijo menor que fuese a su cuarto muy de mañana.
Y el menor madrugó y entró en la cámara real cuando el rey dormía aún y estuvo muy callado esperando hasta que despertase.
-Quiero vestirme -dijo el rey.
El hijo menor preguntó entonces por el traje que deseaba ponerse, y también por el manto, los pantalones y las babuchas y fue a buscarlos y él mismo lo trajo todo, de un solo viaje. No quiso llamar a ningún criado, sino que él también le ayudó a arreglarse.
Y cuando estaba ya vestido y calzado.
-Quiero un caballo -dijo el rey.
El hijo menor preguntó qué caballo quería que le preparase y con qué montura. También se informó del freno, las riendas, la espada y el escudo y hasta qué caballeros y soldados debían escoltarle. Y así, de una sola vez, lo preparó todo.
-Cabalga tú -dijo el rey- recorre la ciudad y dime a la vuelta lo que has visto.
El hijo menor salió de palacio, montado en un caballo blanco y acompañado por muchos caballeros y soldados, que tocaban tambores y trompetas. Hizo callar la música y vio toda la ciudad, recorriendo sus calles, visitando las murallas y subiendo a sus torres.
Cuando volvió era muy tarde.
-¿Qué te ha parecido? -le preguntó el rey.
-La ciudad es fuerte y muy rica, pero la muralla está derrumbada por la parte del río y por allí podrían entrar los enemigos... Además...
El hijo menor fue contando todo lo que había visto y oído, durante su visita a la ciudad.
El rey eligió al hijo menor como su heredero, después de comparar las señales que vio en los otros y en éste. Y, cuando subió al trono, fue un gran rey. El más poderoso de todos los reinos moros.
(Adaptación libre del ejemplo XXIV de «El conde Lucanor», del infante don Juan Manuel).




El rastro de los siglos


Introducción
España es una tierra cargada de historia y llena de recuerdos de la antigüedad. A veces, un campesino que está labrando su huerta tropieza con una piedra y esa piedra es una escultura del tiempo de los iberos.
Otras, se encuentra una cueva llena de pinturas maravillosas.
Gracias a estos hallazgos, se puede saber cómo vivían los españoles de hace tres mil o diez mil años. Los hombres que estudian los monumentos y el arte de la antigüedad se llaman arqueólogos.


  
-[74]-     -75-   
El rastro de los siglos
Dolores es una chiquilla inteligente y alegre. Vive en el monte, porque su padre es guarda forestal. Tiene doce años y acaba de dejar la escuela. Como era muy aplicada, la maestra le regaló al final de curso un libro grande, encuadernado en tela azul, que pone en la tapa con letras doradas: «Historia de España».
Todas las noches, después de terminar sus trabajos -Dolores cuida las gallinas, trae agua de la fuente, prepara las astillas y enciende la lumbre- coge su Historia de España y empieza a leer. Así sabe ya todo lo de los iberos y los fenicios y hasta conoce a la Dama de Elche, que viene allí fotografiada.
Por eso, cuando llegaron hace varios días al pueblo dos arqueólogos, para hacer excavaciones en el monte, Dolores supo quiénes eran y lo que querían.
Eran dos sabios, de esos que se dedican a estudiar los monumentos y el arte de la antigüedad, y habían venido a buscar objetos antiguos. Sabían que, hace más de dos mil quinientos años, los antiguos pobladores de España, los iberos, habitaron esa zona y esperaban encontrar, cavando en la tierra, vasijas, armas y collares ibéricos.
Instalaron su campamento en el monte, muy cerca de la casa del guarda, y tomaron dos jornaleros para que cavaran donde ellos decían.
Dolores estaba muy interesada en las excavaciones y muchas veces iba al campamento, a ver si aparecían vestigios ibéricos y hasta hablaba un ratito con los dos sabios. Terminaron por ser grandes amigos.
¡Mira que si encontraban allí otra escultura tan bonita como la Dama de Elche! ¡Qué emocionante! Pero ¡nada! Por aquella parte, donde buscaban, sólo aparecían piedras y barro.
La gente del pueblo se reía de los arqueólogos, porque les parecía una tontería cavar la tierra y no sembrar nada después. Pero los tontos eran ellos, que no comprendían el valor de la historia.
Los sabios estuvieron unos días y se marcharon desanimados, sin haber encontrado nada. Allí quedó la zanja abierta bajo sus órdenes, llena de agua y barro, con las lluvias de los últimos días.
Uno de los trabajos de Dolores era sacar a las cabras una vez a la semana, para que pastaran en el monte. Tenían tres, una blanca, otra negra y otra a manchas. A ésta última la llamaban la «Pintada» y era muy arisca y rebelde. A veces escapaba de pronto a correr, monte arriba, y no bastaban para hacerla regresar ni los gritos ni las pedradas de Dolores. Por eso procuraba llevarla siempre atada con una cuerda.
Pero la «Pintada» ¡tenía una fuerza! Daba un tirón y se escapaba con facilidad. Así acaba de pasar ahora. Allá va, corriendo la «Pintada» y Dolores detrás, seguida un poco más lejos por la cabra blanca y la cabra negra.
-Vuelve, «Pintada», vuelve -gritaba Dolores.
  -76-  
Pero la «pintada» seguía corriendo, hasta llegar al sitio donde había estado el campamento de los arqueólogos. Dio un salto, para cruzar la zanja, pero se cayó al fondo, lleno de barro. Intentó salir, pero a pesar de sus esfuerzos no conseguía más que desmoronar las húmedas paredes de la zanja. Cuando llegó Dolores, la cabra balaba tristemente.
-Espera, «Pintada», que ahora mismo voy a ayudarte.
Agachándose mucho consiguió coger la cuerda, atada al cuello de la «Pintada», y fue tirando, tirando hasta sacarla por completo.
-Quieta, «Pintada», ¡que me vas a manchar de barro! ¿No te has hecho daño al caer? A ver las patas ¿están sanas las cuatro? Pero ¿qué es esto que tienes enganchado en una pata?
Parecían simples piedrecitas, pero estaban unidas unas a otras por un alambre. Como si fuera un collar. ¡Eso era! ¡Un collar ibérico! Muy interesada por el descubrimiento se acercó al borde de la zanja y siguió buscando, moviendo el barro con las manos. Encontró fragmentos de barro rojo, adornados con rayas y círculos en relieve. Allí estaban los vestigios ibéricos que buscaron días atrás los arqueólogos. Les escribiría esta misma noche, contándoselo todo. Dolores estaba contenta y emocionada. Sus manos temblaban buscando en el barro el rastro de los siglos.
Volvieron los. sabios y encontraron gran cantidad de objetos ibéricos. Puntas de flechas, hachas de piedra, joyas, toscos anillos y pendientes de oro, fragmentos de cerámica, figuritas de piedra y una espada.
Antes de llevárselo todo al Museo Arqueológico hicieron una exposición en el Ayuntamiento y hasta el gobernador de la provincia vino a la inauguración y echó un discurso.
«El alto nivel cultural de este pueblo, que tanto ha contribuido y ayudado para que se hicieran estos valiosos hallazgos...»
De Dolores no dijo nada, pero lo mismo daba. La chiquilla estaba contenta. Porque lo importante era que el rastro de los siglos había sido seguido y descubierto.
(Adaptación del cuento del mismo título, de Montserrat del Amo, publicado en la revista «Volad», núm. 107 a 109).




  
-77-   
ArribaAbajo

Hans Christian Andersen


Introducción
Seguramente, al leer un libro, te habrás preguntado alguna vez. ¿Cómo sería el que lo escribió? ¿Alto, bajo, rubio, moreno? Y todavía más que estos detalles externos de su persona te interesará saber qué hacía de niño, por qué empezó a escribir, si tuvo éxito desde el primer momento o, por el contrario, se vio precisado a trabajar durante mucho tiempo antes de que sus obras fueran publicadas, leídas y apreciadas, cómo ideaba sus argumentos y, en general, su vida toda.
Hoy os voy a contar los primeros años de un escritor muy famoso de cuentos infantiles que se llamaba Hans Christian Andersen. El mismo la escribió en un libro que se titula «El cuento de mi vida». Y es verdad que parece un cuento.


  
-[78]-     -79-   
Hans Christian Andersen
Hace más de un siglo vivía en Odense, una bonita ciudad de Dinamarca, un matrimonio feliz, con su hijo.
La casa era pequeña, toda de madera, y con el tejado en punta. Una verdadera casita de cuento.
En la entrada, el padre, que era zapatero remendón, había instalado un diminuto taller: un taburete bajo para sentarse y una mesita, donde se alineaban, muy bien ordenados y dispuestos, todos sus útiles de trabajo: cajitas de clavos de distintos tamaños, pedazos de cuero, cuerda e hilos, el martillo, la lezna, el bote de cola...
Allí se pasaba el día dale que dale, haciendo zapatos y remendando botas, trabajando incansablemente para sacar adelante a su familia.
La madre hacía la comida, arreglaba la casa, cosía y fregaba. Aún le quedaba tiempo para cuidar lo que ella llamaba «su jardín», un cajón de madera lleno de tierra en el que crecían unas cebolletas y una mata de perejil. Era muy limpia y aseada. Siempre estaban brillantes los platos de estaño en la alacena de la cocina y recién planchados los visillos de las ventanas. También sabía adornar la única habitación de la casa, con estampas de vivos colores y con una serie de tazas de porcelana decorada y vasos de cristal tallado, colocados artísticamente sobre un cofre de madera.
Ese cofre se abría por las noches, sirviendo de cama al niño, que más tarde llegaría a ser el famoso escritor Hans Christian Andersen. Escribió varios de sus cuentos inspirados en el humilde escenario de su infancia, que gustaba de recordar continuamente. Así, el cajón de perejil y las cebolletas sigue floreciendo para siempre en «La reina de las nieves», y la figura de su madre se refleja en «Nada menos que un violinista».
Había algo en lo que se diferenciaba notablemente la casa de los Andersen de las de sus modestos vecinos. El padre era muy aficionado a los libros. En el mismo rincón donde trabajaba, estaba clavado en la pared un estante repleto de tomos de cuentos y canciones.
Por las noches, terminado el trabajo del día, y cuando el niño ya estaba acostado, gustaba de leer en voz baja a su mujer alguna fábula o un verso. Una sonrisa le iluminaba entonces el rostro «Nunca le vi sonreír más que leyendo», recordaba más tarde Hans Christian que, muy pequeño aún, escuchaba atentamente desde la cama. Y así, a través de estas escenas familiares, fue aficionándose a la literatura e interesándose más y más por los libros. Su juego preferido era el de inventar historias, que luego representaba en un teatrillo de madera construido por su padre. También le había hecho otros juguetes. Tenía un molino de madera que, al mover las aspas, bailaba al mismo tiempo el molinero y un rompecabezas, pero lo que más le divertía de todo era el teatro. Se pasaba las horas en el patiecillo de su casa, sentado bajo un toldo improvisado con el delantal de su   -80-   madre, cortando trajes para sus personajes, ensayando y representando funciones. Era un niño solitario y soñador, «frecuentemente iba por la calle con los ojos casi cerrados, lo que hacía decir a la gente que era corto de vista. Pero más bien era todo lo contrario», dice él mismo en broma, pensando que, si no miraba las cosas de fuera, era porque tenía otras, más bonitas e interesantes en la imaginación.
Pronto va a la escuela y aprende a leer con facilidad. Fue un momento de gran trascendencia en la vida de Andersen. Ahora podrá saber lo que dicen todos los libros del estante, sin esperar a que nadie se los lea.
Con tanto afán se dedica a la lectura, que su padre piensa darle estudios, pero muere joven, y el proyecto no llega a realizarse. La madre trabaja como lavandera y Hans Christian entra de aprendiz en una fábrica de paños y, después, en una sastrería. Pero su vocación eran los libros y a los catorce años decide ir a Copenhague a probar fortuna. «Quiere ser célebre», le dice a su madre, muy convencido y esperanzado. Con sus modestos ahorros logra pagar el billete para el viaje y, un buen día, monta en la diligencia que le conducía a la capital.
Calza zuecos de madera, viste un traje muy usado y tiene unas pocas monedas en el bolsillo. Su madre le despide llorosa. Nadie le echará de menos en Odense, ni nadie le conoce en la capital. El porvenir parece incierto, pero a Hans Christian Andersen le guía su ilusión.
Los comienzos en Copenhague son penosos. Apenas tiene dinero para comer, y durante el largo invierno danés se imagina «calentarse al sol de Arabia» leyendo los cuentos de «Las mil y una noches», pues no puede pagar la leña para encender su estufa. Trabaja después en el teatro como bailarín y sigue escribiendo incansablemente. Manda una de sus obras al director del Teatro Real y a los pocos días recibe una carta, citándole en su despacho.
Andersen salta de alegría. ¿Su obra ha sido aceptada? Las primeras palabras del director son como un jarro de agua sobre su ilusión: Le dice que la obra está llena de defectos, motivados por la corta edad y falta de instrucción de su autor. No la representará, pero está dispuesto a ayudarle. ¿Desea verdaderamente llegar a ser escritor? Andersen, responde que sí. Pues entonces -le dice el director del Teatro Real- tiene que aprender todo lo que ahora ignora, estudiar y prepararse. Para ello, le ofrece una beca que le permitirá estudiar el bachillerato, ¿cuál es la respuesta?
Andersen titubea. ¡Ir a la escuela y empezar los estudios a la edad en que los demás muchachos terminan! En este momento es cuando se está decidiendo su destino. Al fin, comprende las razones de la propuesta y decide aceptarla.
En la escuela, se siente «como un hombre que cae al mar y no sabe nadar: Es preciso avanzar. Cuestión de vida o muerte. Pero las olas se sucedían, se multiplicaban: matemáticas, gramática, geografía... Luchaba con trabajo, temiendo no salir a flote».
Cinco años dura esta lucha, hasta que consigue aprobar los últimos exámenes. Ahora está preparado para iniciar su obra literaria.
Comienza a escribir novelas, teatro, poesía..., pero lo que le hace famoso es su colección de cuentos para niños.
Años más tarde Odense, su ciudad natal, se ilumina en honor de un personaje importante. Allí está, en el balcón del Ayuntamiento, recibiendo las aclamaciones   -81-   de sus compatriotas. Saluda con la chistera y sonríe. Su nombre es Hans Christian Andersen.
El trabajo, esfuerzo y perseverancia, unidos a una verdadera vocación de escritor, le llevaron a la fama con la que soñaba de niño.
Y al volver la vista atrás y repasar en la memoria los acontecimientos del pasado, Andersen dirá y nosotros con él:
«La historia de mi vida enseñará al mundo lo que a mí mismo me ha enseñado: Hay un buen Dios que todo lo arregla lo mejor posible».
(Tomado de «El cuento de mi vida», autobiografía de Hans Christian Andersen).




  
-[82]-     -83-   
ArribaAbajo

Los Santos Inocentes


Introducción
Vamos a representar, entre todos, una historia de gran actualidad. La historia de los Santos inocentes. La encontramos contada en los Evangelios y antes la habían anunciado los profetas en la Biblia. Fijaos bien que todas las cosas importantes del mundo las podemos encontrar y aprender en los libros. Y la más importante de todas, la palabra de Dios, en la Biblia.


  
-[84]-     -85-   
Elección de personajes
Para la historia de los Santos Inocentes se necesitan cinco personajes como mínimo.
Profeta:
Para nuestra historia de hoy necesito un chico que haga de profeta. ¿Vosotros sabéis quiénes eran los profetas? Unos hombres que hablaban en nombre de Dios. Así que, como es un papel muy importante, me hace falta uno de los mayores. ¡Ese tan alto, que tiene cara de ser un chico muy serio! ¡Sí, tú! Ven aquí.
Escriba:
Los escribas eran hombres sabios que estudiaban la ley y las profecías. Se sabían los libros sagrados casi de memoria y podían responder de carrerilla a todo lo que se les preguntaba. Nos hace falta para este papel uno muy estudioso. Tú, con tus gafitas, tienes aire de ser el primero de la clase. ¡Harás un buen escriba!
Ángel:
Para ángel elegiremos una niña. Una niña con el pelo suelto y una cinta azul, como pintan a los ángeles.
Coro:
Y ahora nos hace falta una voz misteriosa que hable desde muy lejos. Otra niña valdrá.
(Con un grupo de niños acostumbrados a esta clase de relatos personificados, se puede aumentar el número de los que intervienen en la Historia, eligiendo tres profetas, tres reyes magos... hasta hacer intervenir a la totalidad dividiendo el grupo en dos coros que recitan en común las dos últimas estrofas, primero los de la derecha, después los de la izquierda).
Una vez elegidos los personajes se colocan en fila, a la derecha del narrador, por el orden en que habrán de intervenir en el relato, y sólo en este momento se les entrega a cada uno su papel, explicándoles que deben leerlo llegado el momento en voz alta y muy despacio, haciendo una pausa al final de cada línea. Se les debe dar confianza, asegurándoles la facilidad de su cometido. Todo saldrá bien y no habrá ninguna duda sobre el momento preciso de su actuación, pues la narradora se lo indicará claramente, señalando a cada uno su entrada, poniéndoles una mano en el hombro.
Todas estas explicaciones se hacen en voz baja, que no lleguen a oídos del auditorio, y en tono misterioso, que produzca cierta intriga.
A continuación se comienza la historia, haciendo pasar a la izquierda de la narradora a los niños, a medida que vayan recitando su papel.


  
-[86]-     -87-   
Papeles para repartir a los niños
Cópiese a máquina, en lineas muy espaciadas.
El número se escribe grande y en lápiz rojo para que se vea a varios pasos de distancia.
Por último, se corta el papel por donde indican las rayas.
————————————


1


Esto dice el Señor,




El que envía el sol durante el día




y guía durante la noche a la luna y las estrellas.




El que mueve el mar




y se levantan las olas.




El que tiene por nombre, Señor de los Ejércitos




————————————


2


Ha nacido un Niño entre nosotros




que llevará sobre los hombros el manto de Rey.




Su imperio será agrandado y la paz durará eternamente.




Su nombre es Dios, el fuerte, el admirable.




Príncipe de la Paz y Consejero.




————————————


3


Dominará de mar a mar,




y desde el río, hasta el fin de la tierra.




Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán regalos.




Le adorarán todos los reyes




y todos los pueblos le servirán.




————————————


4


¿Dónde está el que ha nacido, Rey de los judíos?




En Oriente vimos su estrella




y hemos venido para adorarle.




————————————


5


En Belén de Judá, porque está escrito:




«Y tú, Belén, tierra de Judá,




No eres la menor entre las principales ciudades




porque de ti saldrá el rey




que dirigirá a mi pueblo de Israel».




  
-88-  
————————————


6


Levántase José.




Toma al Niño y a María, su Madre,




y huye a Egipto,




pues el rey Herodes, busca a Jesús para matarle.




————————————


7


Se oyen a lo lejos llantos y lamentos.




Es Raquel, que llora la muerte de sus hijos




y no quiere consuelo, porque ya no existen.




————————————


8


Seca tus lágrimas y acalla tus lamentos.




Por el dolor de hoy




recibirás el premio.




Ten esperanza.




————————————


  
-89-   
Los Santos Inocentes
Estamos en Navidad. ¡Vaya noticia! Eso ya lo sabíamos nosotros. ¿Y por qué lo sabíamos? Pues, porque en la escuela hace tres días que nos dieron las vacaciones, porque en los escaparates de todas las tiendas de comestibles hay turrón, porque en la Plaza Mayor hay puestos de figuritas y musgo y porque en casa hemos colocado ya el Nacimiento. Estamos en Navidad. Y no os voy a contar yo ahora lo que todos sabéis, que en estas fiestas se celebra el nacimiento del Niño Jesús, que es el Hijo de Dios, y nació en Belén para salvarnos. Eso no os lo voy a contar, porque lo sabéis perfectamente. Pero esta mañana, hojeando un libro maravilloso que se llama Biblia y que es el más importante de todos los libros del mundo, pues se escribió todo entero bajo la inspiración de Dios, encontré a un grupo de niños junto al portal de Belén. Esos niños tenían un papel muy destacado en esa primera Navidad del mundo. ¿Sabéis quiénes son esos niños? Los Santos Inocentes.
Los Santos Inocentes celebran su fiesta el 28 de diciembre y, con esa costumbre de las «inocentadas», llegamos a creernos que son sólo una cosa de risa y de burla. Pero no es así, y ahora vamos a contar su historia, que es toda la verdad, para que la sepáis ya para siempre.
Ocurrió hace mucho tiempo, cerca de dos mil años. Había pasado ya el tiempo y estaba a punto de cumplirse la promesa que Dios había hecho a los hambres de enviarles el Salvador, y recordada tantas veces por los profetas, esos hombres que hablaban por encargo de Dios.
1
Profeta:
Esto dice el Señor, que envía al sol durante el día, y guía durante la noche a la luna y a las estrellas.


El que mueve el mar,



y se levantan las olas.



El que tiene por nombre, Señor de los Ejércitos.



Los profetas hablaban así del Salvador.
2
Profeta:


Nacerá un Niño entre vosotros



que llevará sobre los hombros el manto de Rey.



Su imperio será agrandado y la paz durará eternamente.



Su nombre será Dios, el fuerte, el admirable,



Príncipe de la Paz y consejero



Para que cuando naciera el Hijo de Dios, todos los hombres le adoraran.
  -90-  
3
Profeta:


Dominará de mar a mar,



y desde el río, hasta el fin de la tierra.



Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán regalos.



Le adorarán todos los reyes.



Y todos los pueblos le servirán.



Vivían en aquel entonces; en los lejanos países del Oriente, tres hombres buenos y sabios que esperaban la venida del Salvador. Un día vieron una señal en el cielo. ¡Una estrella! Y dejando sus palacios, la siguieron fielmente. Eran los Reyes Magos.
Cuando llegaron a Jerusalén preguntaron:
4
Rey:


¿Dónde está el que ha nacido, Rey de los judíos?



En Oriente vemos una estrella



y hemos venido para adorarle.



Todo el mundo se extrañó mucho de la pregunta de los Magos y llegó hasta los oídos del rey Herodes. Entonces el rey Herodes llamó a los escribas, conocedores de las profecías, a ver si ellos sabían dónde había de nacer el Salvador, y un escriba respondió:
5
Escriba:


En Belén de Judá, porque está escrito:



«Y tú, Belén, tierra de Judá.



No eres la menor entre las principales ciudades



porque de ti saldrá el Rey



que dirija a mi pueblo de Israel.



El rey Herodes llamó a los Magos y los encaminó hacia Belén, recomendándoles mucho que, a la vuelta, le contasen todo cuanto habían visto, pues él también quería adorar al Niño. Eso les dijo, pero era todo mentira. Sólo quería enterarse bien, para matarle. A la salida de Jerusalén volvieron a encontrar la estrella, que les guió hasta el Niño Jesús. De rodillas le adoraron y, abriendo sus cofres, le ofrecieron:
Todos:


!Oro, incienso y mirra!



Poco después, un ángel se apareció a San José y le dijo:
6
Ángel:


Levántate, José.



Toma al Niño y a María, su Madre.



y huye a Egipto,



pues el rey Herodes, busca a Jesús para matarle.



  
-91-  
San José obedeció al ángel inmediatamente e hizo todo como le habían mandado.
Entre tanto, el rey Herodes, viendo que los Magos no volvían como él les había encargado y queriendo como quería matar al Niño Jesús, mandó a sus soldados que matasen a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en sus cercanías. Fue un día muy triste para aquel pueblo.
7
Coro:


Se oye a lo lejos llantos y lamentos.



Es Raquel, que llora la muerte de sus hijos



y no quiere consuelo, porque ya no existen.



Esos niños son los Santos Inocentes y no hay que ponerse triste pensando en ellos, porque dice la Biblia:
8
Coro:


Seca tus lágrimas y acalla tus lamentos.



Por el dolor de hoy



recibirás el premio.



Ten esperanza.



Porque están en el cielo y son los amigos del Niño Jesús.
Esta es la historia de los Santos Inocentes, mucho más bonita y más importante que todas las inocentadas del mundo.




  
-[92]-     -93-   
ArribaAbajo

La biblioteca de Don Quijote


Introducción
El 23 de abril se celebra en España «El día del Libro» en memoria de Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote y gran escritor.
Vamos nosotros también a dedicar esta reunión a recordar a Miguel de Cervantes, representando entre todos una escena de su libro maravilloso.
  -[94]-     -95-   

Elección de personajes
Para la historia de la biblioteca de Don Quijote se necesitan cinco personajes:
Cervantes:
Para nuestra historia de hoy se necesita un niño, que quiera hacer el papel de Cervantes. ¡Nada menos que don Miguel de Cervantes Saavedra, una de las mayores glorias literarias de España! Nos hace falta un niño que ame los libros y que le guste escribir. ¡Tú! ¿Cómo te llamas?... (el chico dice su nombre). ¡No! Ya no te llamas (se repite el nombre). Ahora eres don Miguel de Cervantes Saavedra. Tened a bien subir al estrado, señor don Miguel, y aguarde su merced, que luego trataremos de lo que ha de acontecer.
Don Quijote:
Para Don Quijote nos hace falta un chico alto, delgado! Tú, por ejemplo! Pero ponte serio. Nos has de olvidar que eres el Caballero de la Triste Figura.
Ama:
También interviene en nuestra historia de hoy el ama de Don Quijote, una buena mujer que le cuidaba y atendía. Nos hace falta una niña con carita de hacendosa, de las que saben echar una mano en casa ayudando a poner la mesa o haciendo recados.
La sobrina:
La sobrina de Don Quijote sería una muchachita castellana, morena, con dos trenzas. ¡Como esta niña!
El barbero:
Los barberos de entonces no eran como los de ahora, que se limitan a cortar el pelo, afeitar a los clientes y todo lo más, se dedican a comentar el partido del domingo. Entonces sabían también algo de medicina y mucho de letras. Este niño, que tiene cara de leer mucho, nos puede servir para «barbero».
El cura:
Muy buenos consejos y razones le dio a Don Quijote el señor cura de su pueblo, pero como Don Quijote estaba loco no atendía a razones. Para cura elegiremos a un chico serio y formal, de los que nunca hacen travesuras. ¡Este!
Una vez repartidos los papeles, se colocan los niños ordenadamente a la derecha de la narradora y se hace pasar a la izquierda a medida que leen su parte.


  
-[96]-     -97-   
Papeles para repartir a los niños
Cópiese a máquina, en líneas muy espaciadas.
El número se escribe grande y en lápiz rojo para que se vea a varios pasos de distancia.
Por último, se corta el papel por donde indican las rayas.
————————————


1


En un lugar de La Mancha,




de cuyo nombre no quiero acordarme,




vivía un hidalgo,




como de cincuenta años.




Era de complexión recia,




seco de carnes,




enjuto de rostro.




————————————


2


Se enfrascó tanto en la lectura de libros de caballería




que se pasaba las noches leyendo




de claro en claro




y los días de turbio en turbio,




y así, de poco dormir y mucho leer




vino a perder el juicio.




————————————


3


Hacerse caballero andante,




e irse por todo el mundo con sus armas y caballo




a buscar aventuras,




y a ejercitarse en lo que él había leído,




que los caballeros se ejercitaban,




deshaciendo todo género de agravios.




————————————


4


No hay por qué perdonar a ninguno




porque todos han sido los dañadores;




mejor será arrojarlos por las ventanas al patio




y allí hacer un rimero dellos




y pegarles fuego.




  
-98-  
————————————


5


He oído decir




que es el mejor




de todos los libros que de este género




se han compuesto.




Como a único de su arte




se debe perdonar.




————————————


6


Vengan




¡y al corral con ellos!




————————————


7


Estos no merecen ser quemados




como los demás,




porque no hacen ni harán




el daño que los de caballerías han hecho.




Que son libros de entretenimiento




sin perjuicio de tercero.




————————————


  
-99-   
La biblioteca de Don Quijote 
(Don Quijote de la Mancha, capítulos I y VI.)
Estoy seguro de que todos habéis oído hablar de Don Quijote de la Mancha, ¿Verdad que sí?
Entonces ya sabéis que Don Quijote no es una persona de verdad, sino un personaje inventado por un famoso escritor español que se llamaba Miguel de Cervantes.
Me temo que Miguel de Cervantes no se parecía mucho a este chico que tenemos aquí, y que lo va a representar. Cervantes nació en 1547 y este chico ¿en qué año has nacido?... Cervantes escribía con una pluma de ave y éste con bolígrafo. Cervantes combatió en la batalla de Lepanto y éste sólo lucha con sus amigos o sus hermanos. A pesar de todas las diferencias tú nos vas a decir las mismas palabras que pensó y escribió Cervantes en ese libro que empieza así:
1
Cervantes:


En un lugar de La Mancha,



de cuyo nombre no quiero acordarme,



vivía un hidalgo...



como de cincuenta años.



Era de complexión recia,



seco de carnes,



enjuto de rostro.



Ya tenemos aquí a Don Quijote. Era alto, delgado, con la cara alargada y seria, como le hemos visto tantas veces pintado. Este señor tenía tierras, cuidaba de su hacienda, gustaba de la caza y también de la lectura. Todo iba bien al principio, pero con el tiempo...
2
Cervantes:


Se enfrascó tanto en la lectura de libros de caballerías



que se pasaba las noches leyendo



de claro en claro



y los días de turbio en turbio



y así, de poco dormir y del mucho leer



vino a perder el juicio.



Se volvió loco y entonces quiso hacer lo mismo que contaban los libros de caballerías. Los libros de caballerías eran los libros de aventuras de entonces, donde los caballeros andantes combatían heroicamente en honor a su dama, perseguían a los malhechores y defendían a los débiles. Entonces, Don Quijote decidió:
3
Cervantes:


Hacerse caballero andante,



e irse por todo el mundo con sus armas y caballo



a buscar aventuras,



y a ejercitarse en lo que él había leído



que los caballeros se ejercitaban:



deshacer todo género de agravios.



  
-100-  
¡Fijaos! A Don Quijote le pasa lo mismo que a vosotros: que si leéis muchos tebeos de golpes y puñetazos, empezáis a pegaros y, si leéis novelas del Oeste, jugáis a los indios. Lo malo es que Don Quijote no leía más que eso, libros de caballerías. Lo malo es que vosotros no leéis más que historias de golpes y puñetazos.
Sin pararse a pensarlo, Don Quijote busca las armas, lanza y escudo, que habían pertenecido a sus bisabuelos, monta en su caballo «Rocinante» y sale en busca de aventuras. Su intención era buena, pues él quería deshacer agravios, o sea remediar todas las injusticias, pero trataba de hacerlo de un modo exagerado y falto de razón. Llega a un mesón donde todos se burlan de él, y después los mozos de unos mercaderes le derriban del caballo y le apalean. Tirado en el suelo y todo dolorido por la paliza, le encuentra un labrador de su pueblo que, compadecido, le lleva de regreso a su casa cargado sobre el borrico.
Al verle llegar tan dolorido, todo son lamentaciones y, al día siguiente, se reúnen el ama y la sobrina de Don Quijote junto con el cura y el barbero del pueblo y deciden hacer una revisión en la biblioteca de Don Quijote, para quitar de allí los libros que le habían trastornado el juicio.
4
Sobrina:


No hay por qué perdonar a ninguno



porque todos han sido los dañadores;



mejor será arrojarlos por las ventanas al patio



y allí hacer un rimero dellos



y pegarles fuego.



El ama pensaba lo mismo, pero el cura dijo que era mejor leer los títulos y separar los buenos de los malos. Quemar los libros malos y conservar los buenos.
El primer libro que sacaron de las estanterías se titulaba «El Amadís de Gaula», un libro de caballerías muy famoso entonces, y ya iban a tirarlo por la ventana, cuando dijo el barbero:
5
Barbero:


He oído decir



que es el mejor de todos los libros que deste género



se han compuesto.



Como único de su arte



se debe perdonar.



Pusieron aparte «El Amadís de Gaula», para guardarle en atención a sus méritos, pero condenaron al fuego otros muchos libros de caballerías. El ama los tiraba por la ventana muy contenta.
6
Ama:


Vengan



y ¡al corral con ellos!



  
-101-  
Encontró después el barbero dos libros pequeños y se los dio al cura que, después de hojearlos y viendo que eran de poesía, dijo:
7
Cura:


Estos no merecen ser quemados



como los demás,



porque no hacen



ni harán el daño que los de caballerías han hecho;



que son libros de entretenimiento



sin perjuicio de tercero.



Se salvaron de la quema los libros de poesía y todos los de temas históricos y también alguna novela de aventuras y libros de caballerías que por sus especiales valores se lo merecían. Y así quedó la biblioteca de Don Quijote muy arreglada y con los libros precisos.
Lo malo es que Don Quijote ya estaba loco con una locura idealista y razonable a veces, y volvió a salir en busca de aventuras.
Le ocurrieron muchas y todas ellas están escritas en una novela que se llama «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha», uno de los mejores libros que se han escrito en el mundo.
Esto es lo que pasó una tarde en la biblioteca de Don Quijote:
Pero ¡no! Todavía no ha terminado la historia.
Vamos a pensar lo que pasaría esta tarde en una de vuestras casas si vinieran el ama, la sobrina, el barbero y el cura a haceros una visita y a inspeccionar vuestra biblioteca como hicieron con la de Don Quijote.
La primera dificultad estaría en encontrar «tu biblioteca». ¿Dónde está? ¿Dónde guardas tus libros? ¿Debajo de la cama? ¿Dentro de la cartera del colegio? ¿En el comedor?
Porque en casa hay un sitio para cada cosa. Los platos están en el vasar de la cocina, muy bien colocados y dispuestos, y los calcetines, en el armario de la ropa. Lo único que no tiene sitio fijo son los libros, que andan rodando de un sitio para otro. ¡Y no puede ser! Aunque haya pocos libros en casa, deben estar bien guardados, en sitio de honor, y a disposición de toda la familia. Tienen que estar en una «biblioteca». Da lo mismo que sea un cajón de huevos cubierto con un tapete, o un mueble grande y precioso. El caso es conseguir un lugar digno para los libros, lejos de los tazones o los calcetines.
Ya están el cura, el barbero, la sobrina y el ama frente a la biblioteca. Empiezan a mirar los libros. Uno por uno ¿qué opinan?
-Esta historia de luchas y puñetazos ¡al fuego!
-Y este otro, que no habla más que de engaños y violencias ¡al fuego!
-Y este también.
Se salvarían de la quema ¡seguro! tus libros de escuela, la enciclopedia y la geografía, pero... ¿alguno más? ¿Tienes en tu casa un libro, un verdadero libro, interesante, divertido, bien escrito, que te proporcione muchas horas de entretenimiento, que ensanche tus conocimientos, que abra ante ti las ventanas del mundo? ¿Tienes un libro siquiera, que sea digno de salvarse de la revisión del cura, el barbero, el ama y la sobrina?








  
-[102]-     -103-   
ArribaAbajo

Bibliografía

Antonio Robles. El maestro y el cuento infantil. La Habana, 1958.
Bone, Woutrina A. Children's stories and how to tell them. New and augm. ed. London, 1930.
Brown, Jeanette Perkins. Story-teller in religious education. Boston, 1951.
Bryant, Sara Cone. How to tell stories to children and some stories to tell. London, 1934. (Se anuncia ed. castellana por la Editorial Nova Terra, de Barcelona.)
Cappe, Jeanne. L'art de raconter des histoires aux enfants et des histoires à raconter. Tournai, 1946.
Cappe, Jeanne. Expériences dans l'art de raconter des histoires. Tournai, 1946.
Cather, Catherine Dunlap. Educating by story-telling; showing the value of story-telling as an educational tool for the use of all workers with children. London, 1919.
Clarck, E. More stories and how to tell them. Londres.
Delarne, François Paul. Les enfants et le conte populaire. («Enfance» núm. esp. París, 1956.)
Douglas, Mary Peacock. Orientación de la lectura. (En su: La Biblioteca de la escuela primaria y sus servicios. París, 1961, págs. 22 a 25.)
Emerson, Laura S. Story-telling. Grand Rapids, Mich., 1959.
Fortun, Elena. Pues señor... Buenos Aires, 1941.
Gardiner, Jewel. La participación en las experiencias adquiridas en las lecturas. (En su: Servicio bibliotecario en la escuela elemental. México, 1963, págs. 167 a 168).
Huertas, José Guillermo. El cuento y su hora. Buenos Aires, 1962.
Lasso de la Vega y Jiménez-Placer, Javier. Procedimientos para atraer al niño a la biblioteca. (En su: La biblioteca y el niño. Burgos, 1938, págs. 19 a 34).
Leriche, Mathilde. On raconte. Paris, 1956.
Mac Colvin, Lionel R. El trabajo de extensión. (En su: Servicios para niños en las bibliotecas públicas. París, 1957, págs. 34 a 37.)
Niño. María Isabel y María África Ibarra. Atracciones. (En su: Bibliotecas infantiles. Instalación y funcionamiento. Madrid, 1956, págs. 28 a 32.
Otero, Noelia. I. Recursos para una educación estética del niño; II. 11.º mandamiento: contemos cuentos a los niños. Barcelona, 1961.
Partridge, Emlyn Newcomb and George Everett. Story-telling in the school and home. London, 1913.
Petrini, Enzo. De la narración al cuento. (En su: Estudio crítico de la literatura juvenil. Madrid, 1963, págs. 89 a 118).
Power, Effie L. Bag of tales; a source book for story-tellers. New York, 1951.
Romagnoli, A. M. Impariamo a recitare. Roma, 1956.
  -104-  
Royal, Claudia. Story-telling. Nashville, Tenn., 1956.
Sawyer, Ruth. Story-teller approach to children's books. (En: Spain, F. L. ed.: Contents of the basket and other papers on children's books and reading. («New York Public Libraries», 1960, págs. 51 a 59.)
Sawyer, Ruth. The way of story-teller. 9.ª reimp. New York. 1957.
Shedlock, Marie L. The Art of the Story-teller. Dover, 1952.
Watson, K. W. Once upon a time. New York, 1942.
Tooze, Ruth. Story-telling. Englewod Cliffs, N. J., 1959.
Wagner, J. A. and R. W. Smith. Teacher's guide to story-telling. Dubuque, Iowa, s. a.
Wessel, Miriam A. Time story hour program in the public library. («Top of News» vol 11, número 4, págs. 11 a 15).


  
Arriba
    La hora del cuento
     Amo, Montserrat del
Página principal Enviar comentarios Ficha de la obra Marcar esta página Índice de la obra Anterior Arriba


No hay comentarios:

Publicar un comentario